Si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley. Las obras de la carne están patentes: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, envidias, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, discordias, borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo como ya os previne, que los que así obran no heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad,  bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí…”. Gálatas 5, 18-25.

No se puede negar la influencia que tiene la cultura en los individuos y la sociedad en general. El ser humano es un ser viviente proclive a la construcción cultural permanente: transmisible o heredada de generación en generación. Entonces, resulta imposible comprender la dinámica de una sociedad, sin clarificar con alto grado de análisis y conocimiento la cultura humana. Debe agregarse: i) Las diferentes dimensiones humanas (económica, social, política, etc.) están influenciadas e impuestas por la cultura del grupo dominante. ii) El desarrollo sostenible solo es posible lograr cuando se logra concatenar efectivamente, una cultura positiva a favor de conductas poblacionales de la sociedad, en firme convencimiento por la defensa del medio ambiente y la economía espiritual: fundadas en los dones y subsiguientes  frutos del Espíritu Santo.

Correlación entre cultura, sociedad y desarrollo sostenible

Un conjunto de individuos que conviven en un ecosistema determinado determinan una sociedad. A la par, la manera de pensar, de comportarse, su música, sus  tradiciones, sus costumbres, la gastronomía y otros aspectos que caracterizan a la población, que a su vez conforman esa sociedad, nos lleva inexorablemente a definir su cultura.  Entonces, no se puede negar la influencia que tiene la cultura sobre los individuos y la sociedad en general. Es tan así, que el ser humano es un ser viviente proclive a la construcción cultural permanente: transmisible o heredada de generación en generación. Por ende resulta imposible comprender la dinámica de una sociedad, sin antes clarificar con alto grado de análisis y conocimiento su cultura humana.

Análogamente, subyace el proceso de aprendizaje de la cultura, denominado enculturación, donde un individuo o grupo social “incorpora, conoce, aprende y pone en práctica las normas, creencias, tradiciones y costumbres de una cultura en la cual se inscribe”. Esta evolución fluye desde el mismo instante que se origina el nivel de conciencia, luego secuencialmente incorpora continuamente un conjunto diverso de vivencias, experiencias, valores,  creencias, conocimientos, etc., a través de diferentes fuentes de comunicación,  y  la interacción permanente en el contexto o ecosistema donde coexiste.

De modo que, existen variadas de formas de asimilación de la cultura. Por un lado está la experiencia directa, en nuestro quehacer y  cotidianidad. Por otra parte existe la influencia de lo que nos dicen los demás, lo que vemos que hacen. Se incluye el factor de la  observación, y adicionalmente la forma donde opera enteramente el nivel inconsciente. (a)

En virtud de lo anterior, se puede esgrimir que la sociedad es el conjunto de personas, pueblos o naciones, que conviven bajo ciertas reglas comunes. Así que una sociedad es un sistema de interrelaciones que conecta a los individuos entre sí con el entorno físico y ambiental en general. Luego, para que exista cultura debe existir una sociedad  integrada amigablemente con el ecosistema, la economía espiritual  y el desarrollo sostenible, por lo que sin cultura o con una cultura insana o alejada de los verdaderos valores morales, éticos y espirituales, mermaría significativamente su condición o categoría  humanitaria de seres creados a imagen y semejanza de Dios.

Cultura insana que colisiona la sanidad interior y verdadera liberación

La “ética”, como proceso cultural,  comprende el conjunto de valores, tradiciones y costumbres que el ser humano de manera general, constante, uniforme y duradera va adquiriendo e incorporando a lo largo de su  existencia, y que los utiliza de forma consciente o inconsciente en su quehacer diario. En el caso venezolano, el componente ético tiene una gran preponderancia hasta el límite que permite precisar la siguiente premisa fundamental: “El problema económico que vive Venezuela, en términos de su funcionamiento estructural y  desde su origen o raíz histórica, es en esencia un problema ético-cultural”.

Por problema económico entendemos el proceso de toma decisiones ineficaces e ineficientes en la misión de “sembrar el petróleo”,  que siempre han impedido la conformación de una diversificada base de actividades económica con elevados niveles de productividad, y por tanto nunca permitieron a lo largo de la historia, satisfacer nuestras necesidades propias de forma sustentable.

Sin embargo, esta manera de proceder no es por generación espontánea. Es producto de un proceso de enclave, arraigado profundamente no solamente en los cimientos de la sociedad venezolana, sino que incluso se ha internalizado en su propia constitución genética, mental, emotiva y hasta espiritual, que aparte de haber  condicionado la ejecución de un autóctono  proyecto de progreso y calidad de vida, ha transculturizado   y  tergiversado el sistema ético y de valores, generando en consecuencia una incorrecta  jerarquización de las  prioridades de la nación venezolana.

(a) Tómese en consideración el tema relacionado con la proxemia, en lo que respecta a la distancia física que nosotros creamos con las personas que interactuamos. Así pues, en los contextos culturales o grupos sociales como los anglosajones o japoneses, la cercanía es totalmente diferente a la que tenemos nosotros los latinoamericanos. Esta se ha creado no por experiencia, o porque los hayan impuesto, sino ha sido un elemento adquirido inconscientemente (no nos damos cuenta que lo incorporamos en nuestra existencia). Digresión: quizás por ello el tema del distanciamiento social  como norma de bioseguridad frente a la pandemia, en nuestras latitudes sea más difíciles y complicadas de cumplir.

Fuente: “Perspectiva Económica y Académica Contemporánea”. UNET. Años: 2018 al 2020.

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