Es una abreviatura muy popular retratar la política internacional del Oriente Medio posterior a la Primavera Árabe como una simple historia de sunitas contra chiítas, con Arabia Saudita e Irán liderando los respectivos campos sectarios, como una versión de la Guerra de los 30 Años en el Oriente Medio. Sin embargo, la realidad de las alianzas y alineaciones en la nueva guerra fría de Oriente Medio es mucho más complicada que eso, lo que lo convierte en un caso interesante para probar ideas más generales sobre alianzas. Este breve artículo pensado para el debate explorará dos temas relacionados con los alineamientos de Oriente Medio en este período: 1) qué explica el “desequilibrio” que se puede observar contra Irán en el panorama regional actual; y, a raíz de eso, 2) cómo explicar mejor los patrones de alianza en la región: mediante la lógica del equilibrio de poder, la lente sectaria o una variante del marco del equilibrio de amenazas de Stephen Walt (como lo expone en su libro “The Origins of Alliances”) que enfatiza la ideología y los problemas de seguridad del régimen interno, y por lo tanto, está informado por el énfasis constructivista en la identidad.

Pocas de las alineaciones discutidas aquí caen bajo definiciones más formales de alianza, en términos de un acuerdo escrito entre Estados para apoyo mutuo en circunstancias específicas. Pero los marcos cooperativos son lo suficientemente duraderos como para calificarlos como alianzas desde una perspectiva teórica, en el sentido de que las partes involucradas han asumido costos para apoyarse mutuamente. Las alineaciones pueden ser el descriptor más preciso, pero usaré las dos palabras indistintamente. Muchas de las alineaciones discutidas no son entre dos Estados sino entre un actor estatal y no estatal. Admito que los motivos que impulsan el comportamiento de los actores no estatales pueden ser muy diferentes a los de los Estados. Los actores no estatales están principalmente preocupados por sus fortunas dentro de la política conflictiva de sus propios Estados. Los Estados suelen tener motivos más amplios para tomar sus decisiones de alianza. Me centraré aquí en el comportamiento de los Estados, aunque muchas de sus alianzas más importantes son con actores no estatales.

“Desequilibrio” y la Nueva Guerra Fría en Oriente Medio

Un elemento notable pero subestimado de la configuración política actual de Oriente Medio es el hecho de que no se ha formado una fuerte alianza regional contra Irán. Irán es el ganador indudable en la última década de agitación regional. Es el jugador más influyente en la política iraquí ahora, tuvo estrechas relaciones con los gobierno de al-Abadi y Abdul-Mahdi, patrocina, si no controla, una serie de milicias chiítas y mantiene una relación de cooperación con el gobierno regional kurdo (ejemplificado por su suministro de armas al KRG durante el Ofensiva del Estado Islámico del verano de 2014). Su cliente, Hezbolá, sigue siendo la fuerza dominante en la política libanesa. El apoyo iraní ha sido esencial para la preservación del régimen de al-Assad en Damasco, incluso cuando han caído otros gobernantes desafiados por la Primavera Árabe. Si bien la relación de Teherán con los hutíes no es tan fuerte ni tan directa como la que tiene con Hezbolá o las milicias iraquíes, el éxito de los hutíes en Yemen contribuye aún más a la sensación regional de que Irán está en marcha. Los esfuerzos de otras potencias regionales para desafiar las ganancias iraníes han fracasado, ya sea el apoyo turco y saudita a la oposición siria (aunque diferentes elementos de ella), el financiamiento saudí de la coalición “14 de Marzo” en el Líbano y la ayuda militar al gobierno libanés, o el apoyo saudita a la oposición siria y la campaña emiratí en el verano de 2015 contra los hutíes.

Por pura lógica de equilibrio de poder, la región debería haber sido testigo de una alineación turco-saudí-israelí destinada a controlar y hacer retroceder el poder iraní. Los tres Estados se preocupan por el poder iraní. Israel y Arabia Saudita parecen identificar a Irán como su principal amenaza. Dos tercios de esa hipotética alineación de equilibrio, un entendimiento turco-saudí, tiene perfecto sentido por la lógica sectaria que muchos creen que está impulsando la política regional. Pero no ha surgido ni la alineación de equilibrio trilateral ni la bilateral contra Irán. Este es un ejemplo perfecto de «desequilibrio».

