negociaciones

Hace un año el gobierno se levantó de la mesa de negociaciones con la oposición en Ciudad de México. La principal razón fue su inconformidad con el traslado a Florida de Álex Saab, quien fue nombrado miembro de la delegación después de que fue detenido en Cabo Verde y habían pedido su liberación. Ahora, después de varias reuniones con representantes de la administración de Joe Biden que dieron como resultado la liberación de los sobrinos de la pareja presidencial, los voceros de Nicolás Maduro anunciaron su intención de retomar el diálogo.

Una iniciativa que algunos aplauden y otros critican. Pero esta es la hora que ni el gobierno ni la oposición han colocado en la mesa de discusión los asuntos prioritarios para el pueblo, como son el cese de las violaciones de los derechos humanos: el derecho a la salud, en especial la de los pacientes crónicos que se debaten entre la vida y la muerte por no contar con el tratamiento oportuno; el grave problema de los servicios básicos como el agua, que llega a los lugares de residencia sin ser tratada; la energía eléctrica, cuyos continuos apagones destruyen los electrodomésticos sin que el Estado responda; la desnutrición infantil, que va en aumento por la falta de seguridad social en los hogares venezolanos; tampoco se habla ni se decide otorgar pensiones y sueldos dignos para resistir lo feroz de la hiperinflación.

El que plantean es un diálogo mezquino con el pueblo venezolano, pero generoso con quienes solo ansían mantenerse en el poder.

Otro aspecto fundamental en el que no me canso de insistir es en la liberación de los presos políticos. Una medida humanitaria y de justicia para resarcir el daño causado por un sistema judicial que aún no encuentra su independencia por estar politizado, que vulnera el debido proceso y agrava la situación con el retardo procesal, pues las audiencias se siguen suspendiendo sistemáticamente.

Hablar de diálogo sin que les duela el pueblo no es un verdadero diálogo, simplemente es una oferta engañosa.

Hay que desenmascarar al Estado indolente que lo único por lo que puja es por el poder político.


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