Por Javier Vívas Santana

Nicolás Maduro tal y cómo se equivocó en anteriores declaraciones, afirmando que todo estaba «listo» para reanudar clases presenciales, vuelve no solo a incurrir en el mencionado error, sino que «asume» para que volvamos a activar la normalidad de la praxis educativa una eventual vacunación anticovid-19, que se encuentra inalcanzable en este momento, y que también deja en evidencia que pareciera desconocer el abandono y destrucción en que se encuentran las infraestructuras físicas de escuelas, liceos y universidades, sin obviar la crítica situación del servicio de transporte público, ya de por sí bastante deteriorado, ahora agravado por la ineficiente distribución de combustibles.

En efecto, Maduro habla de vacunar a la población estudiantil, cuando para lograr tal meta, estaríamos hablando de cerca de 10 millones de estudiantes, y no menos de 500.000 docentes a escala nacional, o sea, aproximadamente más de un tercio de los venezolanos, cantidad que está muy lejos de poder ser concretada, y que en la misma medida revela que el madurismo no tiene ni remota idea de que luego de casi dos años de suspensión en relación con la presencialidad del calendario escolar, los planteles y centros universitarios prácticamente han sido arrasados por los delincuentes, es decir, no solo estamos hablando de ir a pintar unas fachadas, es que lo estudiantes no tienen ni pupitres, y menos laboratorios y canchas deportivas, y peor, en estos no existen lavamanos ni instalaciones sanitarias. Hablar de comedores sería una utopía.

En tal sentido, asumiendo que pudiera lograrse la vacunación de toda la población estudiantil y docente. Verbigracia, vacunar unas 3 millones de personas mensuales a partir de junio, o lo que es lo mismo, 100.000 personas diarias siendo inmunizadas ante el covid-19, el madurismo no estaría en condiciones de recuperar cuando menos 50% de la estructura educativa del país en lo que resta del año.

Si a tal debacle de políticas públicas evaluamos las dificultades sociales de las familias para adquirir uniformes, zapatos y materiales pedagógicos, en el medio de amplias complejidades de llevar y buscar a sus hijos, no solo por el reducido número de unidades de transporte por la escasez de gasolina y diesel, tampoco existe disponibilidad de efectivo para el pago de pasajes. Ante ello, pues, Nicolás Maduro ha vuelto a lanzar otra de sus perogrulladas porque solamente él es quien al parecer ve posible que este 2021 haya un posible retorno a clases presenciales.

Y es que a las dificultades mencionadas, no podemos ignorar que los educadores se encuentran sobreviviendo ante la gigantesca crisis económica, haciendo cualquier actividad ajena a su ejercicio docente, razón por la cual habría que preguntarle a Nicolás Maduro y los maduristas: ¿Podrá regresar el magisterio a sus labores devengando «salarios» que en el mejor de los casos llegan a los 5 dólares mensuales?

La situación de la educación venezolana no solo está sujeta a la vacunación, y si bien, esta acción resulta un paso fundamental e indispensable para la reanudación de las clases presenciales, la gravedad del hecho educativo ha tocado fondo en términos de destrucción académica. Es imposible reanudar un mínimo de normalidad pedagógica con escuelas, liceos y universidades que no tienen ni una poceta, y cuyas aulas solo quedaron convertidas en cementerios de paredes que no tienen puertas ni ventanas. Regresar a clases no es la simple sintaxis de una oración, es la articulación de un conjunto de acciones que sobrepasaron la vacunación.

Hoy, ni siquiera el madurismo ha hecho público el presupuesto de la educación. Y que conste, no basta con decir demagógicamente que se invierte «7% del producto interno bruto» en este campo. Es que se le hable claro a los venezolanos de cuántos millones de dólares se tienen destinados al campo de la educación inicial, primaria, secundaria y universitaria, y por ende, conocer con exactitud la cantidad que de ese presupuesto se destina a cada estudiante y docente, y por supuesto, a cada institución educativa.

Evidentemente, tanto Nicolás Maduro cómo sus panegíricos maduristas, y sobre todo el actual «ministro» de Educación, no tienen ni la más remota idea de las acciones que se deben llevar a cabo para la reanudación de las actividades presenciales en el área de la enseñanza y aprendizaje.

En síntesis, no son suficientes los deseos de querer volver a clases. La educación es algo muy serio. Es imposible que se intente normalizar la praxis social forzando que alguien en estado paralítico pueda caminar.

Mientras tengamos un régimen en estado de paraplejia pensativa con respecto a cómo se deben planificar, dirigir y concretar las políticas públicas, en especial en materia asistencial y educativa, lo único que podemos tener claro los venezolanos es que más que el covid-19 como impedimento para volver a clases presenciales, será la ramplonería y la incapacidad de una cúpula política la que seguirá impidiendo la normalidad de la educación en nuestro país.


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