Se sorprendía un amigo cuando en días pasados le aseguraba que los venezolanos seguirían emigrando. Me preguntó cuántos. Muchos más, le contesté. Siempre emigrarán, al igual que otros seres humanos de muchos países. Ahora bien, ¿dejarán de emigrar en masa, como en las últimas dos décadas? Sí, siempre y cuando cambien las razones objetivas que los empujaron a irse. Muchos venezolanos, más de los nunca previstos, han tomado el sendero de la huida, de la búsqueda de oportunidades en otras tierras. Ese fenómeno es inconveniente para el país, pues se pierde un capital humano importante, especialmente en una nación que invirtió contingentes de recursos en la educación en todos sus niveles. Los números son alarmantes, más de 6 millones regados urbi et orbi. Sin embargo, de esta trágica realidad se generan también oportunidades para el país.

Por supuesto, siempre queda en la narrativa política y familiar la afirmación según la cual, cuando pase la grave crisis que atravesamos, muchos compatriotas de la llamada hoy diáspora venezolana regresarán al país. A la par de las estadísticas sobre la emigración de retorno, me atrevería a afirmar que la mayoría no volverá. Pero esa gran diáspora, venezolanos y sus descendientes, será un factor de apoyo para reconstruir la nación.

La OIM ha estudiado algunos de los beneficios de las diásporas para favorecer a sus países de origen. Son las remesas las más visibles, entendiendo estas como las transferencias financieras o en especie hechas por los migrantes a sus amigos y parientes de las comunidades de origen. Por ejemplo, al finalizar el año 2022 se estima que los flujos por remesas estuvieron por el orden de los 630.000 millones de dólares.

Las diásporas pueden contribuir como inversores directos en industrias y desarrollos tecnológicos. Por ejemplo, cuando el país se convierta de nuevo en un espacio atractivo para las inversiones extranjeras directas, parte de ese aporte puede tener como origen capitales de las propias diásporas. También las redes de conocimiento que surgirán como parte de un nuevo modelo de desarrollo serán, sin duda, otra gran opción para los nuevos tiempos.

Los venezolanos que no regresen tendrán la oportunidad, independientemente del lugar de establecimiento, de dar su cuota de apoyo para afianzar la nueva economía. El financiero y el turismo son sectores que se pueden beneficiar de la diáspora. No serán pocos los venezolanos que, aunque ausentes, regresen al país a visitarlo o a disfrutar de sus atractivos turísticos.

Pero para aprovechar este número de oportunidades se necesita que las autoridades le den prioridad al trabajo con la diáspora, desarrollar programas especiales para que mantengan el vínculo con el país, fortalecer las misiones consulares para apoyar a los venezolanos que residen en el exterior y garantizar el cumplimiento de normas legislativas que tengan como objetivo una relación permanente con esa nueva realidad. En otras palabras, se debe consentir a la diáspora. Su vinculo  con el país de origen dependerá de una política de acercamiento y facilitación para que se inserten en las potencialidades del país.

Versión original en Revista Grupo Ávila #3.


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