Los impactos de las políticas del régimen usurpador se hacen sentir a lo largo y ancho del país, incluyendo las repercusiones que tienen las campañas en el exterior a favor de los movimientos globalistas, especialmente dirigidos por connotados dirigentes de la nueva izquierda radical. Se aprovecha el régimen de la pandemia para fortalecer el aislamiento de la población y evitar la protesta pública. Mienten descaradamente con el impacto de la misma en la población. Juegan al malabarismo político usando como soporte electoral interesado a un grupo de políticos con visión restringida que les hace el juego para intentar como equilibristas permanecer en cargos sin funciones, pero que le garantizan su pedazo de pastel en el festín rojo.

Ese impacto conduce a perder la iniciativa, incluso la perspectiva situacional del venezolano común, el cual solo trata de sobrevivir; hace malabarismos con los pocos ingresos logrados, estira hasta donde puede los pírricos recursos haciendo trueques y vendiendo cualquier cosa para completar. Ya casi nada le importa, ni invertir tiempo peleando en el desierto o desandando pasos inútiles en protestas abortadas para lograr con prioridad alimentar a la familia, porque ya se olvidó de eso que llaman calidad de vida.

La acción del régimen de imponer la contradictoria política de igualdad social afecta a la significativa mayoría de la población, dejando que un pequeño  segmento de ella, portadora de los recursos y poder se regodee y haga aspavientos de su nuevoriquismo, del apoderamiento del aparato comercializador de bienes fuera del alcance de la mayoría, de espejos y baratijas exentos de aranceles exhibidos en negocios ostentosos, comprando cuanta organización o infraestructura le parece atractiva en una operación gigantesca de lavado de dinero y que ya no pueden hacer tan fácilmente en el exterior.

El efecto complementario en la administración, alcanza a los universitarios donde una gran proporción de docentes e investigadores han migrado cargando con sus logros, experiencia, capacidad y títulos profesionales, obtenidos generalmente en universidades públicas y que ahora despliegan en el exterior con relativo éxito.

Docentes, investigadores y profesionales abandonaron las aulas nacionales por laboratorios y centros de investigación en países que los han acogido. Gran parte de ellos, cuya estimación no se conoce con claridad, se calcula en algo menos de la mitad de la plantilla, solicitaron permisos no remunerados y emigran; pero otros ni siguiera se tomaron el tiempo para ello, simplemente se fueron. Nadie habla de los excedentes presupuestarios que dejó la mitad de la nómina migrante y de esos recursos nadie informa entrando en contradicción con la narrativa de las cuentas claras. Se cuentan en cientos de miles los docentes que dejaron guindando a la población estudiantil, la cual cambió de dirección, unos para contribuir con la supervivencia familiar, otros por actividades más terrenales y muchos también se fueron.

Los docentes e investigadores que se quedaron, bastante de ellos jubilados, ven cómo se deterioran los centros educativos, viven con gran preocupación por el impacto de los pocos ingresos que perciben, y que ahora el régimen intenta ingresarlo a las nóminas oficiales centralizadas por el llamado “sistema Patria” que obliga al reclutamiento obligado, la carnetización o registro si desean percibir los pírricos sueldos y salarios de su trabajo o pensión. También ven hipnotizados cómo se ha perdido el sistema de seguridad social y ligan no enfermarse porque no tienen capacidad de pago para una atención especializada, donde incluso mueren de mengua como consecuencia de la desidia o de la pandemia. Algunos pocos reciben ayuda solidaria de familiares migrantes o de personas que han sido sensibilizadas por su estado de deterioro.

La miseria se carga a cuestas, las motivaciones de cambio no tienen prioridad frente a la esperanza de vida y el acomodo a nuevas realidades; pero no todos están conformes, iniciaron desde hace meses la lucha por el reclamo salarial, gesto inútil porque no se ha entendido que tal acción es política de Estado, es decir, disminuirlos, golpear sus ingresos hasta ponerlos de rodillas y transformarlos en pobres de solemnidad, llevando a cuestas un ropaje desgastado y solo les queda el conocimiento adquirido que se va haciendo cada vez menos actualizado.

La pluma, única arma útil, dispara frases y arengas, primero en defensa de sus ingresos, sin éxito; luego, la denuncia por la persecución y pérdida de libertad, incluso, recuerdan la libertad de cátedra como bien precioso que se diluye, presta ayuda con esfuerzo servicial a los ambientes educativos deteriorados. La ausencia de estudiantes que reclaman su incorporación a las aulas no tienen el hábitat adecuado, ni el soporte académico que ha sido destruido a propósito por los genios del mal y los enemigos de la cultura.

