Al excandidato presidencial Henrique Capriles se le hace saber que África será la próxima fábrica mundial.

Como lo fue China en el pasado, pronto África será el centro manufacturero del mundo. ¿Por qué? Porque África alberga ocho de las diez economías con el crecimiento estimado más rápido del mundo durante la próxima década.

África ha sido el campo de pruebas favorecido de múltiples ondas de doctrinas occidentales sobre cómo luchar contra la pobreza.

Pero, oiga bien señor Capriles, tanto China como Rusia han hecho de África el nuevo territorio de forcejeo para su influencia comercial y política, al igual que Estados Unidos, el Reino Unido y Brasil que están en África por el propio interés.

China es, comparativamente hablando, un recién llegado a África. Rusia, por su parte, aunque ya no goza de los mismos fuertes vínculos que tenía en épocas de la Unión Soviética con sus aliados africanos, recupera sus metas y quedó en evidencia con la gira en marzo del ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, por Namibia, Zimbabue, Angola, Mozambique y Etiopía (único país africano, salvo un periodo de cinco años de ocupación italiana, que no ha sido nunca colonizado por una potencia europea).

La pandemia del COVID-19 limita internamente la manufactura rusa y, en especial, la china, por ello tienen la vista puesta en África.

¿Por qué potencias mundiales como China y Rusia quieren tener una base en el continente africano?, se preguntará usted, señor Capriles. Pues porque ya no desean seguir con el peso de Venezuela sobre sus hombros y piensan dejarle ese bacalao a Irán. A Moscú le interesa la explotación de diamantes, petróleo y metales raros en un África cercana y China, el mayor consumidor de hidrocarburos, ya tiene operando personal en Argelia, Nigeria y Kenia, además de inversiones en el sector hotelero, agroindustrial y proyectos de infraestructura. Se habla de una migración de 1 millón de chinos viviendo en África.

Pero China no tiene apuro, hace las cosas por etapas, casi invisiblemente. Las metas rusas son más inmediatas: expandir el comercio que ya existe y crear algunos nuevos mercados.

El ajedrez económico e industrial mundial se está recomponiendo a una velocidad meteórica y Venezuela quedó fuera del juego. Solo se lograría entrar con grandes estadistas, un team de brillantes venezolanos unidos por el bien del país.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Corporación Andina de Fomento (CAF), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) e incluso la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) están explorando el escenario latinoamericano para cerciorarse que el impacto de China no sea “cuento chino” disfrazado de algunas entelequias como, por ejemplo, la ficción relatada por el difunto teniente coronel Hugo Chávez de las semejanzas entre un (comparativamente conservador) Simón Bolívar con el “héroe anticolonial” Mao. La realidad es, sin duda, algo menos mágica y palmaria en todas las estadísticas de la región.

La avalancha de inversiones prometida puede que no se concrete con la magnitud esperada por los intereses ya instaurados en África, lo que enuncia, además, que el continente africano dejó de ser un terreno exclusivo de las empresas francesas, belgas e inglesas. De hecho, China ya es el tercer socio comercial de África, después de Estados Unidos y Francia.

Un potencial inversionista cuando nos dejen “como novia de pueblo” puede ser la India. La vinculación entre la India y América Latina es, por ahora, restringida tanto desde el punto de vista comercial como financiero. Sin embargo, ya estamos viendo una intensificación de las relaciones, al igual que están aumentando los nexos entre la India y África, por si acaso.

Si no cree en los señalamientos de este periodista amigo en el exilio, sostenga usted (si la conoce) una conversación con Ms. Beatrice Rangel, quien vive hoy en Estados Unidos y otrora brillante administradora de nuestro teatro Teresa Carreño, hoy en ruina, que sabe todo al respecto.

Le hago saber todo esto, que seguramente ya sabía, con todo respeto, señor Capriles, pese a la falta de respeto de su reciente alocución en las redes sociales, donde usted aún siendo opositor tiene el cinismo de pedir a la oposición en Venezuela dejar de «jugar a ser gobierno en Internet» hablando, precisamente, por Internet.

Yo, que tanto lo he coreado en su lucha contra Chávez y Maduro, y usted que pondera “ingenuamente” (no lo sé) que, por ahora, se tienen que aprovechar las elecciones legislativas para «dar la pelea» en contraste con el presidente (e) Juan Guaidó, que señaló a la Unión Europea: “Las condiciones actuales para cualquier elección en Venezuela son inaceptables”.

Durante casi una hora, en la que no aludió de forma directa a Guaidó, mencionó sí el amor que siente por su abuelita “suya de usted” (lo que es comprensible, todos queremos a nuestras abuelas estén vivas o muertas); señaló la lucha que pilotó Lech Walesa en Polonia, con la ligereza, señor Capriles, de dejar por fuera a quien sostuvo inexorablemente al líder sindical, el papa Juan Pablo II y su inmenso poder, mientras que hoy don Francisco no está manifiestamente con la oposición demócrata venezolana.

Agregó usted que el problema real de los venezolanos, en esta coyuntura, es «la prioridad de que hay una pandemia, el COVID-19 que está disparado y no hemos visto lo peor».

Y no lo hemos visto porque usted, como líder, no ha explicado a nuestro pueblo qué se propone, no hay un plan país como el que vienen desarrollando en África los países arriba mencionados a propósito del COVID-19.

Usted dijo que «el plan que había se agotó», ¿y el suyo cuál es? ¿Ir a presuntas elecciones legislativas? Podría ser, pero ¿para qué?, ¿arrebatar un voto en detrimento de nuestra dignidad?, ¿o seguir en la denodada lucha en la que venimos combatiendo todos?

E pur si muove”, dijo Galileo Galilei. Aunque no lo crea, señor Capriles, ya no es tiempo de “rendijita de oportunidad”, como usted mismo las definió; se requieren estrategias globales realistas en un mundo globalizado y en evolución, NO en revolución.

Hay que pensar en grande, señor Capriles, dejando de lado nuestros afectos parentales y no inmiscuirlos en discursos a la nación y establecer, más bien, megametas para megaadversarios. Liderarlas, construirlas y concretarlas.

@CarlosOmobono


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