Arco Minero
Foto: SOSOrinoco

Una de las tantas demostraciones del fracaso de la gestión del socialismo del siglo XXI en Venezuela, tanto con Hugo Chávez como con Nicolás Maduro, ha sido su política ambiental. El llamado Plan de la Patria 2019-2025 aprobado por la espuria asamblea nacional constituyente (así, en minúsculas) no es sino una copia casi exacta de los ya fracasados planes de la patria establecidos por Hugo Chávez a partir del año 2007. Dicho “plan” contiene cinco “grandes objetivos históricos”, uno de los cuales, el número 5, señala: “Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana”.

Analizando en detalle dicho “objetivo histórico”, es fácil concluir que ha sido un total fracaso, que aquí cabe el dicho popular “el papel lo aguanta todo”.

No hay que ser un experto ambientalista para darse cuenta del inmenso daño que por acción u omisión le está haciendo el gobierno venezolano al medio ambiente en nuestro país. Son muchos los registros fotográficos y videos que muestran los desastres ecológicos tanto en el sur de Venezuela como en el mar Caribe. A ello hay que sumarle las decenas de derrames petroleros, tanto en el occidente como en el oriente del país, que contaminan las fuentes de agua potable de las poblaciones cercanas.

La tala indiscriminada de bosques sin respetar las leyes ambientales, que ha causado un daño ambiental en las nacientes de muchos ríos, muestra cómo se está depredando no solo el sur de Venezuela sino todo el territorio nacional. Incluso en las propias ciudades es común ver a diario cómo se derriban grandes árboles, sin el debido permiso de la autoridad ambiental local y en no pocas ocasiones con su complicidad. Los alcaldes del país deben emular el ejemplo de ciudades como Medellín en Colombia, que con un plan agresivo de arborización han logrado reducir en un par de grados la temperatura de dicha ciudad. El país no resistiría una auditoría ambiental por parte de cualquier ONG dedicada a ese aspecto.

Voces dentro de la Asamblea Nacional como la del diputado Américo De Grazia, de la dirigente Pastora Medina y otros, han alertado en forma insistente sobre cómo en su desespero por obtener recursos derivados del oro, el régimen se ha saltado a la torera todas las limitaciones que se deben imponer para la preservación del medio ambiente. La voracidad ha llevado al régimen a ejecutar desastres irreversibles en el medio ambiente en el sur del rio Orinoco y en toda la extensión territorial que va más allá de la demarcación formal del llamado Arco Minero del Orinoco. Utilizan gigantescos equipos que destruyen todo lo que encuentra a su paso sin tomar en cuenta que dicha destrucción afecta los afluentes que desembocan en el lago del Guri con las consecuencias que se derivarán y ya de hecho se está observando, por ejemplo, en las turbinas de la represa Raúl Leoni. La falta de agua en todas esas poblaciones y las aguas contaminadas por la utilización de mercurio y cianuro para la extracción del oro son consecuencia de estas prácticas depredadoras del medio ambiente ejecutadas por el régimen.

Esta actuación gubernamental le da patente de corso a cualquier ciudadano, empresa privada o incluso autoridad, para hacer dentro de su ámbito lo que le venga en gana desde el punto de vista ambiental. Por eso es que la anarquía prevalece en toda Venezuela. Son excepcionales los puntos en los que se mantiene la disciplina. Incluso en la zona protectora de Caracas, por los lados de Turgua, se ha convertido en aliviadero de la delincuencia capitalina y observamos cómo maleantes se han dedicado a invadir fundos y parcelas, talando los árboles que allí existen para explotar la madera con fines comerciales. Todo ello sin los debidos permisos y con la mirada complaciente de la Guardia Nacional.

El papel de la Fuerza Armada es clave para poner orden en esta situación. Pero, cómo hacerlo si en muchos casos ellos mismos son cómplices de esos desmanes en contra del territorio, en donde incluso han sido sustituidos por cuerpos armados irregulares. La respuesta es sencilla. Dentro de la institución castrense hay voces silentes y conscientes que solo están esperando la oportunidad para poner orden y frenar los crímenes ecológicos cometidos.

Ya los daños irreversibles están hechos. Es leche derramada. Es urgente el cambio de gobierno para frenar el holocausto ambiental en marcha.

Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana»

 

 


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