A estas alturas del juego político en Venezuela hay una palabra que simboliza perfectamente la tragedia que, con tan macabra perseverancia, nos ha reservado el destino. Sí, ¡esa misma es!

Es esa palabra ya tan arraigada, y que se confunde con esa maldita resignación a la que nos han acostumbrado desde mucho tiempo atrás; esa que flota alrededor de todos nosotros como una especie de aura de ángel celestial.

Si, “impotencia” es lo que todo un país vuelve a sentir ante el descarado y cínico anuncio de un Consejo Nacional Electoral bajo el control del régimen, que cachetea una vez más a los incautos e inocentes personeros de la oposición que siguen creyendo que por las vías institucionales y constitucionales vamos a salir de la dictadura.

Impotencia es lo que nos da cuando oímos al destemplado Diosdado Cabello adelantarse descaradamente a ese mismo CNE, con sus cifras en mano, amenazando al mismo tiempo a los que torpemente se atrevieron a estampar sus firmas solicitando la vía del revocatorio para salir de Nicolás.

Impotencia al ver al psiquiatra del régimen arremetiendo contra uno de los rectores del CNE asumido como opositor, gritando a los cuatro vientos que “no hubo actor político que propusiera modificar la (tracalera) normativa del CNE sobre el revocatorio”; e impotencia también al tener que calarnos a Maduro decirle imbécil a Juan Guaidó y escupirnos cínicamente en nuestra cara la sentencia según la cual el Consejo Nacional Electoral ofreció todas las garantías para poner en marcha el proceso refrendario, nada menos y nada más que 12 horas para recolectar las firmas del 20% del padrón electoral.

Todo un país engañado y sometido que también tiene que aguantarse la impotencia que produce un Juan Guaidó repitiendo como un loro que los venezolanos necesitan una elección libre y transparente para salir de Maduro, pidiendo al gobierno de Estados Unidos, para colmo de males, la eliminación progresiva de las sanciones económicas, con miras a reanudar las negociaciones en México. Algo así como un mandado que le hubiese encomendado el propio gobierno de facto.

Y, entonces, para confundirnos un poco más, nos dice que hay que enfrentar a la dictadura “con movilización, presión social, unidad de la oposición y objetivos claros”.

Esto que nos dice Guaidó se parece mucho a los planteamientos e interpretaciones de la física teórica sobre la posibilidad de viajar en el tiempo. ¿Movilización y presión social? Muy bien, pero… ¡dime sinceramente, Juan! ¿con qué “trasero” se sienta la cucaracha? Hace poco convocaste una movilización para el 12 de febrero, y ya sabemos cuál será el volumen de asistencia. Algo así como lo que ocurrió en los campos de pelota de la recién finalizada temporada de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. La sentencia clara y raspada es esta: se necesita una nueva fuerza y liderazgo político en Venezuela para volver a soñar con aquellos buenos tiempos de las marchas multitudinarias que inquietaron al régimen.

¿Unidad de la oposición? ¡Bravoooo! Eso sí, ¿ves? Pero ¿es que acaso se ha hecho lo estrictamente correcto para lograr ese vital propósito? I don’t think so!, como dirían los gringos que, por cierto, son los culpables en gran parte de que estemos en esta terrible trayectoria inercial. Es esa continuidad tuya en el interinato la que está impidiendo que se llegue precisamente a esa unidad cívico-política que tanto necesita Venezuela para desbancar a este régimen oprobioso.

Ya existe una propuesta interesante para elegir lo que sería la nueva dirección política de la oposición, a través de una especie de primarias, un método que se adapta a las más sencillas prácticas democráticas. Tienes que convencerte de una vez, Juan: desde tu posición como presidente interino ya no convocas a nadie, y a estas alturas ya se sabe que la comunidad internacional no hará más de lo poco que ha hecho hasta ahora y los militares están desde hace mucho tiempo comprados y neutralizados. Así que, por favor, dale al país una oportunidad de agrupar sus fuerzas y establecer un mecanismo de dirección política real.

¿Objeticos claros? Todos pensábamos que tú estabas clarito en aquello de tu mantra: “Cese de la usurpación, proceso de transición y elecciones libres”; pero luego resultó que de un día para otro te extraviaste para luego quedar íngrimo y solo en el medio de una plaza. El objetivo máximo sigue siendo el mismo: sacar a Maduro del poder con la fuerza que solo la gente en la calle bajo una dirección política renovada y firme puede lograr. La perspectiva de un próximo y único ciclo electoral en 2024, a muchos años luz del presente, convierte aún más la figura del interinato en un jarrón chino.

Las movilizaciones efectivas contra el régimen deben tener lugar en un corto plazo, si es que se quiere y puede hacer algo efectivamente, porque esperar al 2024 sería como validar la legalidad de un gobierno de facto que cometió fraude en 2018, 2020 y 2021, ante la confusión y resignación de todo un país y de una apaciguadora comunidad internacional.

Hasta ahora, el régimen de Maduro ha sabido sacar buen provecho de ese empeño de la oposición en estar dividida para enfrentar ―de acuerdo con agendas ocultas y particulares de cada grupo―, a un aparato represivo que si algo hay que reconocerle es esa capacidad de mantenerse unido en momentos que les han sido adversos.

La oposición debe copiar lo bueno del régimen, sin complejos. ¡Quién sabe!, a lo mejor por ahí se producen algunos resquemores al interior del chavismo-madurismo, que los hay. Estemos pendientes, por cierto, de las próximas movidas de Diosdado, quien estuvo muy activo, primero, en aquello de la trampa que quería montar en Barinas, y ahora, en estos días, con la atrocidad cometida respecto a la ilusa solicitud del referéndum revocatorio.

¿Será que Diosdado se ve como candidato presidencial para el 2024?

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