En 2017 publiqué en Diario Las Américas la historia de un cubano a quien el castrismo, al igual que a mi padre, sacó de su casa una madrugada para enviarlo a pelear en la guerra de Angola en la década de 1970. Seis años después, en las redes sociales han emergido impactantes testimonios de jóvenes cubanos enviados a la guerra de Rusia contra Ucrania y denuncias realizadas por sus familiares desde la isla. Era de esperar.

Ante la noticia, que el régimen cubano no ha podido sepultar, unos se muestran alarmados. Otros dicen que sabían o intuían que tamaña maniobra estaría pasando. Y no faltan aquellos que prefieren, por diversos motivos e intereses, creer en las falacias oficialistas. En el mundo, están los medios de comunicación que no hablan del tema. Unos acarician el problema, o juegan con la cadena pero no con el mono. Otros indagan y denuncian. Y no faltan los perseguidores de audiencia con más o menos dramaturgia. Todo vale, dicen, en estos tiempos de máscaras y espantapájaros sembrados en el pantano social.

Desde La Habana, la dictadura cubana, vieja amiga de Vladimir Putin, ha orquestado una delirante campaña de desinformación y anunciado una supuesta investigación por actos de mercenarismo, cometidos, según arguyen, no por la alta e impecable dirigencia del Partido Comunista y el ejército, sino por otras personas corruptas, bajo el mando de una mujer o un robot que responde al nombre de “Elena la rusa”, e incluso por las propias víctimas. Toda una gran operación, con demasiados actos circenses, desplegada a espaldas del control totalitario, de los miles de agentes de la Seguridad del Estado, la policía política, todas las fuerzas militares y todo el establishment de Cuba. En fin, otra puesta en escena que pocos se creen.

Observando este paisaje es casi imposible no traer al presente la Causa 1 de 1989 donde, por traficar con drogas junto al Cartel de Medellín, supuestamente a espaldas de la familia Castro, en un acto de criminal demagogia terminaron condenados al paredón de fusilamiento altos oficiales militares, entre ellos el famoso general Arnaldo Ochoa, quien en 1984 fuera condecorado como héroe nacional por dirigir las guerras cubanas en África (fue el jefe de las misiones en Angola y Etiopía).

A propósito de este nuevo escándalo de jóvenes cubanos manipulados para pelear en el bando ruso en su guerra contra Ucrania, algo que vuelve a evidenciar la doble moral y las constantes mentiras del comunismo caribeño, mi colega Yoandy Castañeda me ha pedido rescatar la historia de Carlos E. Pedre Pentón en nuestro medio, elnuevoconservador.com. Tal vez su testimonio aporte al paralelo inevitablemente trazado entre estas dos guerras ajenas para los cubanos de a pie.

Pedre Pentón reside en Miami. Le tocó sobrevivir una parte importante de su vida bajo la égida de un sistema donde la decisión del individuo sobre sus propias acciones y su futuro, simplemente no cuentan. Por eso él fue uno de los miles mandados como carne de cañón a servir a las órdenes del ejército de la intervención cubana en África. El mercenarismo de estado, disfrazado de “internacionalismo proletario”, es una de las marcas de la revolución cubana. Sus víctimas, que quizás sean contabilizadas con certeza, siguen creciendo con el paso de los años y las guerras y las mutaciones del castrismo (neocastrismo, castrismo o socialismo del siglo XXI, neocomunismo, o el socialismo democrático que políticos de izquierda, activistas y profesores intentan imponer en Estados Unidos). El mismo perro rabioso con diferentes collares.

Al respecto, vale acotar que mientras el partido Comunista continúe en el poder y no sea proscrito, como debe ser, por sus tantos crímenes de lesa humanidad, nada cambiará realmente en la isla cárcel. Decir otra cosa es seguir infundiendo falsas esperanzas en quienes allí sufren. La solución siquiera está en la denuncia internacional como la historia ha demostrado. Sólo cambiaremos ese statu quo de 6 décadas con un levantamiento popular nacional sorpresivo para el régimen, sin insulsas peleas intestinas dentro y fuera de la isla, desatado al unísono y sostenido cueste lo que cueste. Las otras supuestas opciones han fracasado y repetirlas o sazonarlas no tiene sentido. El 11 de julio de 2021, con su despertar de la esperanza ante el terror y su triste fracaso operacional, es un ejemplo innegable de lo que pueden hacer los cubanos para librar su propia guerra. La guerra contra el castrismo. La única guerra que han de pelear mientras la dictadura exista.

