Hay quienes avizoran que con la suspensión del control de cambio, dolarización de la economía, liberación de precios y cese de restricciones para importar, comienza un proceso que nos llevará al modelo chino de capitalismo.

Estamos, sin duda, en presencia de un viraje y de una apertura; aunque insuficientes en calidad y cantidad para satisfacer los cambios necesarios para superar la crisis económica.

El interrogante que plantea tal viraje es si  estamos en presencia de uno estructural o coyuntural. De si es firme la decisión del régimen de cambiar de paradigma en materia  económica o de simples medidas de ocasión para tratar de descomprimir la situación y luego volver a más de lo mismo como cada tanto hace el castrismo en Cuba.

El modelo chino es una variante de capitalismo de Estado con apertura económica y dictadura en lo político  y social orientado inicialmente hacia la exportación de productos industriales con una fuerte inversión extranjera en asociación con el Estado. Su competitividad y atractivo inicial estuvo en los bajísimos costos de producción, sobre todo en lo referente a la remuneración del trabajo y ausencia de derechos sociales, a las exenciones fiscales y a otras facilidades lindantes en lo delictivo. Su fase de acumulación de capital está más cerca de los capitalismos del siglo XIX que a la de los capitalismos de la presente centuria. Los impactos  en el medio ambiente del modelo chino son muy negativos en cantidad y calidad. Es innegable que se ha producido una transformación económica colosal e impresionante, pero sus déficits políticos, sociales y ambientales no lo convierten en una alternativa válida en términos civilizatorios.

Llegados a este punto, no es fácil imaginar que el chavismo tenga la voluntad política, el liderazgo y la capacidad gerencial para  virar de un sistema económico altamente controlado, sin Estado de Derecho ni reglas claras, rentista, de puertos y con un componente mafioso muy alto e influido por los afanes de lucro fácil y rápido de la nomenclatura a una economía productiva. El eventual nuevo modelo económico requerirá de una altísima inversión de capitales de los que no disponen ni el Estado ni los privados endógenos, por tanto tiene que ser extranjera (privada o de organismos multilaterales) difícil de atraer en las presentes circunstancias en las cuales la casi totalidad de los países desarrollados cuestionan o adversan abiertamente al régimen por considerarlo un Estado cuasi fallido o forajido.

Aunque por aquello de que “la necesidad obra milagros” y  el chavismo considere que el continuismo (su objetivo básico y fundamental) requiera de ese viraje hacia el modelo chino y lo emprenda, hay que considerar entonces si eso es lo que conviene a Venezuela para superar la crisis sistémica en progreso.

La condición dictatorial totalitaria del régimen chino y los déficits civilizatorios que arrastra lo invalidan como un paradigma válido y conveniente para que Venezuela pueda superar el bache histórico en el cual estamos.

Otros Estados, tanto en Oriente como Occidente, han transitado otras sendas traducidas en avances económicos sustantivos creadores de progreso económico con disminución de la pobreza sin sacrificar los derechos humanos, políticos, civiles y sociales; nos referimos a Japón, Corea del Sur, Taiwán, la India, Chile, Perú, Irlanda…


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