En la dimensión humana, donde la moralidad y la ética son cualidades cada vez más escasas, encontramos diversidad de comportamientos, loables y cuestionables. Entre los controvertibles está la figura del sinvergüenza. Palabra que despierta imágenes de engaño, falta de escrúpulos y deshonestidad. Por tanto, que se le considere una condición indeseable, aunque profanos la abracen con una especie de ironía, convirtiéndola en un título de honor, casi nobiliario, en lugar de un agravio, una ofensa.

Esta guía es ficticia y no promueve ni respalda comportamientos cuestionables. Siempre se debe actuar con integridad y respeto hacia los demás. Ser un buen sinvergüenza requiere un equilibrio delicado entre astucia, desfachatez y pizca de encanto. Hay que dominar el arte con maestría, no implicando necesariamente traspasar los límites morales o legales. Más bien, se trata de una habilidad para moverse en el mundo con pericia y desenvoltura, aprovechando las oportunidades y desafíos de manera creativa. Capacidad de sortear obstáculos sin caer en la ruindad o maldad.

En la historia hay ejemplos que podrían considerarse buenos sinvergüenzas. Desde el carismático y astuto de muchas mañas Odiseo (Ulises) que resistió el canto de las sirenas de la mitología griega, hasta el célebre y audaz Robin Hood, un bandido que robaba a los ricos para dar a los pobres en la Inglaterra medieval, personajes que desafían normas establecidas y se abren paso en un mundo hostil con ingenio y valentía.

¿Cómo ser un buen sinvergüenza hoy? Es crucial mantener un código ético (o falta de él). Aunque parezca paradójico, incluso los sinvergüenzas tienen ciertos límites moralistas, y los mejores son aquellos que poseen una brújula moral (o falta de ella) a las que se adhieren con determinación. Distinguen entre lo correcto e incorrecto, y aunque se desvían de la vía convencional, no pierden de vista sus principios fundamentales.

Un bribón domina con rutina el arte de la manipulación, sabe cómo jugar con las emociones ajenas para obtener lo que quiere. Desde el clásico «perrito triste» hasta la táctica de la lástima extrema, un maestro de la treta, sabe qué botones presionar para conseguir lo que desea sin sentir molécula de remordimiento.

Aprender a justificar lo injustificable, habilidad decisiva para los aspirantes, con talento para torcer la realidad y ajustarla a sus propias acciones. Racionalizar pequeños embustes hasta probarlo con razones convincentes de hechos moralmente cuestionables, encontrando la manera de salirse con la suya sin perder el sueño. Esquiva las responsabilidades, evitando consecuencias de sus acciones, se escurre guabino de situaciones comprometidas y culpa a otros sin remordimiento.

Imagen impecable, empatía y fachada encantadora, aun planeando la próxima fechoría. Un pillo sabe cómo encantar con sonrisa luminosa e irresistiblemente persuasiva. El carisma es práctica que gana adeptos. El cinismo es el pan de cada día para un pícaro. La capacidad de ver el lado oscuro de situaciones y expresarlo con un toque de humor ácido es esencial.

El oportunista aprovecha cualquier oportunidad para sacar provecho. Ya sea en el trabajo, amor o cualquier otra área de la vida, siempre al acecho para identificarla y sacar ventaja. Ejerce con destreza el arte del descaro. Un sinvergüenza exitoso, no duda de sí mismo, es capaz de enfrentarse a los efectos de sus acciones con actitud desafiante y desenfadada. Confía ciego en sus técnicas para sortear situaciones difíciles. Atrapado con las manos en la masa y descubierto flagrante, se ríe, haciendo una broma ingeniosa y negando el hecho con inquebrantable seguridad.

Ser un buen sinvergüenza no está exento de riesgos y desafíos. El exceso de confianza o la falta de escrúpulos llevan al desastre. Recordemos que la línea entre la audacia y la imprudencia es delgada, y cruzarla tiene derivaciones graves.

La sinvergonzonería no es un simple acto de maldad o engaño. Es arte sutil que requiere inteligencia, comprensión de emociones y sentimientos. Ser un buen sinvergüenza implica desafiar conformidades con astucia y valentía. Requiere un conjunto único de habilidades, desde la manipulación hasta el cinismo, pasando por la justificación creativa y el descaro desvergonzado. Sin embargo, para aquellos que están dispuestos a abrazar este estilo de vida con un toque de ironía, puede ser una forma divertida e intrigante de navegar por un mundo lleno de hipocresía y falsedad. Adelante, abraza tu lado sinvergüenza con orgullo, ¡y nunca dejes que la moralidad te detenga en tu búsqueda del éxito!

@ArmandoMartini


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