El abanderado presidencial colombiano Rodolfo Hernández manifestó cierta simpatía por la sombría figura de Adolfo Hitler. Se tiene que cursar altos estudios en el embotamiento cerebral para sostener semejante insensatez. Ciertamente en campañas electorales se dicen muchas cosas que responden a un orden estratégico, pero que se hable de un criminal, como un dechado de virtudes, existe mucho trecho, es faltarle el respeto a la humanidad, que lo sufrió al exhibir ante la historia el vil asesinato de seis millones de judíos. Para algunos fue un desliz, en un momento cumbre de la refriega electoral, pero la sola exaltación de un despiadado carnicero manifiesta lo que este ciudadano lleva por dentro.

Aquel que lo tiene como un paradigma, sencillamente está al lado de los que utilizaron las peores vilezas para hacer del genocidio una impronta del nazismo. Solo un criterio retrógrado puede sostenerse en unas ideas tan inadmisibles. Incluso creer que la mujer está reservada para solo ser cocinera es lo mismo que sostenía El Führer, como mecanismo de su alma misógina. Escuchar tanta estulticia en tiempos modernos es descubrir que entre nosotros siguen existiendo dinosaurios. Quien asume las banderas del descuartizamiento del Estado no es precisamente una solución, sino la raíz de un grave riesgo para el pueblo colombiano.

Muchos líderes que corrieron a montarse en el ferrocarril del oportunismo recibieron un portazo del septuagenario candidato. Sin ningún tipo de escrúpulos quisieron abrazarse a una causa que puede terminar siendo el camino al infierno. Los sondeos de opinión sitúan al ingeniero Rodolfo Hernández como favorito para lograr la presidencia de Colombia. Esperaremos cual es la decisión mayoritaria del electorado. Como el destino es tan cascarrabias, no sabemos si mañana se arrepienten de haber elegido al que responde al discurso de lo que se quiere oír. Y hasta en sus adentros, confiesen que preferible era Gustavo Petro, con todo y su pasado.

@alecambero       [email protected]


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