La democracia es el gobierno de los políticos”.

Joseph Schumpeter

La fórmula de  gobierno del pueblo por el pueblo debe ser sustituida por esta fórmula:  gobierno del pueblo por una minoría salida del pueblo”.

Maurice Duverger

La estratificación en la política se rige por la distinción entre gobernantes y gobernados. En la dictadura esa relación es descendente: la dictadura impone sus decisiones y los gobernados, el pueblo, las acata. En la democracia por el contrario esa relación es ascendente: el pueblo elige sus gobernantes que deben orientar sus decisiones de acuerdo a las expectativas que el pueblo  promueve.  En ambos casos, los gobernantes tienen una gran relevancia pues orientan, guían, deciden los caminos , con la diferencia que en la democracia los gobernantes surgen de la libre elección del pueblo.  La democracia pura es una utopía que intenta diluir la inevitable distinción entre gobernantes y gobernados. Ya lo reconoció Tucídides cuando estudió el modelo de democracia clásica  de la antigua Atenas: “ De nombre era una democracia, pero de hecho era el gobierno del primer ciudadano (Pericles)”, y muchos siglos después el llamado padre de la democracia moderna, Jean Jacques Rousseau nos dirá  en su Contrato Social: “Si tomamos la palabra en su sentido estricto, no ha existido ninguna verdadera  democracia  ni existirá nunca.”

El estudio de las élites, y en nuestro caso de las élites políticas, surge de las pretensiones científicas de primordialmente tres pensadores que escribieron a caballo entre los siglos 19 y 20, dos italianos (Pareto y Mosca) y un alemán (Michels) que terminó  su vida académica por cierto también en Italia. Son los autores clásicos de la teoría de las élites, considerados por algunos  como los fundadores menores de la sociología política (los mayores serían Marx y Weber), también llamados “maquiavelistas”, pues  serían los herederos modernos de Maquiavelo, dada su pretensión realista de valorar las relaciones de poder. Existe un debate sobre cual es el concepto más adecuado para analizar esas minorías selectas que conducen la vida política: Mosca las llamó clase política y Pareto élite. La clase política se utiliza en la actualidad más en el lenguaje común de la gente al referirse a los políticos,  mientras que el término élite es de utilización preferente de los politólogos.

Venezuela adolece de estudios sistemáticos y rigurosos sobre las élites políticas. Existe un antecedente a principios de de los Sesenta que no tuvo continuidad. Se trata del estudio del para entonces profesor del Cendes de la UCV, Frank Bonilla, que escribió un libro con el provocativo título de El fracaso de las élites. Echo de menos la ausencia de estudios sobre nuestras élites políticas, pues nos ayudarían sobremanera a comprender mejor nuestra realidad, su éxitos y sobre todo su fracasos. Me surgen de inmediato interesantes preguntas: ¿cómo se han formado nuestras élites políticas?, ¿cómo ha sido su socialización?, ¿qué papel en ellas han cumplido los partidos?, ¿cómo se han renovado y con que frecuencia, lo que Pareto llamó la circulación de las élites?, ¿cómo se comprende la relación de las élites con la teoría marxista de las clases sociales, en especial con la llamada por Marx clase dominante?, ¿qué papel desempeñan las élites en las sugerentes propuestas gramscianas de la hegemonía y el intelectual orgánico?, y así muchas preguntas más que surgen de la imaginación creadora del investigador.

Nos ayudaría, no tengo dudas,  el estudio de las élites a precisar mejor los períodos históricos de nuestra modernidad: las élites del gomecismo, las élites liberales pero cautelosas de la democracia bajo la transición de López y Medina, la gran renovación de las élites, ahora sí comprometidas con la democracia, que trajo consigo la Revolución de Octubre, la élite militar del Nuevo Ideal Nacional, los exitosos compromisos de las élites y su tarea modernizadora a partir de 1958, la decadencia de los partidos, la corrupción y burocratización de las élites, el terrible legado de la élite militar bolivariana. Surge y resurge la pregunta que se hizo Bonilla en uno de los poquísimos análisis sistemáticos de las élites venezolanas: ¿han fracasado nuestras élites? Venezuela es una molienda de élites, donde predomina el quiebre sobre la continuidad. Es difícil construir un país con ese fardo de inestabilidad.


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