Justo a mediados de marzo del año 2004 se celebró en Puerto Ordaz, estado Bolívar, la XXV reunión de ministros de salud del Área Andina –REMSAA­–, que es la máxima instancia del Organismo Andino de Salud Convenio Hipólito Unánue, así llamado en homenaje a José Hipólito Unanue y Pavón, médico, educador y prócer de la Independencia del Perú.  En ese cónclave de burócratas asistieron dos invitados muy especiales: Lee Jong-wook, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Mirta Roses Periago, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Él de nacionalidad surcoreana y ella argentina.

Lógicamente, Venezuela como país anfitrión botó la casa por la ventana y a la clausura del evento acudió el propio comandante eterno. Ya he expuesto con anterioridad la fascinación que ejercen los sátrapas de todo tenor y calibre en los intelectuales, así como en los miembros de los llamados entes multilaterales; y cuyos máximos representantes suelen alcanzar dichos escalafones con el apoyo de los llamados gobiernos liberales.  No olviden que en medio de la crisis sanitaria que vive el planeta con la Peste China han sobrado los señalamientos del apoyo que tuvo en su momento por parte del gobierno chino el actual director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. No creo necesario abundar en la actitud complaciente de este funcionario con respecto al gobierno amarillo. También es pertinente recordar que este caballero fue ministro del “progresista” gobierno etíope.  Para terminar de redondear lo que corresponde al máximo burócrata sanitario del mundo vale la pena reseñar que semanas atrás aplaudió la respuesta resuelta y contundente del gobierno español para revertir la transmisión del COVID 19. Uno no sabe qué pensar al respecto de esto último, la desgracia que vive el país hispano, convertido en la vergüenza de Europa por los niveles de contagio de la pandemia amarilla son de antología.

Regresando a Venezuela 16 años atrás, en la mencionada asamblea de ministros fue más que manifiesta la complacencia del señor asiático y la señora austral. En todas las fotografías que hice en aquella ocasión se les veía el gozo que exudaban de estar al lado del hijo ilustre de Sabaneta. Varios meses más tarde, en el 525 de la calle 23, en el NW de Washington D.C., sede principal de la OPS, oí de boca de varios altos funcionarios de esa institución hacerse lenguas hablando de la gesta sanitaria que estaba llevándose a cabo en Venezuela. ¿Es necesario abundar sobre el descalabro del que fuera uno de los sistemas de salud emblemas del continente en nuestro país?

Como bien han de suponer mis reservas respecto a dicho organismo son muchas. Por ello, no puedo dejar de preguntarme a santo de qué sale el interino a anunciar: “El día de hoy, después de superar una gran cantidad de obstáculos, estoy enviando la orden de transferencia de los recursos para la Organización Panamericana de la Salud y Cruz Roja para dotar de equipos de protección a nuestros héroes que están en la primera línea en el combate contra la COVID-19. Recursos que no tocará el régimen”. ¿Acaso esos equipos si serán dejados entrar al país y no pasará lo mismo que en febrero del año pasado en Cúcuta?, ¿quién garantiza que dichos recursos no serán arrebatados por los funcionarios de la plaga roja para luego aparecer anunciando equipamiento de las ruinas hospitalarias del país? Por lo visto no se cansan de jugar con el país.

© Alfredo Cedeño

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