La castiza e imponente figura de Francisco Kerdel Vegas, armonizaba con su dilatada cultura, espíritu público y don de gentes. Médico cirujano egresado de la Universidad Central de Venezuela (1951), siguió estudios de posgrado con especialización en Dermatología en las universidades de Harvard y de Nueva York (1952-1954). Su extensa y reconocida carrera profesional siempre estuvo señalada por valores éticos y elevados estándares de calidad humana en el tratamiento de pacientes con enfermedades de la piel; fue un confirmado erudito, siempre persuadido de las bondades del estudio y la investigación como elementos esenciales en la generación y posterior aplicación –también en la difusión– del conocimiento. En ese camino asumirá funciones de profesor asistente y más tarde como jefe del Departamento de Dermatología en el Clínico Universitario (UCV) y en el Hospital Vargas.

Individuo de Número de las Academias Nacional de Medicina y de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, fue igualmente miembro honorario de las Academias de Brasil, Colombia, Chile y Paraguay. Ocupó elevadas posiciones en la diplomacia como embajador de Venezuela en el Reino Unido, en Francia e igualmente como representante en la Unesco, destacándose en todas ellas por su consagrado empeño en promover los valores nacionales y en establecer nuevas relaciones con instituciones de la cultura, de la enseñanza y del desarrollo económico y científico. En todo ello se le recordará por su seriedad y elegancia, por su empeño en mantenerse actualizado en los asuntos de su interés y competencia, tal como lo venía haciendo desde finales de la década de los cincuenta del pasado siglo, cuando trabajó enérgicamente en la reestructuración del Departamento de Dermatología del Hospital Vargas, un esfuerzo concertado para renovar la enseñanza, el entrenamiento de los facultativos y el cuidado de los enfermos –incluido en ello el desarrollo de la investigación y de los estudios de posgrado–.

Los temas de la educación y el aprendizaje fueron para Kerdel una pasión de vida. Además de sus labores docentes y de investigación en la UCV, fue el primer vicerrector académico de la Universidad Simón Bolívar, así como también promotor y miembro del Directorio del Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho. Solía enfatizar sobre la importancia de una buena educación formal en Venezuela, complementada con estudios de posgrado en universidades del exterior; esto último en su concepto abriría la mente de nuestros profesionales a todo un mundo de posibilidades que redundarían en beneficio del país, derivando en mejores prácticas, buenos ciudadanos y venezolanos capaces de enfrentar los desafíos de los nuevos tiempos.

Otro asunto de particular interés para Kerdel fue la conservación de los recursos naturales renovables. Para él la salud pública debía necesariamente abordar los retos del cambio climático. Fue prolijo en la búsqueda y consolidación de relaciones de colaboración con instituciones del exterior, entre ellas el Smithsonian Institute, el American Museum of Natural History y el New York Botanical Garden en Estados Unidos, así como también el Kew Garden y la Royal Geographical Society en la Gran Bretaña. De estos esfuerzos de cooperación cabe destacar la promoción y exitosa realización de la Expedición al Parque Nacional Serranía de La Neblina (1983-1985), en la cual participaron destacados científicos venezolanos y extranjeros, resultando de ella numerosos hallazgos de extraordinaria importancia –fueron descubiertas para la ciencia más de 1.000 nuevas especies entre mamíferos, reptiles, anfibios, aves, insectos, parásitos y plantas–. Una realización coordinada con quien fuera su íntimo amigo Francisco Carrillo Batalla, presidente de la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, Fudeci, institución vinculada a la Academia que impulsó y financió la mayor parte de la referida expedición.

Es preciso destacar su activa coordinación y coautoría con el entonces embajador de Venezuela en Londres Miguel Ángel Burelli Rivas –de tan grata memoria, el último notable canciller de la República– para la creación en 1967 de la Cátedra Simón Bolívar en la Universidad de Cambridge. Kerdel en su carácter de agregado científico de la embajada, pensó el propósito significativo encomendado por Burelli Rivas, en orden de estrechar las relaciones culturales y científicas entre Venezuela y la Gran Bretaña. De allí surgirá la Cátedra de Estudios Latinoamericanos, con la que –en palabras de Kerdel– “…intelectuales e investigadores venezolanos [y latinoamericanos] podían alternar con sus colegas de otros países y dar a conocer los aportes de nuestra cultura en un ámbito verdaderamente internacional…”. Fue aquel un logro trascendente, de singulares contornos y que ha dado relieve a los estudios regionales bajo la participación de figuras relevantes como Arnoldo Gabaldon Carrillo, Octavio Paz, Marcel Roche, Mario Vargas Llosa, Asdrúbal Baptista, Carlos Fuentes, Allan R. Brewer Carías y Fabián Michelangeli, entre otros.

Francisco Kerdel Vegas no descansará en sus propósitos de enaltecer el gentilicio venezolano. Su insaciable creatividad le llevará una vez más a pensar opciones para el desarrollo humano, para el intercambio de valores culturales y del conocimiento entre las naciones, como respuesta a las exigencias del adelanto económico, social y científico. Nace bajo su impronta el proyecto TALVEN con la finalidad de identificar y estrechar vínculos con venezolanos radicados en el exterior, de modo tal que éstos tengan oportunidad de transferir conocimientos adquiridos y experiencias vividas a sus correligionarios en el país. Un proyecto hermosísimo y de inmensa relevancia práctica, no solo por el valor intrínseco del intercambio propuesto, sino también por el significado de la integración de talentos abocados a una misma causa venezolanista.

Todo lo anteriormente expuesto nos desdobla un carácter excepcional, desenvuelto en un país de grandes posibilidades como comprueban los hechos registrados en la segunda mitad del Siglo XX venezolano. Un país que sin duda perdió el rumbo desde 1999, pero que aún encontrará modelos de desarrollo adecuados a sus realidades tangibles, tanto como el ejemplo paradigmático de quien fuera uno de los más destacados médicos de su generación.

Concluyo con una nota de carácter personal, tras su sensible fallecimiento en fecha reciente. Francisco Kerdel Vegas siempre me distinguió con su estima y reconocimiento en numerosas e inolvidables ocasiones; solía verle en las Academias, en eventos organizados por Fudeci, en los cuales animado por su generoso empeño tuve oportunidad de participar como ponente sobre temas diversos en materia de conservación ambiental y desarrollo sustentable –una pasión compartida entre nosotros–. Me hacía el honor de leer y comentar mis artículos publicados en medios de prensa, siempre con espíritu crítico y en todo animando mis tempranas inclinaciones al oficio de escritor. Coincidimos a un mismo tiempo en el Servicio Exterior de la República, él en París y yo en Nueva York, siempre en ocasiones propicias para el intercambio de buenas ideas; juntos realizamos en la sede del Consulado General de Venezuela un evento promocional del proyecto TALVEN al que otorgamos decidido respaldo, en el empeño de identificar talento venezolano residenciado y activo profesionalmente en la ciudad de los rascacielos. Y por encima de todo ello, invariablemente he sentido gran admiración por él, por el significado y alcances de su trayectoria moral y profesional –genuino referente de venezolanidad–, por su hombría de bien y ante todo por el enorme privilegio de su amistad.


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