Mark Haas (“Ideological Polarity and Balancing in Great Power Politics”, 2014) proporciona un marco para entender por qué estamos viendo este claro ejemplo de “desequilibrio” regional. Haas argumenta que no es simplemente el poder lo que define la estructura de un sistema internacional. La identidad también estructura el sistema. Los Estados que comparten ideas comunes sobre principios de gobierno apropiados y legítimos tenderán a agruparse. En los sistemas caracterizados por la bipolaridad ideológica, donde las grandes potencias se dividen entre dos sistemas generales de gobierno, las alianzas tenderán a seguir líneas ideológicas y serán muy estables. Pero cuando hay más de dos principios ideológicos transnacionales presentes en el sistema, presentados por grandes potencias, aumenta la probabilidad de un desequilibrio.

Haas también argumenta que en casos de multipolaridad ideológica, los líderes estatales evitarán alianzas que parezcan lógicas desde una perspectiva de poder porque no les gusta y temen la postura ideológica de un aliado potencial. Por lo tanto, en igualdad de condiciones, un cambio de la bipolaridad ideológica a la multipolaridad hará más difícil que al menos algunos Estados formen alianzas porque es probable que haya menos aliados ideológicamente aceptables en el sistema. Cuanto mayores sean los impedimentos para la formación de alianzas, menos eficiente será el proceso de equilibrio frente a amenazas potenciales. Su ejemplo paradigmático es la negativa de los políticos conservadores de Gran Bretaña y Francia a considerar una alianza con la Unión Soviética contra la Alemania nazi en la década de 1930. Agrega otro impedimento para el equilibrio efectivo en la multipolaridad ideológica, ya reconocido en descripciones más realistas del comportamiento de las alianzas: los mayores incentivos para pasar la pelota. ¿Por qué pagar el precio de equilibrar una amenaza si un tercero lo hará gratis?. Entonces, en situaciones ideológicamente multipolares, la probabilidad de un desequilibrio es considerable.

Oriente Medio se encuentra actualmente en una situación tanto de multipolaridad de poder como de multipolaridad ideológica. Irán presenta un modelo islamista transnacional que, según afirma, debería aplicarse en toda la región, aunque su mayor atractivo es para los chiítas. El modelo iraní rechaza la monarquía, considerándola ilegítima. También desafía el orden regional liderado por Estados Unidos que prevaleció desde el final de la Guerra Fría. Arabia Saudita es desafiada directamente por el modelo iraní, particularmente entre su propia minoría chiita. Apoya a sus compañeros monarcas y desalienta la reforma democrática tanto en casa como, en su apoyo al golpe del entonces general, ahora presidente al-Sissi en Egipto, en el extranjero. Turquía, bajo el gobierno del AKP, ha apoyado una versión de la reforma democrática islamista en el mundo árabe, particularmente al respaldar los movimientos de la Hermandad Musulmana. Si bien uno difícilmente puede llamar al DAESH una gran potencia, está proponiendo un modelo ideológico salai transnacional que comparte elementos de la versión oficial conservadora del Islam de Arabia Saudita, el rechazo revolucionario de Irán al sistema regional actual y el populismo islamista sunita de Turquía del AKP, pero es una amenaza directa para los tres Estados. Mientras tanto, Israel está siguiendo un proyecto de consolidación de control territorial apenas velado en Cisjordania que lo convierte en un anatema para la opinión pública en todo el mundo musulmán.