Regresando a la década de 1970: A la intervención cubana en Angola se le dio el nombre clave de “Operación Carlota”, en homenaje, según el oficialismo, a una esclava perteneciente a la religión afrocubana lucumí, que protagonizó dos sublevaciones de esclavos en la provincia de Matanzas. Los primeros cubanos sacados de sus casas para ir a pelear en la guerra de Angola a favor del bando izquierdista llegaron a Luanda a finales de 1975, pero desde antes operaban en el terreno instructores militares del castrismo. No olvidemos que en 1965 el guerrillero comunista Ernesto “Che” Guevara se reunió allí con Agostinho Neto, el jefe del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), que llegó a ser el primer presidente de Angola y siempre fue un aliado de Cuba y la Unión Soviética.

“Cooperante internacionalista” fue el eufemismo escogido en 1975 por Fidel Castro (gran especialista en mercadotecnia) para identificar a los desafortunados que no tenían o no encontraban la opción de negarse a aquella encomienda. La guerra de Angola era un destino no sólo incierto y peligroso, como todo conflicto armado, sino que se desarrollaba en un paraje remoto donde la sangre cubana, como poco a poco se fue conociendo, se derramaba injustamente, mientras para los nativos del país, aquellos cubanos empujados a convertirse en soldados, eran considerados mercenarios. Y no dejaban de tener razón los angolanos. En gran medida se habían transformado en mercenarios, sin saberlo, pues no eran ellos quienes recibían el pago, sino el aparato castrista.

“A los cubanos no nos obligaron a ir a esa guerra con una pistola en la cabeza, pero sí nos forzaron de otras formas”, me dijo Pedre Pentón en una entrevista para Diario Las Américas publicada el 17 de octubre de 2017, a propósito de la presentación de su libro: Angola, la guerra innecesaria, Premio International Latino Book Awards 2019, y cuyo título desmonta una falaz categoría de Fidel Castro, que diera nombre a un filme dirigido por su documentalista preferido, Santiago Álvarez, para el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), La guerra necesaria. Después de tantas décadas de desastre, hoy la mayoría sabe que la revolución cubana ha sido, precisamente, todo lo contrario. Una innecesaria guerra contra los cubanos y contra la libertad y la verdadera democracia en el mundo.

A los pocos incrédulos, la obra de Pedre Pentón les recuerda que si los “escogidos” para ir a esa guerra le respondían a los militares reclutadores del régimen que se negaban a ir, automáticamente se convertían en parias de la sociedad y casi nadie quería eso. El llamado (en realidad, la orden) del Comandante en Jefe fue que “todo el mundo tenía que ir”, explica. “Para empezar, cuando los oficiales de reclutamiento del Servicio Militar Obligatorio, en la universidad o en el trabajo te preguntaban si estabas dispuesto a cumplir una misión internacionalista, todos decíamos que sí. Sólo contados casos dijeron lo contrario. Negarse era comprometer a la familia y nadie quería arriesgarse a que le colgaran un San Benito así de por vida”.

Lo mismo sucedió con los cubanos enviados desde 1977 al conflicto armado entre Etiopía y Somalia, en la llamada “Guerra de Ogadén”, donde la Unión Soviética y Cuba apoyaron fuertemente a Etiopía y Estados Unidos apoyó, sin éxito, a Somalia, pues en marzo de 1978 con un contraataque a dos pasos y por dos flancos, usando helicópteros soviéticos para ubicar a un batallón cubano detrás de las líneas somalíes, en una operación dirigida por el general Ochoa, las tropas cubanas y etíopes acorralaron y derrotaron a los somalíes, cuyas bajas humanas, en sólo dos días, han sido estimadas entre 3000 y 6000. Sin duda, la intervención del comunismo cubano en África ha dejado profundas marcas de muerte y terror.

Falta mucho por contar de estas castristas en medio de la Guerra Fría. Los protagonistas, operadores, víctimas, y por consiguiente los investigadores, aún no han aportado testimonios suficientes para contar a fondo la verdadera tragedia de la innecesaria intervención cubana en las guerras africanas del siglo XX. Lo sabe Pedre Pentón. Por entonces un joven, forzado y desinformado, que al pisar suelo angolano no percibió de un golpe todo el horror y el embuste al que se enfrentaría. Tardó en entender toda la magnitud del fenómeno y durante años sufrió los efectos psicológicos. Lo expresa en su libro.

“Nunca había pasado, pero de pronto nos dimos cuenta de que ya estábamos bajo las balas. Y fue tremendo, muchísimo más de lo que se puede contar”, evocó el cubano durante la presentación de su libro (octubre, 2017) en el Interamerican Institute for Democracy, en Miami.

