I

Una pausa justificada

Mientras me encontraba elaborando la entrega correspondiente a esta semana de esta historia de España para hispanoamericanos me han llegado de parte de ustedes estimados lectores, una cantidad importante de comentarios benévolos, saludos y felicitaciones por las entregas anteriores. Estos conceptos y expresiones, como no puede ser de otro modo, antes de decir nada más se los agradezco profundamente y debo además manifestarles que incentivan óptimamente el ánimo con el cual, desde el exilio en el cual me encuentro, llevo adelante esta labor. Una vez dicho lo anterior, deseo compartir con ustedes unas palabras que he considerado menester trasladarles esta semana, pausando así la acostumbrada narración de hechos históricos de las entregas anteriores, todo ello, con el interés de lograr una mejor comprensión del valor del conocimiento de la historia que les estoy presentando en los tiempos que transcurren.

Como suele ser habitual en estos tiempos en los cuales vivimos, esta semana me han llegado a través de la aplicación de mensajería instantánea Whatsapp una abundante cantidad de presuntos vídeos de historia; algunos enviados de manera directa por bienintencionados amigos y ex alumnos y, otros de manera indirecta en alguno de los grupos en los que me encuentro añadido, y la revisión de este material me hizo entrar en conciencia de una serie de reflexiones que paso en seguida a compartir con ustedes.

II

Palabras necesarias antes de proseguir la narración

En estos tiempos nuestros de información infinita y falsos eruditos usualmente me acontece que, al contemplar el atiborramiento existente en las redes sociales de fragmentos de la historia hispana, me quede estremecido pensando en el contenido que expresarán los responsables de cada vídeo. Sin embargo, luego del estupor inicial suelo afrontar de modo impertérrito la tarea de revisar la información que comparten, notando al sumergirme en este caos de imágenes y libretos que, salvo casos contados, en estos vídeos solo se comparten fragmentos —la mayoría de las veces inexactos— de procesos históricos complejos, los cuales hacen un daño importante pues en lugar de enseñarle al consumidor de este material a comprender la historia, lo que hacen es compartirles una serie de anacronismos que les llenan de prejuicios y complejos, propagando inveteradamente, quizás de modo inconsciente, la leyenda negra antiespañola y en los casos más abyectos, se desarrolla una serie de nacionalismos chovinistas en los países en los cuales actualmente se encuentra disgregado el mundo hispano. Este abundante material al que me refiero es expuesto por una heterogénea gama de distintos exponentes que van desde los más púberes, a los jovenazos y, por supuesto, a académicos renombrados.

La heterogeneidad y autocomplacencia de los exponentes de estos “fragmentos de historia hispana” de las redes sociales, trae a mi cabeza una frase que leí a los 19 años mientras estudiaba en la universidad algún semestre de filosofía, y es que es una de esas frases que son tan poderosas que, una vez que el joven abierto a nuevas posibilidades de conocimientos las lee, se abstraen del libro y se quedan grabadas en carne viva en su memoria. La frase la leía en el prolegómeno de la “Introducción al pensamiento complejo” de Morin y decía: “Mientras los medios producen la cretinización vulgar, las universidades producen la cretinización de alto nivel”. ¡Qué conjunto atinado de palabras para expresar la triste situación en la cual nos encontramos en el momento en que la humanidad tiene mayor acceso a información! Hoy, cuando como nunca antes, tenemos la capacidad para compartir y recibir información, la solemos utilizar para satisfacer un instinto irracional y fútil, a través del cual nos alejamos del raciocinio y actuamos más semejantes a un perro persiguiendo un automóvil que no logra entender lo innecesario de su nada fructífera carrera. Así, parece que nuestro acercamiento a la historia solo lo hacemos por el mero hecho de distraernos y entretenernos un rato, mientras seguimos viendo al mundo pasar y no aportamos nada más que estolidez.

Esta inaudita situación de pasmo intelectual generalizado, me ha hecho comprender aún más que en esta sociedad de individuos estólidos militantes, esa frase de Orwell que rezaba que “Quien controla el presente, controla el pasado, y quien controla el pasado, controlará el futuro”, es más que nunca cierta, y, por tanto, ahora que tenemos las herramientas para difundir una historia de España para los hispanoamericanos válida debemos hacerlo, a fin de aportar en la comprensión de la identidad de los pueblos hispanos, y por antonomasia, propender a que centenares de millones de personas conformantes de este grupo humano tomen conciencia y dejen de lado la imitación y complejo frente a posturas anglosajonas, germanas o galas, y, por tanto podamos retomar nuestro propio modo de hacer las cosas y la creación como máxima obra del espíritu humano.

De ahí que, el lector comprenderá por qué en cada capítulo de esta historia de España para hispanoamericanos que les presento, en lugar de valerme de detalles escabrosos o en narrar los vicios de ciertos personajes, es muy al contrario mi intención perenne, el trasladarle los avances y grandes obras de las culturas y los personajes que se van presentando, así como las consecuencias de estas grandes acciones humanas, y, sobre todo como les he señalado, el mostrarles cómo el espíritu humano crea y va dando forma cada vez más al pueblo al que pertenecemos; ese mismo pueblo que solemos negar por pugnas intestinas de hace poco más de dos siglos que no parecen haber dejado algo verdaderamente provechoso.

Por lo tanto, el lector entenderá que en esta etapa tan rica en la cual nos encontramos sumergidos, como lo es la llegada, expansión y conformación de Roma en la península ibérica, no daremos mayor espacio a las crucifixiones, luchas de gladiadores y botines de guerra, pues al contrario, considero mucho más importantes las características culturales, sociales y políticas que están entrando en contacto desde la llegada de Roma a la península ibérica, los grandes hechos de los individuos y sus pueblos y, por supuesto, la consolidación de la Hispania que ante el desdibujamiento de Roma con el paso de los siglos recibirá a los visigodos teniendo una cultura latina más que preponderante, todo ello sin diálogos victimistas ni polémicas anacrónicas.

Una vez dicho lo anterior, espero que el lector comprenda la necesidad de estas palabras en este momento y, por tanto de esta pausa semanal y, por supuesto el por qué, antes de conocer a Viriato, Galba, Numancia y los increíbles guerreros cántabros y astures, es menester realizar estas reflexiones, comprendiendo así para qué queremos como hispanoamericanos aprender historia de España, cuál utilidad nos deja y hacer de ello una labor útil.

De manera que, como siempre, me despido con las palabras del maestro Cecilio Acosta: “Enséñese lo que se entienda, enséñese lo que sea útil, enséñese a todos; y eso es todo”.

Espero nuevamente su amable lectura la próxima vez.


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