Cuando empezamos a escudriñar en la crisis venezolana que condujo a 80% de la población a la pobreza y las epidemias, de estas 7 millones de personas a la hambruna o pobreza crítica; casi 5 millones en condición de desplazados por el mundo, data según la Organización de Naciones Unidas; necesariamente debemos voltear a evaluar los ingresos fiscales de la nación y su administración desde la llegada del extinto Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro Moros al poder.

Por igual cuando valoramos el desequilibrio existente por acción terrorista en América Latina denunciados como instigadores el gobierno que preside Maduro Moros y los barbudos cubanos contra los poderes legalmente constituidos por voluntad de los votantes; tenemos obligatoriamente que conducirnos por la senda de la conspiración programada y el traslado de los oriundos para servir estos, sin saberlo, de túnel acompañante de grupos entrenados para la violencia y destrucción inminente de servicios públicos.

Todo ello busca desmoronar las democracias existentes mediante el caos para instaurar dictaduras comunistas de corte militar que sometan a los pueblos con intenciones esclavistas.

Desde 1999 Venezuela experimentó el boom petrolero que mayor cantidad de recursos económicos produjo a la metrópoli desde la nacionalización de la industria petrolera en la década de los setenta del siglo pasado, durante el primer gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez.

En nuestra consulta, incluso en la actualidad, la cotización independiente de la producción hoy menguada no llega a los 17 dólares que se cotizaba el barril de crudo para 1998 durante el quinquenio de Rafael Caldera Rodríguez, pues está en 20 dólares el barril.

Ello nos indica la bonanza vivida en los últimos veinte años, los cuales de haber sido debidamente administrados garantizaría para generaciones más allá del 2050 mantener el desarrollo económico sostenido que experimentaban desde la toma de la industria energética.

Las ambiciones expansionistas del comunismo en Centro y Suramérica que añoraba Fidel Castro, peón de la lucha armada de la Unión Soviética, para hacer realidad la conquista del territorios rico en materias primas de incalculable valor había fracasado estrepitosamente.

A partir de los ochenta, con la firma de los convenios conocidos como el Acuerdo de Paz de Esquipulas I y II, los grupos subversivos en Centroamérica cambian el fusil por los votos para dirimir tolerantes los destinos de los terruños que les vieron nacer.

La ocupación forzada quedó definitivamente derrotada; la vida civil y el pensamiento pluralista gana los espacios que ocupó el odio entre hermanos instigados por el extremismo en la zona desde 1960.

Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela electo para el quinquenio 1959-1964, adversa los despotismos en la región glorificando las libertades y el respeto por los derechos humanos.

Avizorando las ansias de manumisión derrota ante  organismos multilaterales la internacional de las espadas de izquierda o derecha.

En claro ejemplo unitario permanente Venezuela es visitada por el recién electo presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy.

Bajo el lema de “Alianza para el progreso” avanza en las Américas de habla hispana la industrialización de los recursos primarios, y posterior comercialización internacional que  aportaron puestos permanentes de trabajo y estabilidad social.

Con el tiempo y ante la falsa creencia que el comunismo estaba derrotado en América castellana, actuando con indiferencia ante la autocracia caribeña de izquierda resurgen las guerrillas en la patria grande.

Derrotadas unas y consensuadas otras, los cubanos al mando pasan inadvertidos inexplicablemente cuando fueron abrigo de inadaptados políticos y reos de la justicia por estar incursos en delitos de lesa humanidad.

En la escogencia electoral de Chávez y luego de Maduro ambos alumnos silentes del extremismo; los Castro reeditan sus ambiciones de hegemonía.

Los recursos de los venezolanos son desviados para afianzar intentonas golpistas en el mundo, suministrar divisas ilegalmente para construir campañas electorales de las izquierdas revolucionarias, partidos comunistas, agrupaciones socialistas etc.

Desde principios de siglo hasta nuestros días tales recursos calculados en 20 años en billones de dólares se los pelean grupos ajenos a Venezuela y corruptos que llegan a ser poseedores en paraísos fiscales de fortunas cien millonarias cuando se reparten groseramente el 30% de esos ingresos.

El espigado gobernante adopta la línea de quienes en el Foro de Sao Paulo consideran que una vez llevada a la quiebra la economía venezolana por Hugo Chávez ya fallecido, debían controlar el suministro de alimentos y medicinas para incitar los parroquianos partir a otros lares de no aceptar someterse a la voluntad del mandador como su amo.

Por su proceder Maduro demuestra odiar los venezolanos.

Los laboratorios del mal ven propicio el desplazamiento de millones provenientes del norte suramericano hacia el extremo continental para incorporar en su  andar menesteroso contingentes violentos, los cuales una vez mezclados con desplazados y penetrar territorios andinos actúan sistemáticamente para crear el caos colándose en manifestaciones pacíficas de justas reclamaciones.

Hoy retan los fanáticos a los regímenes de libertad, luego de actuar como desalmados invasores.

Nicolás Maduro es de comprobada incapacidad constitucional para ser presidente por ser extranjero; pero ahí está, dice él que para siempre.

Los comunistas tienen las armas que extrajeron de cuarteles venezolanos. Los hijos de Bolívar carecen de fusiles, balas y pertrechos de guerra; están desguarnecidos en su defensa activa y camino a la muerte por inanición programada como política de Estado.

Los  países que sí manejan tales recursos sofisticados y prometen libertad, me pregunto, qué harán.


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