Con frecuencia la expresión “caja de Pandora” enciende nuestras alarmas. La oímos y miramos al cielo en busca de salvación. La expresión es utilizada para referirnos a algo que, teniendo aparentemente un aspecto muy tentador y beneficioso, puede ser perjudicial y causar grandes males. Los venezolanos conocemos cajas de Pandora de distintas formas.

Sin embargo, estas líneas no son sobre nuestras cajas de Pandora criollas. Transcienden nuestras fronteras y hablan de un momento en que la Inteligencia Artificial cruza umbrales decisivos y plantea enormes interrogantes.

Hace pocos días la Casa Blanca reunió a los jefes de la Inteligencia Artificial en Estados Unidos para debatir sobre los «riesgos» asociados al meteórico avance de esta tecnología. Participaron los grandes del sector, entre ellos la empresa OpenAI, que desarrolló el ya famoso robot conversacional ChatGPT, Google y Microsoft.

Recientemente, uno de los padrinos americanos de la Inteligencia Artificial, Geoffrey Hinton, dimitió de su cargo de ingeniero jefe en Google, para poder advertir libremente de los peligros que planean sobre nuestras cabezas.

Se trata de los peligros del aprendizaje automático, es decir, la capacidad de mejorar con cada interacción y, por tanto, de ser permanentemente más eficiente. Y esto a un ritmo que ningún humano puede igualar. En una entrevista concedida al MIT de Boston, Geoffrey Hinton concluyó: «Estas cosas lo habrán aprendido todo de nosotros, se habrán leído todos los libros de Maquiavelo y, si son más inteligentes que nosotros, no tendrán ningún problema para manipularnos». Fin de la cita. Preocupante, ¿verdad?

No significa necesariamente que, como en las novelas de ciencia ficción, la máquina tomará el control sobre los humanos; pero sí que perturbará significativamente el funcionamiento de nuestras sociedades.

Dos campos de aplicación me vienen inmediatamente a la mente: el empleo y la democracia. El empleo es obvio, y tampoco en este caso los análisis catastrofistas son certezas. Pero si los empleos desaparecen debido al auge de la inteligencia artificial, y ya es el caso, debemos prepararnos para ello ahora.

La cuestión democrática es igualmente importante. Ya estamos siendo testigos del daño que el auge descontrolado de las plataformas digitales ha hecho al debate público. Conocemos las operaciones de manipulación de empresas como Cambridge Analytica o, más recientemente, Team Jorge, la misteriosa empresa israelí que ofrece un arsenal de servicios ilegales: desde hackeo de correos electrónicos de rivales políticos hasta campañas de influencia que impactaron decenas de elecciones en todo el mundo.

Estas empresas utilizan la tecnología de forma sutil para influenciar en cuestiones de gran calado; quizá sean solo un anticipo de lo que nos espera con las herramientas de inteligencia artificial de fácil acceso y su impacto en la fiabilidad de la información. Se trata de la democratización de la desinformación. Suena distópico.

Por ello, la Inteligencia Artificial plantea desafíos y preocupaciones. Estos incluyen cuestiones éticas, como la privacidad y la seguridad de los datos, el sesgo algorítmico y la falta de transparencia en los sistemas.

Las tecnologías prestan inmensos servicios a la sociedad, en medicina, por ejemplo. Pero pueden ser duales, es decir, que lo que puede salvar una vida también puede arruinar otras. Es importante abordar estos desafíos de manera responsable y ética, estableciendo marcos legales y regulaciones adecuados para guiar el desarrollo y el uso de la Inteligencia Artificial.

La consulta iniciada en la Casa Blanca también nos concierne: se trata de un gran problema social y, por tanto, político.

Twitter: @A_Urreiztieta


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!