En ese ambiente, la reacción va de la indiferencia al derecho de reaccionar, argumentando y protestando mediante instrumentos legales que no son respetados; va con la mano señalando y demostrando la ilegitimidad de origen del régimen y de las acciones contra la educación democrática. Observan cómo se destruye el sistema, como se hace permisiva la invasión de la delincuencia en los campos universitarios y como la depredación invade sin límites, la cual contribuye a la imposibilidad para su recuperación por muy buena voluntad de reincorporarse a sus actividades con una vocación admirable de servicio público.

A pesar de la visión nublada por la realidad impuesta, surgen destellos de reacción, de dura crítica y de involucramiento para intentar superar tanta desgracia. Contados académicos comienzan a vencer la apatía y como células se niegan a ser invadidos por el cáncer rojo. Invocan valores éticos y morales, buscan el apoyo de luchadores sociales que no se rinden, a pesar de que han sido ignorados y machacados por una oposición que se cree gobierno y en realidad, solo son complemento de un régimen oprobioso que más allá de la ideología sirve solo de parapeto y tiene motivación delincuencial.

A pesar de ser ignorados y acusados, personalidades de relevancia se mueven en el espacio social con lentitud, pero con pasos medidos van al encuentro de la academia, ya no en busca de actualizaciones y desarrollo, van en busca de los conceptos libertarios para llevar esperanza y acción a las mayorías montados sobre la base de sus organizaciones gremiales, sindicatos y federaciones; buscan vencer tanta abulia y apabullamiento con acciones radicales de cambio.

Aparecen agendas y rutas de acción, el derecho vital por preservar la ciudadanía que cada vez más se diluye, que nos hace esclavos de intereses de países expertos en la expoliación y el desfalco con la complicidad de los capos que intentan gobernar. Comienza a despertar al gigante dormido de un pueblo, que está desorganizado como consecuencia de que sus propios representantes así lo planearon, pero que apoyados en el mensaje que amplía la  lucha salarial comienzan a abrirse al deseo de rebelarse contra los esquemas del régimen, el cual ignora olímpicamente a la juventud que se ve sin educación y futuro, pero ellos saben que existe la imperiosa necesidad de defensa de la educación democrática y del rescate de la riqueza de un país que es entregada sin límites a quienes nos invadieron, protegiendo al robo y la depredación amparados por esquemas políticos basados en la mentira.

Los más circunspectos hablan de la necesidad de unión, de dejar a un lado intereses grupales por los nacionales, aparte de esa narrativa, esquivan cualquier acción concreta, pero como una adivinanza que ha sido puesta al descubierto, la sociedad comienza a privilegiar el tema de que no es posible negociar con delincuentes, están claros en que aquellos en cualquier nivel de una organización que se reúnan, y negocien con el régimen, no solo son culpables, que violan la Constitución y las leyes, sino que contribuyen a la continuidad y legitimación del mismo.

Vemos con mucha preocupación la orientación neomoderna del régimen de ir progresivamente reduciendo a polvo a las instituciones educativas, especialmente las muy críticas como lo son las universidades autónomas y algunas experimentales; ya no se trata de centrar el tema en los menguados recursos asignados a las instituciones educativas que rompen con los esquemas autonómicos de autorregulación, sino la política de recursos humanos, la cual pretende caprichosamente ser administrada por la “plataforma Patria”. Quienes por largo tiempo han reclamado solo el aspecto presupuestario, buscan acuerdos con los despachos oficiales para mejorar y respetar la autodeterminación económica, pero  lo hacen sobre una falsa realidad. Simplemente soslayan que sentarse con delincuentes a negociar, cohabitan con un sistema usurpador. Es que no se dan cuenta, apoyados en cargos que no se han renovado, de que todo favorece la estrategia destructiva del régimen, haciendo abstracción de su propia responsabilidad.

El futuro está siendo construido, el venezolano, cualquiera sea su estirpe, no está dispuesto a dejarse atrapar y torturar eternamente. Su reacción es y será congruente con los principios democráticos, no va a ser reducido y ha comprendido que la acción adecuada es la de incorporar a la protesta a los oprimidos que ya han pagado su cuota de sufrimiento, y contribuir a expresar sus rebeldías en acciones renovadoras. Nada es eterno en la vida, y mucho menos las sanguijuelas que han chupado la sangre nacional con la excusa de movimientos sociales igualitarios y que han hecho del crimen un motivo, que se han enriquecido groseramente apoyados por una estructura pretoriana que protege el chantaje, el control, el peaje y la coima.

¿Hasta cuándo padecer como Cristo? O morimos por la lanza del tirano o revertimos la situación en beneficio de nuestros congéneres y del propio país, el cual va aceleradamente en vías de extensión para integrar lo que eufemísticamente los actores del extremismo llaman la “Patria grande ya”, cuya intención es meter en un saco a toda la sociedad democrática latinoamericana y del Caribe,


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