Igor Barreto / Vasco Szinetar©

Mi lectura, no es necesario decir que arrebatadamente subjetiva y emocionadamente arbitraria, nota en su intelección una estructura dialógica monologada del sujeto lírico consigo mismo en el cual resalta un saber mayestático por donde se filtran tradiciones judeocristianas muy caras a la formación cultural del lector occidental. En el poema -el poeta- postula una búsqueda agonística incesante en procura de la verdad estético-sensible, emocional y conmovedora.

Pascal Quinard y Valle-Inclán son cifras que rotulan sendos paratextos que dan inicio a lo que se podría considerar una como «segunda parte» de este dechado de asombros verbales, de singulares virtudes verbo-linguísticas de acendrados cognomentos enunciativos. El poema intitulado: Academicismos, el poeta con despellejada conciencia ética del lenguaje el carácter de ensayo que posee el acto creador y marca distancias con eso que en el poema él mismo tipifica como «rebabas líricas». (p.49)

Sostiene -además- que los dioses que rigen el mundo ritual de las peleas de gallos, a saber confoman un tetrálogo: Daimon, Tyche, Eros y Ananke.

Los rituales gallísticos son considerados por el poeta como auténticas «zarabandas babélicas». Las ceremonias rituales, inevitablemente violentas, de las peleas de gallos comportan una cultura tanatocrática donde el sentimiento de desgaste y pérdida inextricablemente asociado a la euforia caracteriza el combate y riña de estas aves del paraíso y el infierno juntamente. Una remota sombra se extiende desde la oscura noche de los tiempos hasta nuestros días. El autor dice en una entrevista concedida en el portal digital Prodavinci que «el gallo de combate tiene más de 3000 años de existencia». La cultura china, hindú, persa, griega, las Saturnales de Macrobio, la Ilíada, la Odisea, se suceden en este libro con inusitado brillo telúrico que le confiere el sol quemante de las infinitas sabanas apureñas y las caleidoscópicas alucinaciones vespertinas de las tardes de San Fernando. Afirma el poeta en la entrevista antes citada: «La primera parte de mi libro presenta unos personajes, unos problemas e ideas sobre la poética, sobre cuáles son los grandes problemas que yo considero que hay en la poesía y cuáles los problemas que tiene el hombre actual: la puesta en duda del rito, la pérdida de los mitos». En tanto que lo que estima el poeta como la sección intermedia del libro es una exploración cuasi ensayística del significado de los gallos con especial énfasis en el contexto cultural latinoeamericano.

El poeta no habla de «invierno» al mado eurocéntrico, se refiere a «épocas de aguacero» y eso me gusta en grado superlativo, pues se aviene bien con mi forma de  nominar también las mal llamadas «estaciones» por estas aceras del orbe terráqueo.

El poema en Igor Barreto funda y refunda su propia Odisea y su particular Ilíada con sus peculiares holocaustos autodestructivos.

Celebro con jubiloso entusiasmo la poética que confluye en estas páginas que recusan el vaniloquio y la vanilocuencia estridentista de tono menor que se ensoberbece por su propia nulificación. La iglesia iconoclasta del coliseo gallístico sólo es equiparable a la iglesia del bar de toda la noche. La cuidada metáfora cincelada pacientemente con extraordinario esmero y dedicación logra estremecedoras perfecciones verbales como esta: «Las plumas de timón y su larga pluma guía, tan parecida a un curvado sable turco».

No cabe el menor ápice de dudas;el poeta Igor Barreto ha edificado con este libro único, extraordinario, su obra magna, cumbre, su cupiera algún adjetivo para calificarle. Es a no dudarlo, su aporte más trascendente a la tradición poética venezolana de entresiglos.

 


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