El modelo de multipolaridad ideológica de Haas es el Oriente Medio actual, calza como un guante en lo que él expone. Los saudíes parecen inseguros sobre quién es su mayor amenaza, Irán o el DAESH. La aparentemente natural alianza de equilibrio turco-saudí contra Irán (ambos quieren ver reducida la influencia iraní en Siria e Irak) se ve obstaculizada por los temores saudíes de que el modelo turco de islamismo populista y democrático ayude a la Hermandad Musulmana en el mundo árabe. Si bien los saudíes claramente quieren hacer retroceder la influencia iraní en el mundo árabe, también han declarado a la Hermandad Musulmana una organización terrorista. Turquía se asoció con Catar, otro jugador regional que había apostado por los Hermanos Musulmanes, para alentar la oposición islamista al régimen de al-Assad, pero ahora parece estar dividido entre el objetivo de la eliminación de al-Assad y el temor de que tanto DAESH como los grupos kurdos en Siria se hayan convertido en las amenazas más destacadas para la seguridad turca. Ankara, que históricamente ha tenido relaciones decentes con Israel, por razones ideológicas y de política interna ha optado ahora por distanciarse de Jerusalén. Los deseos de algunos de los amigos de Israel en los Estados Unidos de fomentar una conexión saudí-israelí contra Irán y el DAESH no se han realizado, porque Riad no puede contemplar una relación abierta con el gobierno israelí.

¿Equilibrar qué?: Sectarismo, Equilibrio de Poder y Equilibrio de Amenaza

 El desequilibrio que predice Haas en la multipolaridad ideológica se debe en gran medida a los temores relacionados con la seguridad del régimen. Los líderes se preocupan por los efectos internos de los mensajes ideológicos transnacionales y, por lo tanto, desconfían de asociarse con aliados regionales cuyos propios principios de gobierno nacional legítimo están en conflicto con los suyos. De esta manera, usar el marco de multipolaridad ideológica de Haas para explicar el desbalance en el Oriente Medio es consistente con trabajos anteriores sobre alineamientos regionales que han defendido la primacía de las consideraciones de seguridad del régimen y la importancia de los factores ideológicos transnacionales para impulsar las decisiones de la alianza.

La lógica directa del equilibrio de poder, definida estrictamente como un comportamiento de equilibrio frente a las amenazas definidas por las capacidades materiales, no puede proporcionar una explicación tan completa del desequilibrio en el Oriente Medio contemporáneo. Ciertamente puede explicar por qué los saudíes e incluso los turcos están preocupados por la creciente influencia iraní en el mundo árabe. Pero no puede, casi por definición, explicar el bajo balance. Las alineaciones que cabría esperar según la teoría del equilibrio de poder (saudí-israelí, saudí-turco, turco-israelí) no se han realizado, al menos hasta ahora.

El sectarismo, el marco más popular para comprender la dinámica actual de la política regional, tampoco es satisfactorio para explicar el desequilibrio. Una perspectiva sectaria supondría que los sunitas se unirían, pero eso no ha sucedido. No ha aparecido ninguna alianza de poderes regionales suníes que reúna a Arabia Saudita y Turquía junto con Egipto, Jordania y los Estados del Golfo. Más bien, los patrones de alianza entre los Estados sunitas están más impulsados por la compatibilidad ideológica y la similitud del régimen. Arabia Saudita está estrechamente alineada con otros monarcas y con el régimen anti-Hermandad Musulmana del general al-Sissi en Egipto. Turquía ha estado más estrechamente alineada con Qatar bajo Shaykh Hamad, cuando Doha respaldaba más activamente las causas de la Hermandad Musulmana, con Egipto bajo el breve gobierno de la Hermandad de Mohamed Morsi, y con la administración de Hamas en Gaza.

Esto no quiere decir que el sectarismo no sea importante en el panorama actual de alineación en la región. Existe una afinidad electiva entre Irán y los grupos chiítas como Hezbolá, varias milicias chiítas iraquíes, quizás incluso los hutíes, aunque no son ja’faris sino zaydis. La Hermandad Musulmana mira históricamente a las potencias sunitas más que a Irán en busca de apoyo (aun cuando Irán ha apoyado a Hamás). Los sunitas libaneses y yemeníes buscan ayuda en Arabia Saudita. Pero la importancia del sectarismo proviene del debilitamiento o la ruptura de la autoridad estatal en muchos lugares donde, por diversas razones, el sectarismo ha sido una parte destacada de la identidad política. La política libanesa, siria, iraquí y yemení tiene importantes elementos sectarios. A medida que el Estado ha visto cómo se aflojaba (o colapsaba por completo) su control en estos lugares, las identidades sectarias han pasado a primer plano en las luchas locales por el poder. Los grupos sectarios buscan naturalmente el apoyo de sus co-sectarios en la región: los chiítas a Irán y los sunitas a Arabia Saudita y Turquía. Estos grupos locales invitan a los forasteros a sus propios conflictos domésticos. La plantilla sectaria surge desde abajo; no se impone desde arriba.

