Cuando el pueblo de Honduras concurra el próximo 28 de noviembre para elegir un nuevo presidente de la República, este pequeño y hermoso país centroamericano con una población electoral de 5,3 millones de habitantes tendrá la responsabilidad con el derecho al voto de marcar el futuro de sus próximos 4 años durante el período 2022-2026.

Ahora, si bien podemos decir que Honduras deberá seleccionar ese destino entre una mujer y un hombre, hay que advertir que en el caso de la primera, que ella no es precisamente el camino del desarrollo y la prosperidad; sino por el contrario, Xiomara Castro esposa del expresidente Manuel Zelaya, representa, además del atraso en términos de inversiones y progreso económico, un grupo político que mantiene una perversa ideología de estatismo y violación de los principales derechos y libertades, muy afín con Nicolás Maduro y el  madurismo, quienes han sido los responsables de llevar a Venezuela a la ruina económica y originar una emigración de ciudadanos cuyo número es muy similar al número de hondureños con la posibilidad de sufragar para el evento presidencial.

En tal sentido, la decisión electoral del pueblo hondureño, aunque pudiese manifestar cualquier observación en el ámbito político, económico y social sobre el candidato que adversa a Xiomara Castro, es decir, Nasry Asfura, mejor conocido como “Papi a la orden”, este significa entre ambas candidaturas la que pudiese garantizar que la nación centroamericana continúe enarbolando desde las banderas de la democracia y el respeto a la constitucionalidad un camino de superación y prosperidad, más allá de las actuales limitaciones, y que incluso han colocado la polarización electoral en altos niveles de violencia, que incluso diversas organizaciones señalan en más de 30 homicidios por razones fundamentalmente políticas o de vinculaciones con mafias en el último año. O sea, que el pueblo hondureño también tiene que evaluar la necesidad de estabilidad política como factor generador del crecimiento económico, porque si por alguna razón la izquierda radical comandada por Zelaya, a través de Xiomara Castro, llegara al poder, sería muy probable que esa peligrosa y creciente violencia se convirtiera en parte del día a día, y, por ende, multiplicando los actuales problemas que confronta el país.

De hecho, no son irreales las vinculaciones entre Manuel Zelaya y Nicolás Maduro cuando ambos se encontraron hacía finales de 2020 en una supuesta visita de “salud” del primero a la nación venezolana, y sobre la cual el propio Maduro afirmó: “Ha venido con un interés de salud, la salud pública” (…) “eligió a nuestra amada Venezuela para venir en los ensayos. ¡Bienvenido!” (1). Verbigracia, tales hechos no sólo demuestran las permanentes comunicaciones hasta de manera personal que ambas agrupaciones políticas sostienen, y que a la vez, manifiestan las complejidades que pudiese tener Honduras con la comunidad internacional de llegar a estrechar sus lazos diplomáticos con el régimen madurista, al cual por cierto el Fiscal de la Corte Penal Internacional Karim Khan acaba de iniciarle una apertura de investigación por supuestos delitos de lesa humanidad sobre la población venezolana.

En la misma medida, ver el cómo grupos que son parte de medios de comunicación asociados con Xiomara Castro es algo más grave, porque son precisamente intereses mediáticos-políticos los que estarían buscando mantener una praxis de intereses que en nada estarían participando con las necesidades sociales, educativas, asistenciales, económicas y culturales de la mayoría de la población ¿O es qué acaso, Xiomara Castro pretende solucionar el problema de emigrantes hondureños teniendo las sugerencias del gobierno de Nicolás Maduro, cuya tasa de ese fenómeno resulta en la actualidad la más alta del continente? ¿Cómo se pretenden vencer las dificultades económicas? ¿Generando dinero inorgánico como lo ha hecho el madurismo, lo cual ha originado un índice de hiperinflación en la nación venezolana con promedio de 7 dígitos anuales durante el último lustro?

Es hora de advertir nuevamente al pueblo de Honduras que tiene dos opciones: o entregarse a los brazos del madurismo que pretenden imponer Xiomara Castro y Manuel Zelaya y, con ello llevar a la nación centroamericana por la quiebra económica y social de sus afines en Venezuela, o seguir, más allá de cualquier inconformidad por el sendero de las libertades, los derechos humanos, y un sostenido progreso y desarrollo económico. Honduras no merece la suerte del neototalitarismo que se ha apoderado de Venezuela.

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