Desembarcó en Luanda con el primer envío de soldados cubanos en noviembre de 1975, un regimiento de artillería de más de 2000 hombres. Lo que vio, lo que sufrió, dice, va más del libro. Regresó a Cuba en junio de 1976 con una historia que guardó en la memoria por 40 años y finalmente redactó. Viajó a África en un barco que transportaba harina de pescado. “Las moscas nos caminaban por los ojos. Ese fue el comienzo de algo que no podíamos imaginar. Hasta que lo vivimos. Y muchos no sobrevivieron”.

Fueron demasiados los muertos en las guerras africanas del castrismo. Y sigue siendo menospreciado el hecho. En la edición del 16 de marzo de 2018 del programa Otra vuelta de tuerka, presentado por Pablo Iglesias, politólogo comunista y fundador del partido Podemos, el escritor cubano residente en La Habana, Leonardo Padura, calificó la cantidad de muertos cubanos en Angola como “ridículamente baja para 15 años de guerra” y aseguró que “la mayoría de los que murieron fue por enfermedades o por accidentes”, tomando como guía la cifra oficialista de más de 2.000 (2.889, unos cien menos que los fallecidos en los atentados del 11 de septiembre en Nueva York) y lo peor, interpretando con desdén un innecesario y terrible número de vidas humanas eliminadas por la ambición y los anhelos expansionistas de Fidel Castro.

Otro desacierto en cuanto al impacto de esta guerra por parte del Premio Príncipe de Asturias 2015 y autor de El hombre que amaba a los perros y otras novelas en las que aparece la guerra de Angola, fue sostener que “no se puede comparar Angola con Vietnam porque no se puede comparar una derrota con una victoria”. Una mezcla de absurdo y elogio que debe haberle encantado a los generales del castrismo. Pero sobre todo una falacia pues, además de ser lícitamente comparables, en ambos conflictos bélicos hay vencedores y derrotados, sobrevivientes y muertos en tierras ajenas. El triste detalle, decepcionante para no pocos, estuvo en constatar el lado del que decidió ponerse el narrador, que no es el de las víctimas. A la frase de Padura, Iglesias reaccionó con una penosa y estúpida sonrisa. Nada que sorprenda del ex vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 de España, por suerte hasta 2021. Este es, apenas, un ejemplo más de la banalización derramada sobre los efectos de la intervención castrista en África.

En su libro, traducido al inglés como Angola, the unnecessary war, Pedre Pentón narra los avatares de una batería de seis cañones de 85mm y describe una serie de combates. Pero lo que más le interesa a este autor es la interacción y el impacto de los hombres durante la contienda. “La dimensión humana del relato, los sentimientos ante la posibilidad de una muerte inminente o ante la estupidez. La guerra de Angola es una herida que no cerrará jamás, por el sacrificio de nuestras familias y por los que quedaron para siempre en un campo desconocido”, lamenta.

Según su experiencia, la propaganda castrista “le vendió la idea a los cubanos y al mundo de que éramos internacionalistas, pero para muchos angoleños y otros africanos éramos un ejército racista de ocupación, éramos conquistadores, como mismo veían a los sudafricanos. Esa es la verdad”.

Pedre Pentón, que vivió el fenómeno en carne propia, desmiente el repetido discurso de que los cubanos fueron enviados a pelear en África como parte de una ayuda internacionalista desinteresada: “Esa ha sido otra de las grandes patrañas de Fidel Castro. Además de lo que allí viví, he consultado fuentes conocedoras de los secretos de esa guerra, personas que aún están en Cuba y por eso no puedo develar sus nombres, que tenían acceso directo a la intendencia del ejército angoleño, y me han confirmado que Angola pagaba 2.000 dólares mensuales por hombre a Cuba. No éramos internacionalistas, sino un ejercito mercenario que ayudaba a una de las facciones en pugna”.

“Perdimos y ganamos combates, avanzamos, retrocedimos y corrimos bastante. No éramos héroes. Estuvimos sometidos a tensiones extremas y a contradicciones éticas. Vimos cosas horribles en todos los bandos. Tengo que decir que la Unita [Unión Nacional para la Independencia Total de Angola] y Jonas Savimbi [político angoleño, fundador de Unita, que luchó primero contra el colonialismo portugués y luego contra el gobierno de partido único del Movimiento Popular de Liberación de Angola] tenían un gran arraigo popular”.

Para Pedre Pentón, la realidad entonces, e incluso décadas después, sigue siendo compleja y desvirtuada. “La historia siempre la cuentan los vencedores, pero después que nosotros nos fuimos Savimbi conquistó una buena parte de lo que dejamos y lo hizo con el apoyo del pueblo, de lo contrario hubiera sido imposible”.

