A pocas horas de cerrar un tramo temporal lleno de catástrofes y sufrimientos para la humanidad.

El completo transcurrir de 2020 ha sido de calamidades de todo tipo, hasta de las más inimaginables.

En honor a la verdad, antes de que se expandiera el virus –de procedencia china, según la opinión generalizada— ya muchas naciones habían visto resquebrajadas sus respectivas economías, con las caóticas consecuencias que tales hechos conllevan.

El coronavirus, estudiado en su condición sindémica (varias pandemias juntas), devela, también, las inocultables inequidades sociales; con lo cual se registra un índice desproporcionado de resultados adversos en comunidades empobrecidas, de bajos ingresos y minorías étnicas. Aunque hemos apreciado que algunos países, tenidos por desarrollados y con sistemas de salud a toda prueba han sufrido serios embates frente a esta enfermedad, por su alta letalidad, que no hace diferenciaciones de ningún tipo.

El 31 de diciembre es una fecha simbólica, tal vez, que nos llena de sentimientos, recordatorios y bastantes nostalgias por la cantidad de eventos y momentos desagradables.

Seguramente usted comparte conmigo el hecho de que estamos obligados a metabolizar emocionalmente lo que nos sucede, para no arrastrar ese fatídico fardo con nuestros bagajes existenciales. Para no llevarlo más allá; y mucho menos cuando nos disponemos a recomponer nuestras vidas, a partir de   una oración elevada con fe ante el Padre celestial y a la Santísima Trinidad; a alzar la mirada y hacer resiliencia –sacar la mejor experiencia de lo acaecido– con lo que nos perturbó. Seguir adelante con paso firme y decidido.

Reciba mi invitación para reflexionar sobre lo que ha sido este año para nosotros, sin quedar enganchados en sus zarzas.

Hay que expurgar las espinas. Entresaquemos lo sobrante, lo inútil e inconveniente.

Le convido a meditar, grandemente, cómo deseamos que sea el año entrante.

Si sabemos que contamos con la protección Divina y nos sentimos amparados bajo el manto Sagrado de la Virgen, la determinación de nuestro futuro nos corresponde a nosotros inevitablemente.

Un abrazo afectuoso de hermandad cristiana. Paz y bien.


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