Twyla Tharp

La colaboración establecida entre Twyla Tharp y Phillip Glass dio como resultado uno de los momentos más reveladores en la posmodernidad en la danza. La inquieta coreógrafa norteamericana, perteneciente a la desenfadada generación de bailarines que trastocó los principios rectores de la danza moderna, al buscar una expresión del movimiento sin preceptos ni concesiones, vivía el esplendor de su reconocimiento como coreógrafa alternativa cuando procuró un encuentro con el inquietante músico minimalista, que se convertiría en obra paradigmática de su autora.

In The Upper Room fue la consecuencia de esta colaboración, cuyo estreno oficial, luego de muestras en proceso y preestrenos, ocurrió el 28 de agosto de 1986 dentro del Festival de Ravinia, en Highland Park, Illinois. Al año siguiente, esta obra de vio en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, como parte integrante del programa que la compañía de Tharp ofreció en Caracas en ese tiempo, y del cual también formó parte la celebrada Nine Sinatras’s songs.

Tharp, quien en un principio había explorado dentro de las visiones de un cuerpo cotidiano y transeúnte, que tomaba con desparpajo parques, iglesias, calles, aceras y azoteas, había alcanzado ya una síntesis propia de lenguajes pertenecientes a géneros y tendencias tenidos como distintos y hasta antagónicos.

In The Upper Room, de Twyla Tharp

In The Upper Room ejemplifica la maestría con la que Tharp logró fusionar el rígido vocabulario académico, con la desaprensiva soltura corporal de la nueva danza, todo dentro de una amplia y expansiva abstracción escénica. Los cuerpos de 14 bailarines, con sobrias distinciones de género, se desplazan dinámicamente con una libertad no exenta de orden y estructura, en medio de un espacio sin límites visibles.

Nueve escenas, cada una constituyente de una unidad autónoma, y que juntas conforman un lienzo integrado de formas elaboradas y excitantes colores primarios, segmentan la propuesta coreográfica de Tharp que apunta hacia movimientos depurados y reiterados, aunque también personalizados por los íntimos impulsos y las poderosas energías de sus intérpretes. La creadora da preeminencia al trabajo grupal, a las acciones colectivas antes que a los actos de representación solista. El resultado es un incesante regodeo corporal donde no hay anécdotas ni personajes, sino un fluido infinito de cuerpos que recrean con calculada distancia algunos de los más reconocibles estereotipos de la sociedad estadounidense.

In The Upper Room, de Twyla Tharp

La música de Glass es en sí misma una invitación al baile lúdico, aunque científicamente organizado. Junto a la propuesta plástica de movimientos de Tharp, tanto precisos como desarticulados, plenos de giros, saltos y desplazamientos, los infinitos acordes musicales refuerzan la asepsia contaminada y el racionalismo emocional que impregnan de continuo esta obra, que se inicia con una niebla densa en la escena, que se va disipando hasta dejar el protagonismo a los cuerpos en incesante movimiento, envueltos en trajes a rayas que van dando paso al rojo.

Pieza capital en la carrera de Tharp, In The Upper Room ha integrado los repertorios de las más afamadas y tradicionales compañías del mundo, sin perder un ápice de su espontaneidad.


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