La seguridad del régimen interno explica mejor el comportamiento de alineación de los actores regionales en el Oriente Medio. Arabia Saudita apoya a otros monarcas y a un gobierno egipcio que se opone al populismo islamista democrático. Turquía considera a los kurdos sirios tan amenazantes como el DAESH, debido a su continua preocupación por la política de identidad kurda en la propia Turquía. La aparentemente “natural” alianza turco-saudí, anticipada tanto por la estricta lógica del equilibrio de poder como por los entendimientos sectarios de la política regional, no se ha producido porque los dos Estados desconfían de las tensiones subyacentes en sus fórmulas de legitimación interna: populismo islamista democrático vs monarquismo salai. Israel, la potencia militar más fuerte de la región, es un socio de alianza inaceptable para cualquier Estado regional debido a las posibles consecuencias políticas internas de una asociación abierta con Jerusalén.

Conclusión

Haas sí señala que las alianzas entre líneas ideológicas en la multipolaridad ideológica son casi imposibles; simplemente son más difíciles de lograr de lo que predecirían las interpretaciones realistas de la teoría del equilibrio de poder. Argumenta que si los poderes en diferentes polos ideológicos ven de forma independiente a un tercer poder como su amenaza de poder más destacada y su amenaza ideológica más destacada, entonces se puede formar una alianza de equilibrio contra ese tercer poder a través de líneas ideológicas. Por lo tanto, las democracias occidentales y la Unión Soviética finalmente se aliaron contra la Alemania nazi, aunque les tomó bastante tiempo a las partes establecer finalmente esa alianza.

Haas sigue a Peter Katzenstein al afirmar que las identidades no se pueden estipular deductivamente. Deben investigarse empíricamente en circunstancias históricas concretas. Los conservadores británicos y franceses estaban mucho más preocupados por la amenaza ideológica de la Unión Soviética en la década de 1930 que los socialistas británicos y franceses. Si la izquierda estuviera en el poder en Londres en ese momento, o en París durante más de unos pocos meses en ese momento, los obstáculos a la alianza que finalmente se formó entre las democracias y los comunistas se habrían reducido. Las percepciones de amenaza de los líderes son el elemento clave aquí. Esas percepciones pueden cambiar con el tiempo, o pueden llegar al poder nuevos líderes con percepciones diferentes.

Hay algunas indicaciones tentativas de que tal cambio puede estar en marcha en el Oriente Medio ideológicamente multipolar. El rey saudí Salman parece estar menos centrado en la amenaza política interna que representa la Hermandad Musulmana para el régimen saudí que su predecesor. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, podría estar sintiendo su actual aislamiento regional más que en el pasado. La creación de la Zona Desmilitarizada de Idlib por parte de Turquía y Rusia en Septiembre de 2018 podría (y recalco que podría) indicar una nueva voluntad de cooperación entre los clientes de ambos bandos en Siria. El Partido yemení Islah, del que forma parte la Hermandad Musulmana Yemení, ha anunciado su apoyo a la campaña de bombardeos saudíes contra los hutíes. En su campaña yemení actual, los saudíes parecen haber dejado de lado su anterior aversión a apoyar a la Hermandad Musulmana local.

Todo esto son pajas en el viento. Pero plantean la posibilidad de que el rey saudí esté reevaluando la clasificación de su predecesor de las amenazas que enfrenta Riad, minimizando la amenaza de la Hermandad Musulmana a la seguridad del régimen interno saudí y abriendo así la posibilidad de una alianza turco-saudí contra Irán. Por supuesto, la conclusión exitosa de las conversaciones P5+1 con Irán podría llevar a otras partes regionales a concluir que tienen que hacer sus propios tratos con Teherán, o podría aumentar los incentivos de equilibrio contra los iraníes. Mucho dependerá del curso de la política exterior iraní tras el reciente acuerdo nuclear. Si se desarrolla un acercamiento real entre Irán y Estados Unidos, ese sería el tipo de cambio en las “circunstancias históricas concretas” que podría ocasionar una revisión total del patrón regional de alineamientos.

@J__Benavides


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