Foto EFE

Quienes han sobrevivido a la larga travesía, dan testimonio de hechos abominables que los han marcado para siempre. El territorio de la selva del Darién, entre Colombia y Panamá, es un recuerdo duro; desagradable y difícil de borrar para los emigrantes que eligen esa ruta intentando llegar a su destino soñado: Estados Unidos.

Personas procedentes de distintos continentes y diversas nacionalidades, entre las que destacan en número los cubanos, haitianos y sobre todo los venezolanos, que tratan de escapar de la barbarie en la que se ha convertido el país que otrora fuera la cuna de la libertad, se aventuran a cruzar los kilómetros más peligrosos del continente para intentar llegar a una tierra en la que puedan encontrar oportunidades.

Quienes atravesaron el camino relatan realidades espeluznantes: han visto cadáveres humanos en el trayecto, han sufrido extorsiones, agresiones y vejaciones. Muchas de estas personas han sido abusadas sexualmente delante de su familia por varios individuos a la vista de multitudes.

Hace pocos días, los medios compartieron un vídeo en el que un venezolano padre de familia, de nombre Edwel Chirinos, relataba que acababa de perder a su hija y su esposa, quienes se ahogaron arrastradas en un río intentando salir del Darién. Ambas iniciaron el trayecto desde Colombia, quisieron llegar a Estados Unidos para reencontrarse con él, pero el fatal desenlace lo impidió. Esta es una de las miles de historias que le ponen rostro a la injusticia que impera en los países de los que huyen los emigrantes.

La realidad habla por sí sola y la urgencia de cambiar las cosas es imperante en una región que se hunde ante nuestros ojos.

Es ampliamente conocido por las autoridades locales y por los países el drama que sufren quienes cruzan el Darién, no obstante la anarquía, el crimen y el flujo migratorio irregular lejos de menguar se ha visto incrementado.

Tras atravesar el Darién el camino apenas empieza, los emigrantes todavía tienen por delante a Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México, antes de intentar llegar a Estados Unidos. Se mueven por rutas irregulares, en una experiencia que para muchos ha significado un pedazo del infierno en la tierra.

Hoy otro día está avanzando; el sol allá afuera tuesta la piel de miles de viajeros ilegales que tienen en común el anhelo de alcanzar el sueño americano. Mientras escribo estas líneas, otro nuevo  grupo de mujeres, hombres y niños está lidiando con la ruta de la selva del Darién. Muchos de los supervivientes que lograron recorrer el camino completo se arrepienten de haber hecho ese viaje maldito que cambió sus vidas y le piden a los que estén pensando en iniciar esa peligrosa travesía que desistan y que por favor “no cometan esa locura”.

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