A lo largo de todo el siglo pasado Venezuela fue eminentemente el destino  apetecido por los migrantes, “en el censo de 1960 se verificó la presencia de 15% de extranjeros en la población, principalmente oriundos de España, Portugal, Italia; también de origen libanés, sirio y judío”. (Páez, T.,  La voz de la diáspora venezolana, Madrid, Catarata 2015). A partir de 1960 Venezuela recibe olas de migrantes del Caribe y Latinoamérica: Colombia, Argentina, Perú, Chile, Ecuador, Bolivia, Cuba, Panamá, República Dominicana y otros, motivados por las duras situaciones económicas en el continente, así como por las férreas dictaduras en varios países y para completar, la presencia de guerrillas desestabilizadoras de algunos gobiernos. En resumen, “Venezuela fue la solución a los efectos de la violencia, el autoritarismo, la guerrilla, los regímenes dictatoriales, que ocasionaron desigualdad, pobreza e inflación en los países de la región”. (Tomás Castillo Crasto y Mercedes Reguant Álvarez, Percepciones sobre la migración venezolana, Caracas, 2017).

Para el venezolano ausentarse para vivir en otro país era ni siquiera imaginable pues consideraba que su nivel de vida a futuro aquí no estaba en riesgo, al contrario, las expectativas de desarrollo eran elevadas.

La idea de emigrar se asoma al final de la década de los ochenta, específicamente en 1989, cuando, se presenta el estallido social jamás vivido para entonces en la reciente era democrática venezolana, el Caracazo, ocurrido los días 27 y 28 de febrero. La explicación de tal estallido es que fue una respuesta a los ajustes económicos del gobierno de Carlos Andrés Pérez. “La pérdida en Venezuela de la estabilidad económica, social y política en 1989 ocasionó un  importante retorno de españoles a su país…”. (Fernández, M. Aproximación interdisciplinar al análisis de las migraciones. Madrid, Universidad Pontificia Comillas. 2013). De igual manera, originarios de Italia y Portugal retornaron a sus países con sus hijos y nietos,  valiéndose de la ventaja de solicitar el pasaporte de la Unión para los nacidos fuera de Europa,

El verdadero inicio, aunque tímido, de lo que se podría llamar realmente una emigración de venezolanos, comienza en 1994 con el llamado “Crash Financiero”, que llegó hasta la intervención de algunos bancos, presentándose el desequilibrio económico más grande en Venezuela para entonces, y creando consecuentemente la desconfianza sobre el futuro del país e impulsando por primera vez a muchos ciudadanos venezolanos a emigrar y resguardar sus capitales.

Ya para finales del siglo XX se presenta la real ola migratoria de venezolanos, específicamente en los años 1999 y 2000. El cambio de gobierno del año 1998 transformó completamente el escenario político y socioeconómico que presentaba el país, una intensa conflictividad política y social afectó la vida cotidiana de toda la población. “El hecho de no visualizar oportunidades de desarrollo individual y la inseguridad personal se han convertido en las razones más frecuentes de la emigración venezolana”.  (Freitez, A. La última década. Temas de conyuntura, Julio-2011).

En los diez años comprendidos entre 1998 y 2008 (recordemos el estallido político-militar y el conflicto petrolero en el año 2002) se presentó un fuerte cambio en la situación socioeconómica del país, aumento en el índice de desempleo, una fuerte devaluación afectada por un control de cambio, un reducido salario mínimo, en fin, un detrimento del nivel de vida en general (Balza, R. Del golpe de Estado al socialismo bolivariano, Venezuela. Caracas, Centro Gumilla y el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales, 2009).

Desde el inicio de la segunda década de este siglo, y hasta la actualidad, se ha presentado un impresionante fenómeno de incremento exponencial en el deterioro de la vida social del venezolano, una hiperinflación, graves problemas de salud y seguridad, desabastecimiento de los  renglones básicos de la vida diaria como alimentos y medicinas, insalubridad. Y como resultado de estas condiciones de vida, el efecto emigratorio es inminente, de tal manera que como se mencionó, para finales de 2019 el 15% de la población emigró a distintos destinos, especialmente Latinoamérica, Norteamérica y España, lo cual contrasta lamentablemente con el 15% de extranjeros en la población de Venezuela para la década de los sesenta. “Los venezolanos son hoy en día la segunda población desplazada fuera de su país más grande del mundo, después de los 5,6 millones de refugiados sirios”, dijo a CNN en Español el portavoz de Acnur para América Latina, William Spindler.

La particularidad demográfica de este período de los primeros veinte años del siglo se presenta  en la disminución de la población nacional por la escalada del fenómeno migratorio, “Después de casi dos siglos de ser un país receptor de inmigrantes,… se  presenta un éxodo sin precedentes y en el contexto de mayor volumen de ingresos que ha percibido el país a lo largo de toda su historia”. (Páez, T., 2015)

La alta emigración origina para la sociedad del país un deterioro considerable en la calidad de vida. Con el voluminoso desplazamiento de nuestros compatriotas, se perdió parte del activo más importante de las instituciones, organizaciones y el estado, que es el capital intelectual, necesario primero para mantener vigente y actualizado nuestro conocimiento con el progreso global, y en segundo término para transformar y desarrollar particularmente nuestra sociedad.

Cuando superemos la presente coyuntura, una vez vencida la situación de crisis que padecemos, se han de implementar políticas para compensar las pérdidas intelectuales; en primer lugar para el retorno de los emigrantes venezolanos, entre los cuales existe una gran cantidad de compatriotas altamente calificados que hemos perdido y ojalá retornen;  así como nuevas políticas de captación de personas con capacidades especiales en investigación, tecnología, administración, arte, música, deporte u otra categoría. El reto es inmenso, sin embargo la capacidad nacional se presta para elevar el nivel intelectual nacional a través de una migración selectiva, creando estrategias de identificación y captación de personas calificadas para lograr el progreso requerido.

 


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