Una de las preguntas claves que este autor pone sobre la mesa cuando habla del tema es: ¿Cuántos mutilados cubanos de la guerra de Angola conoces? “Teniendo en cuenta que fue una guerra de 16 años, librada a cañonazos y minas, ¿no resulta muy extraño que no haya mutilados? ¿Dónde están, qué pasó con ellos? No pocos asumen que los hayan matado para impedir que los mutilados se pasearan por Cuba con sus horribles huellas de la guerra”. Algo que también me han expresado otros veteranos con quienes he conversado en medio de la preproducción de un documental sobre las experiencias y efectos de estas guerras.

A Pedre Pentón le preocupa que siendo un tema tan importante y terrible en la historia del castrismo, se hable y se indague tan poco en ellos. “Las vidas que costó esta odisea es uno de los secretos mejor guardados de la tiranía castrista. Un día nos enteramos de que la orden era no enviar los muertos a Cuba. Le ponían la chapilla de identificación y lo enterraban supuestamente marcando el lugar para en algún momento regresar sus restos”.

Recuerda que el 7 de diciembre de 1989, en un entierro al unísono en todo el país, Cuba daba sepultura a sus muertos, que según cifras gubernamentales, fueron 2889. En su investigación para el libro, constató que años después, el escritor Michel Porcheron, en una nota sobre el documental Cuba, una odisea africana, publicada en el diario Granma, dijo que 2.000 cubanos ofrendaron sus vidas en aquel continente. “Sin embargo, en ese mismo documental se plantea que los historiadores estiman los caídos en unos 10.000 muertos. Una contradicción propia de la clásica manipulación del régimen”. Y como éste, hay otros interesantes datos en esta historia de no ficción.

Este veterano, ingeniero, escritor, mercenario en contra de su voluntad y víctima de la intervención cubana en Angola, lamenta que con el paso del tiempo, en vez de develarse el número más o menos real de muertos, la prensa oficialista reduzca la cantidad con el propósito de minimizar el crimen y el engaño. “No me sorprendería si los excelsos defensores del comunismo a ultranza un día afirman que sólo perecieron unas pocas decenas. Lo que no podrán es borrar el estigma de una guerra que no fue necesaria, a no ser para el propósito maligno de Fidel Castro de expandir su supuesta revolución”.

Nunca fue un soldado profesional ni recibió entrenamiento serio. El instinto de supervivencia fue lo que lo mantuvo vivo. Antes de ser enviado a Angola nunca había visto un cañón en su vida, me confesó. “Pero tuve que utilizarlo para sobrevivir. Allí había también mucha improvisación, muchos miles de muertos se debieron a ello”.

La madrugada en que los militares cubanos lo fueron a buscar a su casa le dijo a su esposa: “Vengo pronto. Esta gente están jugando a la guerrita”. Y no la vio más hasta siete meses después. “Mi hijo menor nació estando yo en Angola. Cuando llegué estuve 45 días echado en un sofá, sin ganas de nada. Hoy le llaman síndrome de estrés postraumático. Mi mujer me decía que me le estaba yendo entre las manos. Al final sobreviví. Todos tuvimos que firmar un documento que nos impedía hablar de lo ocurrido en Angola. Yo hice lo que creí necesario, escribir este libro”.

Hace seis años, en aquella presentación del libro Angola, la guerra innecesaria, Carlos Alberto Montaner aseguró que leyéndolo descubrió a “un magnífico escritor perdido en el mundo de la ingeniería, al que además habían convertido en soldado en contra de su voluntad. El libro interesa al lector desde la primera página, está bien escrito, y cuenta un fragmento central de la historia contemporánea cubana”.

Montaner, quien por decisión propia se fuera hace poco a morir a otra tierra, a España, subrayó que “esas guerras africanas tan deseadas por Fidel Castro” eran “rechazadas por la mayor parte de los cubanos, incluido el autor de la obra, un cubano al que una noche de 1975 sacaron de su lecho y pocos días después amaneció en Angola como combatiente en una guerra ajena y lejana por designio de un señor que se creía Napoleón y, sin duda, cada vez que pudo se comportó como el corso”.

La historia de Pedre Pentón sobrepasa su libro. El próximo fin de semana, para seguir indagando en este capítulo cardinal en su vida y en la macabra articulación del castrismo, pueden escuchar su testimonio en mi programa EntreTanto, que se transmite sábados y domingos a las 7:00 pm por la emisora radial del sur de Florida Éxitos 107.1 FM y la plataforma kvcmedia.com. Sin falta regresaré al amplio tema en esta columna. No sólo para seguir explorando en lo ocurrido hace casi medio siglo, sino también para dialogar sobre la nueva tragedia de cubanos en guerras ajenas y el nuevo escándalo de la Revolución cubana.


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