Foto CARLOS GARCÍA RAWLINS

El papa Francisco lo ha dicho desde el principio de su pontificado: hacer lío… En su Argentina natal eso significa, creo, no permanecer pasivos sino tratar de calentar el ambiente. El Santo Padre se refería a la actividad de la Iglesia y, sobre todo, a los jóvenes que son su futuro.

Me permito llevar el concepto a un terreno concreto: el de mi país, Venezuela, que necesita un cambio radical, de raíz, para levantarse de su postración.

Hacer lío no debe ser improvisar o atolondrar. No. Y mucho menos impulsar la violencia ciega para superar la violencia del poder establecido. No nos engañemos, el poder de Maduro y los suyos se asienta en el temor, que a su vez se afinca en la violencia, actualizada o potencial.

Hacer lío es denunciar, movilizar, protestar por la reivindicación de los derechos de los venezolanos; aplastados por la hegemonía.

El silencio es la contradicción de hacer lío. Y silencio no significa estar callado; significa no denunciar los horrores del presente y ofrecer un compromiso claro por el ansiado cambio. Se puede hablar mucho y, sin embargo, permanecer en silencio…

Muchos sectores de la vida nacional se han acostumbrado a «hablar en silencio». Esto es, a decir cosas o muchas cosas, con la habilidad de no incordiar al poder.

Sí, hay que hacer mucho lío para acuerpar fuerzas sociales y políticas. Para que el pueblo sufriente no se sienta desamparado sino representado en la voluntad de cambio. Hay que hacer lío, y lío bien orientado.


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