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Un país con veinticuatro años de constante y progresiva destrucción no puede reconstruirse como por arte de magia. La magia, en esos casos, no funciona. Colocar toneladas del más costoso maquillaje no arregla el rostro de ese país porque el verdadero aspecto sigue allí, con sus miserias, sus imperfecciones, sus injusticias y sus verdaderos problemas de fondo. Aclaro, Venezuela es hermosa al natural, lo malo es que la han vejado y maltratado tanto que tiene profundas heridas y cicatrices que la afean y dan miedo. Cicatrices como la inseguridad que se ha incrementado y se ha hecho más despiadada y violenta. Eso no es aceptable.

El grave deterioro de los principios morales, éticos y cívicos, el irrespeto a la vida e integridad física y psicológica de seres indefensos como niños, minusválidos, ancianos y mujeres, lo estamos observando en la crueldad y perversión desmedida de los crímenes atroces que cometen los delincuentes de hoy. Eso no es aceptable.

Es lamentable, pero Venezuela se está acostumbrando a la humillación, a la injusticia, al maltrato, a los niños de la calle y lo que es peor, se ha habituado a verlos mendigando y a leer en las redes cómo abusan de ellos. Me da dolor escribir esto y siento una indignación que me revienta por dentro, pero esa es la realidad. Quizás por impotencia y miedo pasamos al lado de esa gran verdad y, en silencio, cerramos los ojos para no mirarla de frente. Eso no es aceptable.

Cuando se publica una noticia sobre algún tipo de maltrato o crimen en contra de seres indefensos, como respuesta se escuchan y se leen muestras masivas de repudio que no pasan de ser efímeras y efervescentes protestas a través de las redes. La inactividad, el silencio, la indiferencia y el desapego de muchos que critican con los brazos cruzados sin aportar soluciones jamás cambiarán nada. Eso tampoco es aceptable.

En nuestra sociedad hay indignación y repudio, es cierto, pero a través de las redes o de comentarios verbales se ha llegado a la crueldad de burlarse de crímenes inconcebibles cuando las víctimas pertenecen a determinada clase social o tendencia política. ¡Eso tampoco es aceptable! Estamos hablando de seres humanos y todos somos iguales. Actuar de esa manera es mezquino, demuestra la bajeza del hombre, exhibe sus miserias y produce lástima, vergüenza y tristeza. Perdonen por ser tan franca, pero siento que debo serlo y es que se está perdiendo la piedad, la conciencia de protección hacia el prójimo y el concepto de verdadera justicia, pareciera no existir… eso es triste y da miedo.

Debemos exigir aplicar el mayor peso de la ley a los criminales y si esa ley tiene una condena insuficiente, exigir, por ser nuestro deber y derecho, reformas importantes para lograr castigos y sentencias que sean acordes con el elevado e inconcebible grado de maldad que ha ido creciendo de manera alarmante.

No hay que ser abogado ni juez para distinguir entre justicia e injusticia. No hay que ser político ni representante de la ley para conocer el concepto de corrupción, desidia y maldad. La máxima debería ser: a mayor magnitud de un delito, mayor severidad y condena para dictaminar una sentencia justa.

Un delincuente no puede burlarse de la justicia. No puede ser acariciado con un manto de seda por parte de la ley. No puede ser abrazado por la impunidad. No puede ser apoyado por las autoridades. No puede quedar libre para seguir delinquiendo. Un delincuente, debe recibir un castigo con la severidad que amerita la magnitud del delito y el daño infligido. Ojalá algún día el presidente de turno de Venezuela, sea quien sea la verdad no me importa, pueda acabar con el crimen organizado.

El éxito de Nayib Bukele, presidente de la República de El Salvador, no es fortuito. Es resultado de una valiente y bien planificada estrategia para combatir la delincuencia aplicando medidas duras que han sido severamente criticadas, pero que han demostrado ser certeras por sus resultados positivos. Prueba de ello es la asombrosa disminución del índice de delitos y homicidios en ese país.

“En poquísimo tiempo, El Salvador ha pasado de ser el país más peligroso del mundo, a estar en camino a ser el país más seguro de América”, esas palabras las dijo Bukele en la ONU. No saben cuánto soñamos los venezolanos con oír eso mismo, pero que en lugar de El Salvador se escuche el nombre de Venezuela.

@jortegac15

 

 


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