Recientemente falleció Héctor Malavé Mata, destacado economista y profesor universitario, maestro de múltiples economistas egresados de la Universidad Central de Venezuela y de otras universidades latinoamericanas, como la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Buenos Aires, donde él se desempeñó como profesor visitante.

Fue un académico a carta cabal y a la vez un hombre con profundas inquietudes humanísticas, destacándose no solo por las múltiples obras que escribió en el ámbito económico, sino también en el literario, distinguiéndose como un cuentista de alto rango. Hizo contribuciones de importancia en el análisis de nuestra economía, particularmente en relación a la importancia del petróleo en su comportamiento y evolución, así como en el tema del desarrollo económico y en el análisis de la inflación en las economías emergentes. En cuanto a este último tópico, defendió la tesis estructuralista de la inflación, según la cual, entre las causas fundamentales generadores de este flagelo están las rigideces que caracterizan a las estructuras productivas de estas economías, y no los fenómenos puramente monetarios, los cuales más bien se deben considerar como mecanismos de propagación inflacionaria que intensifican o agravan el fenómeno, contándose entre estos el gasto público deficitario y su monetización a través de su financiamiento por los bancos centrales, así como la efusión crediticia de la banca y los reajustes de las remuneraciones salariales.

Sus estudios sobre el tema inflacionario, buena parte de los cuales fueron desarrollados durante el período en que Venezuela disfrutaba de una estabilidad de precios envidiada por muchas otras economías de la región, cobran hoy particular relevancia, cuando hemos caído en un colapso económico producido por las pésimas políticas públicas que se han implementado en las dos últimas décadas. Una de las características de esa situación caótica en que nos encontramos ha sido la inflación creciente que hemos padecido, hasta desembocar en la hiperinflación que hoy depaupera a la población, cuya condición de vida se deteriora de forma dramática. Ese proceso inflacionario se intensificó a lo largo de los últimos años por la indisciplina fiscal que se ha vivido, que llevó a la generación de crecientes déficits públicos financiados por el Banco Central a través de la masiva creación de dinero primario, que ha incrementado la oferta monetaria de forma desproporcionada.  Pero también ha tenido mucho que ver con la imposibilidad del aparato productivo de generar la oferta de bienes y servicios necesaria para satisfacer la creciente demanda, estimulada por la desbocada expansión monetaria, muy en línea con lo planteado por la tesis estructuralista defendida por Malavé Mata. Esa imposibilidad, no solo se produjo por el relativo bajo desarrollo y diversificación de ese aparato productivo, sino también por el insólito y perverso proceso de destrucción al que fue sometido a través de absurdas expropiaciones y expoliaciones, así como de imposiciones de desproporcionados controles de precios y de otra índole, de penalizaciones y de acosos injustos por parte del gobierno.

Si bien yo sabía de la obra de Héctor mucho antes de entrar en contacto personal con él, no fue sino hasta las postrimerías de la década de los ochenta del siglo pasado cuando lo conocí, comenzando entonces una estrecha relación personal que fue agrandándose y consolidándose a lo largo de los años.  Al igual que lo que me sucedió con Armando Córdova, al momento de incorporarse Héctor a la Academia Nacional de Ciencias Económicas (ANCE) en 1988 como Individuo de Número Fundador, la divergencia de criterios e ideología que creíamos tener nos hizo ser algo escépticos el uno del otro, escepticismo que desapareció rápidamente cuando comenzamos a intercambiar criterios y puntos de vista sobre los temas económicos de nuestro interés. Rápidamente nos dimos cuenta de que nuestras coincidencias eran mucho más comunes y profundas que nuestras divergencias, iniciándose entonces una fructífera relación, no solo profesional, sino también de amistad, camaradería y mutuo respeto.

Muchos fueron sus aportes a la ANCE durante más de tres décadas, destacando entre estos la dirección de Nueva Economía, la revista insignia de la institución, que él desempeñó por muchos años de forma magistral, dándole realce y prestigio a esa publicación por los excelentes trabajos allí publicados, producidos en muchos casos por profesionales e intelectuales de primer orden, no solo nacionales sino también extranjeros. Eso él lo hizo posible a pesar de la precaria situación económica en que se encontraba la Academia debido al abandono a la que la sometió en Gobierno Nacional, quien la privó de los recursos más básicos a través de recortes presupuestarios agobiantes, que prácticamente la condenaron a una precaria situación de sobrevivencia.

La ausencia de Héctor se hará sentir, pues su guía y ponderada opinión son hoy más necesarias que nunca. El momento aciago que vive el país requiere de la orientación y la sabiduría de personas de aquilatada experiencia y formación, como la que él tenía. Por ello lamentaremos doblemente su ausencia, no solo la del estimado y apreciado amigo que se fue, sino también la del experimentado y sabio profesional cuya voz se acalló para siempre.


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