¿Qué es mejor: un malo conocido o un bueno por conocer? Sin duda, la pregunta en cuestión es ociosa; pero si la respuesta fuese necesaria, me inclinaría por aquella muy cómica del mexicano Mario Moreno, “Cantinflas”: “¡Ahí está el detalle! Que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”. Pero dejemos lo chistoso a un lado y centrémonos en lo realmente importante: lo acontecido. Es allí donde la mirada debe centrarse y el análisis profundo llevarse a cabo, a fin de definir nuestra posición al respecto.

Es un hecho incontrastable que la dictadura actual tiene como objetivo central silenciar cualquier tipo de disidencia que vaya en contra de la dictadura “rojita”. Lo preocupante es que las órdenes que en ese terreno se imparten vienen directamente del alto nivel. Sólo así se explica que un importante grupo de disidentes haya optado por abandonar el país ante las amenazas y ataques que recibieron a granel de las hordas revolucionarias y de la propia élite gobernante, en la que destacan las más postineras. Increíble pero cierto.

Harán falta historiadores del nivel y perseverancia de Tucídides para dejar registro de tantas iniquidades. Por nuestra parte seguiremos con las notas periodísticas que, en el futuro, serán de alguna utilidad a los investigadores y estudiosos de estos horribilísimos tiempos. Sin duda, de gran ayuda será la última pesquisa que llevó a cabo la misión de investigación que fue creada por la Organización de las Naciones Unidas, en la cual quedó evidenciado que en el gobierno de Nicolás Maduro, con ayuda de Cuba, se han cometido crímenes de lesa humanidad.

En la larga lista de atrocidades puestas en práctica por los esbirros de turno figuran las siguientes: “fuertes palizas con bates y objetos punzocortantes; descargas eléctricas en partes sensibles del cuerpo; asfixia con sustancias tóxicas y agua; cortes y mutilaciones incluso en la planta de los pies y debajo de las uñas (…) violación con objetos; golpes y descargas eléctricas en los genitales; iluminación constante u oscuridad constante; calor extremo o frío extremo; alimentación forzada de heces y vómito; y amenazas de muerte y amenazas de violación a las víctimas y sus familiares”. Tan execrables acciones nos retrotraen a los tiempos de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez; pero en esta ocasión a una escala mayor y más aberrante por la inclusión de un significativo número de mujeres opositoras.

La experiencia vivida por los venezolanos a partir del extremismo que impuso Hugo Chávez Frías y que ahora ejecuta con singular devoción el actual conductor de Miraflores, nos impone hacer mención a un atinado señalamiento que hizo Aldous Huxley en su libro La filosofía perenne: “A la luz de lo que sabemos sobre nosotros mismos, nuestros semejantes y el mundo en general, descubrimos que aquello que al principio parecía bueno puede, a la larga y en un mayor contexto, ser malo; y que lo que al principio parecía malo puede ser bueno”.

Sin duda, muchos venezolanos que apoyaron la revolución troglodita han escarmentado en carne propia la perversidad y truhanería de la misma. Ella, con toda clase de artilugios, ha logrado correr la arruga; en ese proceso, nuestro ejército ha jugado un papel triste y lamentable. Esperemos que en un tiempo nada lejano dicho cuerpo rectifique y retome el rol que por muchos años cumplió. Nunca es tarde para corregir los entuertos.

Mientras el drama continúe, a la oposición no le queda más camino que persistir en su lucha. Para ello es indispensable que se abran puentes de comunicación entre los disímiles y opuestos grupos democráticos. Hasta ahora la desunión y el “tirapiedrismo” han apagado la fuerza que se necesita para retornar a la senda democrática. Nos guste o no, sin esa indispensable unión el cambio de rumbo político será difícil. Eso determina que los grupos opositores tengan la última palabra. Ansiosamente, esperamos por ella.

@EddyReyes

 

 


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