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Foto EFE

No se trata de un gravamen para aquellos afortunados que tienen millones y se les antojó comprarse un yate, aunque así se pudiera pensar por el nombre, “a las grandes transacciones”. El que concibió este esperpento de impuesto debe ser fanático de Frankenstein, pero el muñeco le resultó más que amorfo porque después de que lo crearon no saben cómo aplicarlo.

Aunque este tipo de obstáculos es recurrente en todas y cada una de las medidas que aplica el gobierno chavista, sobre todo en materia económica, a veces puede ser más acertado pensar que el enredo es a propósito. Con el impuesto a las grandes transacciones pasa más bien lo de siempre, que al final se vuelve contra los ciudadanos.

El último detalle de este gravamen es que provocó la “suspensión” de las transacciones que algunos bancos permitían de mantener una cuenta en dólares y pagar con su tarjeta de débito en bolívares. Tampoco podrán hacerse transferencias entre cuentas de un mismo cliente de divisas a moneda nacional. Esto había aliviado mucho la falta de efectivo y el fastidio del cambio cuando los totales no eran exactos. La razón de esta medida es que no tienen claro ni los bancos ni Sudeban si debe aplicarse el impuesto en estos casos.

Hay que estar bien mal para definir como “grandes transacciones” un cartón de huevos (aproximadamente 6 dólares) o un kilo de queso blanco (8 dólares). Pues a esa señora le van a cobrar 3% más sobre esa compra. ¿Les parece justo? A esto se le agrega el 16% leonino del impuesto al valor agregado. Claro, pero de céntimos en céntimos van juntando una gran cantidad. Lo malo es el destino de lo que recolecten, que nadie lo sabe, o más bien, muchos lo sospechan.

Algunas fuentes extraoficiales hablan de que el gobierno ahora busca estimular el uso de los bolívares, esos que no existen y que poco rinden. Pareciera que les da una especie de urticaria cuando ven que algo de lo que hicieron facilita la vida del venezolano, y entonces echan para atrás. La economía del país había obtenido cierta “estabilidad” y Maduro hasta estaba pidiendo el Nobel porque logró bajar la hiperinflación. Ahora resulta que, como las arcas las debe haber dejado vacías, consiguió otra manera de meterle la mano al bolsillo del pobre venezolano, y poco le importa si con ello estimula otra vez el alza en los precios.

“Paguen en bolívares”, dicen ahora los encargados de la política económica chavista, después de que pusieron a la gente como loca a procurarse los dólares para poder hacer rendir su ya diezmado presupuesto. Por donde se mire, el ciudadano sale perdiendo. Eso es lo que pasa cuando se pone en manos de gente que no conoce algo tan vital para la sociedad. No saben a ciencia cierta cómo aplicarán el impuesto después de que crearon al monstruo. Si hubieran estudiado un poco sabrían que lo más importante es asegurar la aplicabilidad de una medida, porque si no, se convierte en letra muerta.

Pero eso no ocurrirá en este caso, y no porque estén tratando de enderezar el entuerto, sino porque en lo que sí han demostrado eficiencia es en raspar la olla. Ellos aplicarán este impuesto como sea y a quien sea.


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