Por Delia Rodríguez Fernández

En el día a día educativo, los estudiantes del cualquier nivel -desde la educación inicial hasta el doctoral- se preguntan: ¿hasta cuándo voy a estar subyugado -controlado, sometido, obligado- a obtener una calificación para poder aprobar?

Plantearse desde la racionalidad los principios de legalidad de la evaluación, así como sus fundamentos como medio para el aprendizaje y los valores que permitan el desarrollo humano de quienes participan en el hecho educativo, es una discusión que debe darse para poder cambiar el paradigma tradicional de la evaluación, en este caso específicamente de los aprendizajes. Para ello, es fundamental conocer ¿cuál es la concepción que tiene el maestro o profesor, el personal directivo, los entes del Estado y la sociedad con respecto a la evaluación?

Si se revisa el documento «Metas educativas 2021», no incluye ninguna meta general ni específica que tenga como propósito impulsar los procesos de evaluación. Pero, eso no quiere decir que no se le conceda importancia. El motivo que lo explica consiste en el carácter instrumental que se le da a la evaluación. Lo cual demuestra que es el modelo o patrón aceptado.

Es evidente la necesidad de discutir sobre la evaluación de los aprendizajes desde: (a) los organismos internacionales, preocupados por la educación; (b) el estudio de las políticas públicas en materia de educación; (c) las instituciones educativas de formación docente; (d) el perfil de los estudiantes de la carrera docente; (e) los docentes en ejercicio; (f) la sociedad en general preocupada por la educación de los niños, jóvenes y adultos.

Considero que en los actuales momentos existen profesionales docentes que consideran vital mejorar la educación en todos los niveles. Además, con una sociedad consciente de que con mejor educación más progreso, saber que mediante la evaluación se puede acometer esta tarea.

Debemos iniciar este cambio comprendiendo que calificación no es evaluación; que la calificación no determina realmente los aprendizajes del estudiante. La evaluación del aprendizaje remite a la evaluación del docente, a la evaluación del programa, al currículo, a las directrices de una cátedra. Por lo tanto, si un estudiante es aprobado, también el material y el sistema como tal están doblemente aprobados.

La evaluación como proceso parte de un diagnóstico, que comprende una evaluación formativa, que a la vez implica autoevaluación y coevaluación. De manera que si la evaluación formativa se realizó adecuadamente, los resultados esperados deben ser satisfactorios, para la sociedad, la institución, el profesor y el estudiante.

¿Hasta cuándo nos van a tener subyugados con la calificación? Todos somos responsables de impulsar el cambio en la concepción actual de la evaluación.


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