Byung-Chul Han (1959, Corea del Sur) es filósofo, profesor mundialmente reconocido como experto analista de la sociedad contemporánea. En su libro Infocracia (Tauro, España, abril 2022) explica al detalle cómo la comunicación digitalizada incide directamente en la severa crisis de las democracias.

A partir de este trabajo se torna imprescindible que los países capitalistas liberales actualicen sus programas universitarios para graduar periodistas. Aborda con precisión científica la estrecha y peligrosa relación entre los avances continuos de metodología cibernética y los cambios políticos que padece hoy la población planetaria sometida a la manipulación teatralizada de los legítimos sistemas democráticos constitucionales cada día más escasos, pues convierten a gigantescas masas de votantes confiados en “ganado” sumiso que, voluntariamente o no, le otorgan dominio absoluto a políticos y politiqueros.

Este proceso destructivo de la libertad individual es lento, convincente, por sus promesas populistas y populacheras bien articuladas y a través de transformaciones casi inadvertidas destruye las instituciones básicas que forjan la imperfecta democracia perfectible desde enmiendas. Se comienza por la sustitución de las cartas magnas fundacionales del país, sigue con asambleas constituyentes improvisadas por los empoderados ilegítimos que diseñan los eventos electorales y culmina con la instalación de regímenes totalitarios cuyos operadores principales son las mafias militarizadas.

En Latinoamérica el centro neurálgico de la infocracia que reprime, censura y castiga toda manifestación de disidencia radica en Cuba, que se sirve de su dominada ex Venezuela como su cancillería, desde donde irradia indetenible hacia Nicaragua, Bolivia, México y ya comienza dar señales en Colombia, Argentina y Perú.

A su vez, quienes pudieran detener su carrera, Chile, Uruguay, Costa Rica en el mejor de los casos, declaran ambivalentes o hacen mutis por el foro abriendo paso y enfatizando las amenazas derechistas conspirativas de Trump al norte y Bolsonaro al sur.

Dirán que la infocracia no es novedad porque las dictaduras tradicionales de Videla, Pinochet, Trujillo, Pérez Jiménez, no fueron lechos de rosas. Sí, pero no fueron las del Gran Hermano que diseña el todo, cómo, para quién y para qué existe cada persona desde la legislación ilegal, digitalizada, sin derecho a opinión, réplica, esclarecimiento, consulta, discrepancia y menos aún queda la posibilidad de rebelión, pues el dominio digitalizado transforma a la sociedad en un rebaño dócilmente desinformado con falsas noticias que llevan al vacío conformista.

Muy espeluznante resulta la manera cómo este docto filósofo en temas comunicacionales logra que entendamos por qué el castrochavomadurismo se empeña en avivar a todo costo el entretenimiento no solo para lavar narcodinero sino para inducir a la resignación complicitada, una hipnosis obediente al dominio totalitario.

Este minucioso retrato de la moderna infocracia deja sin pretextos a toda política que no se le enfrente radicalmente a tiempo porque está condenada a la esclavitud robotizada cuya representación intemporal es El Golem, leyenda medieval novelada por el escritor austríaco Gustav Meyerlink en 1919 y poetizada por Jorge Luis Borges en 1946.

El concepto pervive más globalizado que nunca porque paradójicamente en ciberinfocracia la libertad del inventor cada minuto es destruida por su invento.

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