Uno de los postulados de todas las corrientes ideológicas es la lucha contra la desigualdad. Pero si la inteligencia se encuentra previamente determinada por factores de orden natural, no tiene ningún sentido hablar de la igualdad entre los hombres. Toda lucha por la igualdad está condenada irremisiblemente al fracaso. No somos iguales y nunca llegaremos a serlo.

Si la inteligencia es desigual, a la larga, todo lo demás se torna desigual.

Si la inteligencia de los hombres, por razones de naturaleza, es distinta, afirma la igualdad entre ellos, aun como una meta para ser alcanzada, es pregonar algo en lo que no se cree, no puede realizarse, por no estar basado en las premisas que lo podrían hacer posible.

Luis Alberto Machado – La revolución de la inteligencia

Si la regeneración del pensar, según Vivas (2017) está centrada en el llamado, A-B-C-D-E de ese pensar, o sea, en los espacios: axiológico, biológico, complejo, desconocido y emocional, la inteligencia, para que pueda llamarse como tal, debe estar enfocada y centrada en esos cinco elementos para poder generar pensamientos conforme con la naturaleza humana.

Entonces, partiendo de esa premisa de naturalidad: ¿Es posible llamar “inteligencia artificial” a un conjunto de respuestas que otorga la tecnología contemporánea, si todas las máquinas carecen del plano biológico como origen de vida, pero además no pueden distinguir entre variables axiológicas y emocionales porque sus acciones están orientadas desde una concatenación de respuestas que son derivadas de hechos y circunstancias que generan una realidad sólo basadas entre la complejidad y lo desconocido. Es decir, que el pensar y los “pensamientos” de lo que erróneamente pretenden definirnos de manera ortodoxa e inapelable las grandes corporaciones del desarrollo tecnológico para integrarlas a la sociedad como “inteligencia” artificial, es la mayor estafa de la ciencia y del conocimiento, con el propósito de pretender generar una teoría, anclada en un efervescente pragmatismo en el uso desmedido que esta contemporaneidad tecnológica ha originado en el uso de las herramientas informáticas.

En tal sentido, Microsoft con sus plataformas integrales de Windows y buscando terminar de concretar la compra de la red de videojuegos,  Activision Blizzard, Google con su aliado de televisión global en You Tube, Meta, corporación de comunicación de “redes, Facebook, Instagram, WhatsApp y la aún fallida Threads, y Twitter lista para convertirse en la integración  X; todas ellas también asociadas con el gigante comercial, Amazon que a su vez garantiza el flujo de una red constante de compra y venta desde la inmensa canalización publicitaria que las anteriores originan, por supuesto, también son mecanismos para que emerjan, en menor medidas, otras estructuras como Tik Tok o Telegram, pero cada una con una determinada población y un objetivo definido; convertidas en apéndices de los gigantes de la suprageocomunicacionalidad, que son en esencia, quienes controlan la información y la comunicación; en todos los casos se ha impuesto la definición de “inteligencia artificial” para convencernos que esta “inteligencia” no sólo resultaría infalible, sino también superior a la humana.

Entonces, vemos que un programa en determinada aplicación de un “chat”, palabra, cuyo morfología y semántica se hizo universal en una nueva concepción del lenguaje, porque responde automáticamente ante las interrogantes que fluyen sobre las “app”, diminutivo en aplicaciones, es porque vamos entendiendo el cómo la primera racionalización de los creadores de la mal llamada “inteligencia artificial” es la simplificación de la palabra porque ello, también limita los esquemas del pensar humano. Verbigracia, una de las primeras canalizaciones que busca la suprageocomunicacionalidad es un lenguaje técnico universal y suprimido que sólo responda la semántica de ellos en sus intereses tecnológicos, y por eso es que en todas sus aplicaciones, y videojuegos, las herramientas emplean casi que las mismas palabras; muy distinto al pensar que se emplean en los textos escritos, donde cada ser, precisamente por tener inteligencia natural, tiene una facultad más amplia de pensamientos, mientras que en lo que ellos denominan “inteligencia” artificial, está debe estar lo más limitada posible aunque exista una ordenada sintaxis.

El concepto de “inteligencia” artificial que ha sido difundido ampliamente por los gigantes de la suprageocomunicacionalidad se muestra sin debate, ni concepción epistemológica y menos biológica; lo que también revela el cómo estos laboratorios tecnológicos, nos imponen de manera inapelable y taxativa una visión de que ellos practican la isotimia en sus espacios, cuando en reversión debería crearse una palabra que definiera el ejercicio de la tecnología para la mayoría de la gente. De hecho, la palabra artificial – derivada del latín artificialis-, contrario a lo que muchos pudieran asociar con “artificio” o de poco valor, resulta que el origen está centrado en el arte y la creatividad; o sea, es claro, que se busca elevar el arcaísmo hasta sus espacios más elevados; y por esa razón, es que semejante denominación ha marcado el neolenguaje tecnológico.

Todo está planificado por Microsoft, Google, Meta y Twitter (X) hacia la creación del cosmo-Estado. Comenzar por la limitación del pensar desde las palabras; imponiendo nuevos códigos como este de “inteligencia artificial”, cuando debería hablarse de respuestas o (de)construcciones tecnológicas, representan el comienzo de una asociación pensativa limitada y conductista que los Estados piensan regular con “leyes” y ignorando las condiciones que los equipos de tecnología generan sobre los seres humanos en términos de dependencia y nuevas herramientas.

Por lo pronto, Bill Gates –Microsoft- se abre paso en la industria farmacéutica, y Elon Musk –Twitter (X)-  mira al espacio, sin obviar que los creadores de PayPal –también del grupo de este último- , fueron los mismos de YouTube; y así avanzamos con “influencers” –¿otro anglicismo? o mejor llamarlo tecnologismo– que imponen sus formas pensativas, reducidas a una mayoría de seres humanos en los espacios de la educación que si bien pudiera ser muy positiva en muchos escenarios como los idiomas –precisando la lengua y el lenguaje– o la neomedicina; no puede negarse que se está creando una neocultura contradictoria, y que tiene como fin, ser copartícipes en la creación de otro ser que sea llevado por lo que dice la “inteligencia artificial”. Eso es la supragecomunicacionalidad, y esa es la vía hacia el cosmo-Estado. Seguiremos ampliando el tema.

@vivassantanaj_

 


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