Vicente Nebreda. Retrato

El ballet en Venezuela tiene su voz de mayor significación de Vicente Nebreda o Nebrada, como también se le conoció en el mundo. En este creador, que el 31 de marzo hubiera cumplido 90 años de edad, se encuentran el inicio y la referencia más alta de la coreografía académica venezolana, que posee una característica resaltante: su hegemonía casi absoluta como autor en el medio nacional.

Los aportes de Nebreda están presentes desde los mismos inicios de la danza escénica del país. Fue un integrante referencial de los proyectos educativos y de profesionalización fundamentales alrededor de la danza clásica, desarrollados durante los años cuarenta y cincuenta. Su desempeño dentro de estos espacios formativos y artísticos, lo convirtió en el talento masculino más destacado e influyente de su época.

Su inquietud se hizo sentir igualmente en todas las actividades emprendidas por el incipiente ballet nacional en los campos de la ópera, el cine y la televisión. Fue el líder natural de la primera generación de bailarines profesionales venezolanos clásicos, y dinámico generador de iniciativas que se tradujeron en momentos resaltantes para la evolución de la naciente danza escénica en el país.

Intentar una aproximación a Vicente Nebreda como personaje supone el abordaje de una vida intensa, de una pasión poco común por el arte de la danza, de un creador vital y sorprendente y de una personalidad compleja y controvertida. Integró los proyectos precursores de la Cátedra de Ballet del Liceo Andrés Bello, el Club del Ballet, la Escuela Nacional de Ballet, el Ballet Nena Coronil y el Ballet Nacional de Venezuela.

Su retorno definitivo a Venezuela, luego de cumplir con su carrera de bailarín internacional en el Ballet Alicia Alonso de La Habana, el Ballet de Francia, los Ballets de París, el Ballet Joffrey y el Ballet Harkness de Nueva York, e iniciarse dentro del campo de la coreografía mundial, coincide con su momento creativo más esclarecido. La iniciativa del Ballet Internacional de Caracas desarrollado a mediados de los años setenta, supuso la posibilidad de pensar al ballet venezolano de una manera expansiva y posicionarlo con fuerza en el mundo. Esta compañía, de la mano de Nebreda, evidenció  sus propias capacidades, tanto creativas dentro de tendencias vanguardistas, como interpretativas, de puesta en escena y gerenciales.

También trajo para el Ballet Teresa Carreño, a partir de la siguiente década, el cumplimiento de una etapa distinta. Con él, se estableció un criterio de dirección artística que alcanzó no solo la renovación total del repertorio de la agrupación y la elevación notable de los niveles de producción escénica, sino también el desarrollo integral de su elenco, así como acciones concretas con miras a su proyección internacional.

Vicente Nebreda. Ballet Nacional de Venezuela. 1957. Foto Pierre Mauguin

En el Teatro Teresa Carreño las creaciones de Nebreda se convirtieron en voceras casi exclusivas de una nueva concepción, incluyendo sus versiones de grandes títulos de los ballets del siglo XIX. Este notorio predominio tal vez llevó a considerar a esta agrupación en su momento no como una compañía nacional, sino enfáticamente de autor.

Fueron dos tiempos y dos aportaciones institucionales distintas. El Ballet Internacional trajo un ímpetu transformador a la escena venezolana. El Ballet Teresa Carreño, durante los dieciocho años de la dirección de Nebreda, representó la solidificación institucional de un proyecto oficial, así como su asentamiento y consolidación como coreógrafo.

Su presencia en ambas compañías reafirmó el predominio de las manifestaciones neoclásicas y contemporáneas en la evolución del ballet en venezolano. Este hecho, obedeció a la convicción de Nebreda como coreógrafo de expresarse a través del pensamiento y los signos estéticos que caracterizaron su tiempo.

El amplio repertorio de Vicente Nebreda lo presenta como un creador de intereses múltiples y visiones diversificadas de la danza como acto creativo. Sus obras poseen una característica compartida: su inserción dentro de los postulados desarrollados por el ballet a lo largo del siglo XX, a los que otorgó un particular sentido de identidad cultural, al tiempo que una clara validez universal, que se encuentran en su temática, la elocuencia de la musicalidad, plasticidad o teatralidad del gesto y en el espíritu libre y celebratorio del movimiento, reflejo de la compenetración e incluso complicidad entre el creador y sus intérpretes.

En cada obra de Nebreda, cualquiera sea la tendencia que la oriente, se encuentra el baile en pareja como elemento determinante en la configuración de su lenguaje. Sus duetos portadores de intensa comunión emocional, exaltación plástica y complejidad interpretativa, constituyen una especialidad reconocida mundialmente, que también le otorgó identificación propia y notoriedad como creador.

Pocos coreógrafos latinoamericanos e incluso mundiales, cuentan con tal presencia en los repertorios de compañías en cuatro continentes -59 creaciones pertenecientes a más de 60 compañías- lo que ratifica el interés por su obra, su vigencia y el reconocimiento de su producción artística como venezolana, latinoamericana y universal.

La expansión por el mundo de su trabajo artístico fue un interés permanente en Nebreda. Esto aseveró sobre la caracterización de un ballet continental posible: “La identidad del ballet en América Latina, vendrá con el reconocimiento universal de sus coreógrafos”.

Vicente Nebreda. Retrato. Foto Luis Salmerón

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