El régimen cubano está al corriente que es su peor momento de respeto, popularidad y confianza ciudadana. Por ello, la manipulación e invento. Su comprobada incompetencia repleta de pretextos es desbordante y excesiva. Lloriquean desconsolados, las sanciones empobrecen y obstaculizan. Se exculpan aprisionados entre la ruina económica, causada por ellos en su patética gestión y la conveniente oportuna pandemia, contagios, fallecidos, cuarentenas y restricciones, ni siquiera contenidas por las cifras que nadie cree, cuando los principales afectados en contagiarse y morir son integrantes del sector salud.

El desmesurado incremento de precios estrujados entre codicias y arbitrariedades, desplome de la moneda e inexplicable crecimiento del valor dólar; si los venezolanos concurren a votar en las elecciones convocadas por oficialistas, lo harán en apabullante mayoría contra los candidatos del castrismo. Por lo que, luce a tontería, pensar que la Sala Electoral del TSJ intacta y un CNE “renovado” de pactos lúgubres en cubículos de asamblea no reconocida ni legítima, cuya independencia no existe, sea confiable, garante del sufragio “democrático, libre, transparente y justo”, como sueñan incautos espontáneos y útiles inocentes.

Pero están –dizque– opositores, cuando en realidad son voluntarios oportunistas y pecaminosos colaboracionistas, que asisten sospechosos a votaciones, en ocasión de satisfacer sicalípticas ambiciones, indemnizar egos, aliviando necesidades de amatoria económica, justificando el anticuado y miserable argumento de “conquistar y/o conservar espacios”.

Salvo un milagro, ahíto de acusaciones, sanciones y trabas para disfrutar el dinero robado, y/o quizás el castro-madurismo se esté preparando para una retirada insospechada, sorpresiva, lo cual luce improbable por lo que se observa a simple vista. No hay motivo racional ni sensato para creer en un proceso empoderado, maniobrado por la dictadura sea mínimamente honesto y confiable. Es posible incluso que, a fin de organizar un espectáculo creíble -prestidigitadores con palomas blancas- estén dispuestos a obsequiar, adjudicar ciertos estados y municipios, pero aún en tal ilusoria fantasía, siempre podrán recurrir a sus fechorías embaucadoras, nombrando al fingido Gobernador contrario un “pícaro protector”, como ya lo han hecho.

Simón Bolívar no ganó todas las batallas, más de una vez, lo derrotaron. Enfrentó adversarios brutales, eficientes, pero la estrategia militar no fue vencer sino perseverar. La firmeza de luchar contra los obstáculos, fue el gran mérito del Libertador y ése es el bolivarianismo auténtico, el ejemplo a seguir. La Independencia no fue casualidad, sino resultado de lucha empecinada en la victoria, pero también en la unión firme de los desordenados pero eficaces corajudos llaneros, además de la solidez, raigambre de las tropas patriotas, juntos, dura y avanzadora unión de voluntades.

Ese es el Bolívar que debemos seguir, no el de los halagos repetitivos e ignorantes, receptor de necedades y mentiras socialistas basadas en lo que nunca dijo. Supo retroceder cuando tuvo que hacerlo para avanzar. Si hubiera sido el socialista enmarañado, difuso y pomposo que quieren endosarle, no hubiera logrado la victoria independentista, seriamos la colonia española que hoy somos de la cubana.

Jamás presentó excusas, nunca señaló a lejanos horizontes ni vaguedades. Condujo un país tropical a cruzar el friolero andino, llegando a las calurosas llanuras para vencer. Estadista de quilates, denso pensador de excelencia, para guiar hacia victorias que no dependían solo del valor, eran triunfos estratégicos que cabalgaban sobre derrotas e inconvenientes, esfuerzos y sacrificios por la unidad venezolana.

Ya va siendo tiempo que la oposición coherente, racional, responsable, decorosa, ponga freno a las estultas diferencias y pendejas divisiones; diseñe un programa común de compromiso arrodillados frente a Dios, rezando en una iglesia el Padre Nuestro y jurando sobre la Biblia, –recordemos que algunos políticos de hoy no conocen el adeudo de la palabra empeñada– de partidos y dirigentes políticos, pero también de asociaciones civiles, Organizaciones No Gubernamentales, que cada día son más y mejores, a las cuales el absolutismo vejatorio teme, oprime, quiere callar y controlar.

Lo que cuenta es la unidad auténtica, sincera, como estrategia, responsabilidad obligada, pública de acción, no el chantaje acostumbrado en provecho de pocos, es mucho más allá de un documento firmado ante la ciudadanía, por quienes legítimamente representan a los ciudadanos, que sean confiables, creíbles, y el compromiso es para cumplirlo sea quien sea el favorecido por la mayoría, para echar al comunismo socialista del siglo XXI corrupto e incompetente, sustituyéndolo por un gobierno libre y democrático de unidad estable, sustentable, orientando a ejecutar un esquema para rescatar a Venezuela, sus buenas costumbres, valores y ética.

El primer paso debe ser un Consejo Nacional Electoral y su alzada constitucional, la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, en el cual esté incorporada la mayoría genuina y pueda ser, así, confiable. O iremos a peor.

@ArmandoMartini


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