Aunque en los tiempos modernos se vive un estado de campaña permanente, en Colombia por la ausencia de verdaderos partidos, se enfría mucho el termómetro político y solamente el año antes de las elecciones es que con el lanzamiento de las precandidaturas se revive el estado de campaña permanente que se vive en el resto de las democracias occidentales, es decir, que acá el proceso es al revés: no es el liderazgo de los partidos quienes auscultan y lanzan finalmente sus candidatos, sino que los políticos con aspiraciones se lanzan en precampaña y al final las estructuras partidistas casi que se ven obligadas a aceptar los candidatos que se ven con mayores opciones.

Otro aspecto diferente en Colombia es que no hay de verdad ideologías en los partidos, estos son absolutamente pragmáticos y tienen en su dirigencia prácticamente todas las gamas ideológicas posibles. Otro aspecto resaltante es que los políticos, con contadísimas y muy valiosas excepciones no se quieren comprometer con una opción ideológica, nadie es de izquierda ni de derecha, todos son de centro.

Esto es un error, la polarización “per se” no es mala, nada tiene de vergonzoso que un candidato partidario de la libre iniciativa privada, de los valores tradicionales de la familia y la tradición, pro vida, proponente de un Estado fuerte pero no gigante y enemigo del narcoterrorismo, se declare de derecha, máxime cuando las tres cuartas partes del electorado comparten esos principios; al igual que un candidato partidario de la propiedad estatal o comunitaria, de un Estado de bienestar despilfarrador y miembro o compañero de ruta de las guerrillas narcoterroristas se declare de izquierda, así el electorado tendría claras las opciones y las decepciones serían menores.

Dichas estas ideas preliminares, vayamos al grano: se inició la campaña electoral con el lanzamiento casi que formal de las precandidaturas presidenciales. Y contrario a lo que se publicita, prácticamente no hay una opción de centro, tal como el país, las candidaturas también están polarizadas.

El farcsantismo tiene asegurada su candidatura radical: Petro, que representa la instauración clara y firme del totalitarismo comunista, como en la Venezuela de Chávez y su sucesor Maduro, la Cuba del castrismo y la Nicaragua de Ortega y lo que será muy pronto el Perú de Castillo. O sea, la ruina de la libertad y la economía de Colombia.

Pero siguiendo la estrategia permanente de la izquierda, esta también presenta una versión “light” de ese totalitarismo de izquierda, lo hizo en Perú con Castillo-Mendoza, en España con Sánchez-Iglesias y en Estados Unidos con Biden-Sanders.

En consecuencia, en Colombia también habrá la dupla Petro y ¿? El farcsantismo está por definir la segunda parte de esa dupla, suenan muy fuerte otra vez Fajardo, que como todo lo que representan los Verdes es lo más corrupto y cínico de la política colombiana, camuflado de honestidad; Juan Carlos Galán, el heredero más caro que ha tenido que pagar Colombia, con la fundación que tiene décadas recibiendo billonarios contratos gubernamentales cuyas realizaciones no se ven, representando también la corrupción y el narcotráfico, envuelto en propuestas libertarias de legislación favoreciendo los fuertes intereses detrás de la legalización de la droga y el exministro de Salud Alejandro Gaviria, también representante del ala de compañeros de ruta del narcoterrorismo comunista, presentado con un aire de respetabilidad y eficiencia no respaldadas por la realidad.

Frente a estas opciones está la pléyade de precandidatos de la derecha. A estos hay que decirles que deben actuar con responsabilidad patriótica y subsumir sus egos e intereses personales por los de la patria: tienen que impedir la llegada del socialismo del siglo XXI a Colombia (esto es algunos de los candidatos del farcsantismo arriba enunciados) y para ello es menester que haya un solo candidato en la primera vuelta representando los valores democráticos y liberales en Colombia. De llegar con varios, sucederá lo del Perú, la izquierda aglutinará un sector minoritario pero denso de resentidos y engañados suficiente para ganar en la segunda vuelta.

La gama de precandidatos de la derecha es variopinta y contrario a lo que pareciera debido a la campaña de difamación, escarmiento por haber liquidado al narcoterrorismo comunista, revivido por el pacto de entrega del país a las FARC de Santos-Timochenko, rechazado por el país y no defendido este resultado por el liderazgo democrático, permitiendo la instauración de la dictadura del farcsantismo que hoy nos gobierna, y la persecución judicial a la cual se le ha sometido, Uribe sigue siendo el gran elector de 2022. Claro que ante dos rotundos fracasos de su elección, el traidor a la patria Juan Manuel Santos y el blandengue Duque, que siguió gobernando con el farcsantismo e implementando el trágico acuerdo de entrega del país a las FARC, no será automáticamente candidato “el que diga Uribe”, es más este tendrá que oír a las bases del CD en primer lugar y a la mayoría del pueblo colombiano defensor de la libertad y la democracia luego, pero tramitado ese proceso, su respaldo será decisivo en el triunfo de ese candidato que enfrentará al socialismo del siglo XXI.

La única precandidata que no le da pena decir que es de derecha, que ha sido coherente en su discurso y su actuar, que habla claro sin pelos en la lengua, es María Fernanda Cabal, por lo cual se ha convertido en un fenómeno electoral y el farcsantismo ya trata de invisibilizar con encuestas prefabricadas como la de Datexco, en la cual ni siquiera se incluye dentro de las opciones candidaturales presentadas al encuestado. Pero María Fernanda no tiene estructura y si una campaña llevada a cabo solamente por medios digitales puede imponerse dentro del CD es la incógnita que se resolverá en los próximos meses.

La otra precandidatura de peso dentro del uribismo es la de Oscar Iván Zuluaga, tiene la ventaja de ser un estadista, experimentado político, con experiencia electoral probada, de hecho fue el presidente electo por los colombianos a quien el fraude llevado a cabo por Santos, con los dineros de Obredecht y la trampa del hacker, le quitó la presidencia. Tiene el boomerang de no ser novedoso y de no tener mucho carisma; en definitiva, está la opción nueva pero sin estructura de la Cabal, como a ella le gusta que le digan, frente a la candidatura experimentada con estructura pero sin carisma de Zuluaga. Ellos son amigos y patriotas, por lo cual con seguridad este año definirán el mecanismo por el cual la base del CD elegirá entre ellos al candidato, incluso esto fue indicado en un muy buen artículo por el hijo de la candidata.

En marzo, en primarias, el candidato del uribismo peleará la candidatura del sector democrático frente a los otros precandidatos de este sector. Con fuerza se destaca el trío de exalcaldes Gutiérrez-Char-Peñaloza, el grupo de exgobernadores encabezado por la líder de la U, Dilia Francisca Toro, seguramente habrá un precandidato conservador, aunque ninguno de los que por ahora se asoman en esta tolda tiene chance por ser todos exministros del funesto gobierno Santos y el candidato de los evángelicos.

En conclusión, la suerte de la democracia colombiana se juega en las elecciones de 2022, o priman los intereses personales y la derecha va dividida, permitiendo la implantación del socialismo del siglo XXI o se lanza una candidatura unitaria de la democracia liberal, la cual tiene chance de ganar, aunque sea por escaso margen, pero salvando la República, la libertad y el progreso del pueblo colombiano.

 


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