Casi un año después de la invasión rusa de Ucrania, la guerra entra en una nueva fase. Tras el fallido ataque a Kiev la primavera pasada y la impresionante contraofensiva de los ucranianos que liberaron Kharkiv en el norte y Kherson en el sur, el presidente ruso Vladimir Putin se ha embarcado en una campaña de castigo dirigida contra civiles e infraestructuras energéticas con drones y misiles. Fracasada su estrategia en el campo de batalla, Putin trata de aumentar al máximo el número de ucranianos obligados a pasar el invierno en el frío y la oscuridad.

La línea del frente apenas se ha movido en los últimos meses. Pero los combates siguen siendo encarnizados (con muchas bajas), y Rusia parece estar preparándose para una gran ofensiva en primavera. La economía rusa está en pie de guerra, y la maquinaria propagandística del Kremlin ha incrementado el ritmo, vendiendo una amalgama de amenazas apocalípticas y delirios imperiales. El último medio de comunicación independiente de Rusia, Meduza, y la última organización de derechos humanos, el Centro Sájarov, se ven obligados a cerrar. El ambiente en Moscú es desafiante.

En estas circunstancias, los aliados de Ucrania hacen bien en aumentar su ayuda militar, incluso proporcionando tanques de combate. El objetivo es que Ucrania prevalezca ante su agresor. Pero no podemos desear alcanzar ese fin sin dar a Ucrania los medios para conseguirlo. La alternativa es una guerra de desgaste prolongada, que provocaría más muertes en Ucrania, mayor inseguridad para Europa y sufrimiento continuado en todo el mundo debido a la militarización por parte de Rusia del suministro de energía y alimentos.

Los socios de Ucrania ya se habían comprometido a proporcionar defensas aéreas avanzadas, como el sistema de misiles Patriot de fabricación estadounidense, obuses más capaces y vehículos de combate blindados adicionales. Pero antes de realizar un gran avance recientemente, hubo un intenso debate sobre la conveniencia de suministrar tanques como el Leopard 2 de fabricación alemana o el M1 Abrams de fabricación estadounidense. Por mi parte, hace tiempo que sostengo que debemos proporcionar a Ucrania los medios para expulsar a Rusia. Los tanques son necesarios para que las fuerzas ucranianas superen el actual estancamiento de la guerra de trincheras y recuperen el impulso que tuvieron el otoño pasado cuando retomaron Kharkiv y Kherson.

Alcanzar el «acuerdo de los tanques» ha requerido tiempo e intensos debates, incluso en el Consejo de Asuntos Exteriores de la Unión Europea. El gran avance se produjo cuando Alemania accedió a entregar los Leopard 2, en coordinación con Estados Unidos, que aportará unos 30 M1 Abrams. Aunque la entrega de estos llevará tiempo y requerirá un entrenamiento y mantenimiento intensivos, el resultado no se limita al campo de batalla. Hemos enviado otra poderosa señal a Rusia de que Putin se equivocaba -una vez más- al dudar de nuestra determinación.

Por supuesto, algunos argumentarán que más armas prolongarán la guerra y aumentan el riesgo de una nueva escalada, y que las negociaciones diplomáticas son la única solución. Pero mientras que los europeos seguiremos siempre receptivos a cualquiera que busque seriamente un final negociado y justo a la guerra, Rusia ha dejado claro hasta ahora que pretende persistir en sus crímenes de guerra. Todos los que han intentado negociar con Putin han vuelto con las manos vacías. Hasta que eso cambie, debemos concluir que la única forma de poner fin a la guerra es dar a Ucrania los medios para expulsar al invasor.

La tarea de la UE, por tanto, es hacer todo lo que esté en su mano para apoyar a Ucrania. Y eso es lo que estamos haciendo. Junto con los gobiernos de los Estados miembros de la UE, ya hemos movilizado para Ucrania armas y suministros conexos por valor de 12.000 millones de euros (13.100 millones de dólares), 3.600 millones de los cuales proceden del Fondo Europeo para la Paz. Si tenemos en cuenta también la ayuda macrofinanciera y humanitaria, nuestro apoyo total se aproxima a los 50.000 millones de euros.

Además, la UE es ahora el principal proveedor de formación militar para el personal ucraniano. A través de la Misión de Asistencia Militar de la UE en Polonia y Alemania, habremos entrenado a 15.000 soldados en abril, y estamos preparados para adiestrar a otros 15.000, incluso en el uso de tanques como el Leopard 2.

La UE también está trabajando en un décimo paquete de sanciones, y en pocos meses ya hemos reducido nuestra dependencia de las importaciones rusas de energía. No nos equivoquemos: las sanciones están funcionando. El petróleo ruso se vende con un descuento de 40 dólares respecto al Brent, y se espera que sus ingresos energéticos diarios caigan de unos 800 a 500 millones de euros después de que nuestras últimas medidas entren en vigor este mes. La guerra le está costando cara al Kremlin, y estos costes no harán sino aumentar cuanto más dure.

El pasado enero, justo antes de la invasión, visité la región de Donbás y vi el frente. Por razones obvias, ese viaje se me ha quedado grabado. A mi regreso, pasando por Kiev, el primer ministro de Ucrania, Denys Shmyhal, me confesó: «La invasión se acerca, y sabemos que no vendréis a luchar a nuestro lado». Pero se apresuró a preguntar: «¿Nos daréis las armas que necesitamos para defendernos?».

En aquella ocasión, no estaba seguro de cómo responder, porque no sabía cuán fuerte sería la determinación europea. Hoy, la respuesta es fácil. En vísperas de la Cumbre UE-Ucrania, mientras viajo a Kiev esta semana, nadie duda de que Europa ha estado a la altura de las circunstancias. Ahora debemos seguir dando a Ucrania los medios para derrotar al agresor, restaurar su soberanía y encontrar su lugar en la Unión Europea.

Josep Borrell es alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea.

Copyright: Project Syndicate, 2023.

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