La imparcialidad en la información es el esfuerzo de considerar diferentes ideas, opiniones e intereses. Ser objetivo es tratar de excluir juicios subjetivos. El balance es teóricamente la asignación del mismo espacio a puntos de vista opuestos. Para que exista imparcialidad, balance y objetividad es absolutamente necesaria la libertad de prensa. Un país que no practica la libertad de prensa no puede ser considerado una democracia funcional, es un estado autoritario en diversos grados. En autocracias algunos agudos periodistas encuentran grietas para publicar material sensible bien porque el gobierno no ejerce un control completo de los medios o bien porque no les conviene una censura total. En otros casos comunicadores cooperan o se hacen cómplices de los gobiernos autócratas creando apariencias de imparcialidad, objetividad y balance.

En el informe de 2021 de Reporteros Sin Fronteras se concluye que el gobierno de Maduro es autoritario y desde 2013 persiste en tratar de silenciar a los medios de comunicación independientes y mantener la cobertura de noticias bajo un control constante. El acoso a los medios independientes ha registrado un número récord de arrestos arbitrarios y violencia contra reporteros por parte de la policía y los servicios de inteligencia. Desde 2018 muchos periodistas venezolanos han huido del país debido a las amenazas. La mayoría de los medios impresos de la oposición no han podido sobrevivir a los acosos mientras que los medios en línea han estado sujetos a repetidos ataques que hacen que el trabajo sea cada vez más costoso. Para Reporteros Sin Fronteras no hay prensa libre en Venezuela.

El “equilibrio”

El Nacional es un caso emblemático de esta persecución, pero también de una indomable rebeldía. En estas condiciones opresivas, medios y comunicadores con menos coraje o abiertamente cobardes han buscado acomodos y han encontrado melindrosos argumentos para aparentar imparcialidad, balance y objetividad. Esta práctica pusilánime de cooperación con la autocracia y al mismo tiempo simular resistencia a la dictadura, fue conocida en la Europa ocupada por los nazis como “colaboracionismo de sobrevivencia”.  De modo que de esta disposición a lavarle la cara sucia al gobierno han surgido personajes desvergonzados, descarados, encubiertos, sutiles y refinados. Como no es posible referirse a todos, acudiremos a uno representativo. Nos referimos al colaborador de El Universal y de Globovisión, Julio César Pineda.

La selección no es aleatoria. Conocemos a Julio César desde hace décadas por directa observación y por medio de relatos que hablan de su autoimpuesto equilibrismo político adoptado en sus peninos años de dirigente juvenil de la democracia cristiana. Se debatía entonces en Copei las rutas ideológicas a seguir entre la ortodoxia copeyana de los “araguatos” o de “avanzados y astronautas”, como se conocían entonces a los jóvenes de derecha y a los más progresistas. Julio César era un afiebrado progresista hasta que se hizo evidente el fracaso político de sus compañeros de izquierda Abdón Vivas Terán y Joaquín Marta Sosa, entre otros. Se dice que Julio César comparó las desgracias de sus progresistas compañeros con los meteóricos ascensos políticos de “araguatos” como Eduardo Fernández y Oswaldo Álvarez Paz y pronto el equilibrismo devino en su manera habitual de hacer política. Lo que parecía imposible, Julio César lo logró, un justo medio entre araguatos, astronautas y avanzados que lo condujo a prados más verdes y consistente con su nueva postura, la diplomacia.

El mismo camino, pero menos tortuoso, que más tarde transitó el sicofante de Roy Chaderton, también ex avanzado democristiano con más éxito burocrático, pero sin el refinamiento ladino de Julio César. Roy, como dijimos una vez, era una crisálida copeyana que deviene en una oruga ramplona bolivariana que, para mimetizarse e insertarse por completo en el chavismo, hubo de descender a los niveles morales y resentimientos que Jorge Rodríguez estandarizó en el chavismo.

Julio César, sin abandonar su estilo postizo de idealista copeyano, a fuerza de desdibujarse ideológicamente logró navegar con éxito las procelosas aguas del Copei en busca de su identidad ideológica, la burocracia de los dos gobiernos socialcristianos dominados por el “calderismo” y el “herrero-pedro-pablismo” y por último el gobierno de Caldera, fundador expulsado de las filas copeyanas. En todos estos gobiernos de diferentes signos, Julio César se abrió paso y se preparó anímica e intelectualmente para finalmente hospedarse en esa área gris de la política bolivariana en la cual se encuentra hoy donde el “ser o no ser” shakesperiano es para él la verdadera cuestión.

La elusiva verdad

El periodista Carl Bernstein, famoso por las revelaciones del Watergate, dijo en una entrevista que el buen periodismo gira en torno a «tratar de obtener la mejor versión posible de la verdad». La idea de Julio César como opinador y regente televisivo es tratar de edulcorar o disfrazar la verdad o encubrirla con un falso balance, para beneficio del gobierno y de su existencial indefinición. Hace poco la conocida periodista de CNN Christiana Amanpour aclaraba lo que era el “falso balance” en los medios. Amanpour ofrecía un ejemplo con el viejo paradigma del “calentamiento global”. 99,9% de la evidencia científica empírica lo confirma, pero algunos medios, en aras del “balance”, les dan el mismo espacio a la pequeña minoría que lo niega. Así es Julio César cuando aborda el falso dilema venezolano de ¿autocracia o democracia?

99,99% de los analistas y centros políticos de opinión internacional califican al régimen de Maduro de autócrata, no obstante Julio César se empeña en convencernos de que en el fondo existe un debate nacional e internacional sobre si estamos gobernados por una “democracia con energía” o una “democracia funcional”. En estos esfuerzos por defender su falso balance, incurre con frecuencia en majaderías y dislates. Veamos.

En una reciente conferencia en Margarita, aludiendo a la invasión de Rusia a Ucrania, Julio César advirtió que lo “crucial en este conflicto era pensar en la paz”. Es como si un psicólogo, para conocer la capacidad asociativa mental de Julio César le pregunta acerca de su primer pensamiento cuando oye el vocablo ¡guerra! y él contesta, ¡paz! Cuando se refería a los prolegómenos históricos de Rusia y Ucrania, parecía leer Wikipedia. En otro cómico esfuerzo para balancear el conflicto Rusia-Ucrania, corrigiendo la obvia superioridad de Rusia, anticipó que el conflicto podría desatar una conflagración mundial “porque ambas naciones son potencias nucleares”.

A la caída de la Unión Soviética en 1991 Ucrania era la tercera potencia nuclear más grande del mundo, pero tomó la decisión de desnuclearizarse por completo a cambio de que Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia garantizaran la seguridad de Ucrania en un acuerdo firmado en 1994 conocido como el Memorándum de Budapest. Ucrania, para suerte de Rusia, desde hace cerca de dos décadas carece completamente de armas nucleares.

¿Ignorancia? ¿Equilibrismo? ¿Contorsionismo? ¿Falso balance?

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!