Guaidó oro venezolano, El Nacional
Foto: AFP

Un contundente y despiadado andamiaje comunicacional ha vertido el régimen de Nicolás Maduro sobre la figura de Juan Gerardo Guaidó. Toda la política del régimen ha estado destinada a destruirlo y a invisibilizarlo, con intentos sobrenaturales de crear esferas de corrupción a su alrededor, han dividido partidos, y otros los han entregado a factores de la oposición que han flexibilizado sus posiciones ante el régimen por cooptaciones de intereses económicos, llamados popularmente los alacranes.

Guaidó con sus métodos de hacer política, y sobre todo con su personalidad llena de rasgos profundamente humanistas, se diferencia enormemente de las conductas políticas del régimen pero también de la vieja oposición que ha fracasado en la conducción política y ha perdido credibilidad en el pueblo venezolano, por cuanto su presencia en la arena se hace un verdadero desafío para la dictadura pues a pesar de las adversidades impuestas no han logrado detener su carrera, y también para algunos factores de la oposición porque se niegan asumir un liderazgo diferente al de sus intereses, pero que irrumpe indeteniblemente para cambiar las formas y métodos de luchas y logra posicionarse en la primera opción.

La oposición venezolana a lo interno debe redimensionarse urgentemente y encontrarse para el objetivo en común de la obra Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, se puede valorar que la vida no tiene por qué ser un eterno campo de batalla, entre visiones opuestas. Siempre ha de existir la posibilidad de construcción de espacios para la sana y armoniosa convivencia, los líderes políticos deben ser conscientes de las diferencias y discrepancias existentes, y suspenderlas para integrarse en la búsqueda de la libertad del país.

La cultura de las contradicciones que se ha impuesto en lo más íntimo de la oposición venezolana debe superarse en esta oportunidad histórica, abandonar los extremos y conquistar un acuerdo armonizador de las diferencias, la capacidad de integrar debe ser más que un discurso para ganar seguidores, debe ser la gran apuesta para la conciliación, dejar de lado la vanidosa y arrogante actitud de poseer la razón y todos los demás están equivocados.

El mayor desafío de Juan Guaidó es no solo ser el auténtico retador para el régimen, quien mantenga una conducta decente y transparente que represente al sufrido pueblo venezolano, sino que más allá de cualquier diferencia logre armonizar a todos los demás factores de la oposición venezolana.

El madurismo atrapado en su inseguridad

El madurismo nunca ha permitido elecciones transparentes en Venezuela. Si bien el chavismo impuso una carga desproporcional de ventajismos, que sumado al control de las instituciones del Estado, y el poderoso ingreso petrolero de entonces los hacía una invencible maquinaria electoral, los efectos de la corrupción, y la destrucción de cada área de la estructura social, económica y política de la nación, desencadenó a partir del año 2013, la acción brutal, el control férreo y totalitario, conducta que obligó el desmontaje de cada elemento con aroma de democracia, para finalmente aterrizar en el terrorismo de Estado que reina hoy, donde los ciudadanos prefieren migrar y abandonar con dolor su tierra y a sus seres amados, que someterse a la persecución y las injusticias que impone la dictadura en Venezuela.

Si brevemente se estudia el discurso empleado por los voceros del régimen, podremos notar en todos la excesiva manifestación de violencia, en un desmedido esfuerzo por demostrar quién tiene el poder y por supuesto el ánimo siempre de aplicarlo en desconocimiento absoluto de las normativas legales, en el momento histórico que estamos experimentando, en el que ya son tangibles las negociaciones entre Estados Unidos y quienes de facto usurpan el poder en Miraflores. Ejemplo de ello es el intercambio de presos políticos en Venezuela por los denominados narcosobrinos de Cilia Flores y el cambio de narrativas de la tiranía, de la negativa de adelantar las elecciones presidenciales al tono amenazante de realizarlas a la brevedad posible para evitar acuerdos dentro de la Plataforma Unitaria Venezolana, de manera que se puede inferir con mucha facilidad que el verdadero valor de las negociaciones e intercambios están establecidos en el condicionamiento para el retorno a la vía electoral.

Seguramente se irá a México, escenario gestado para que las delegaciones del régimen y la Plataforma Unitaria sellen acuerdos sensatos por el bien del país; sin embargo, el madurismo insiste en la realización de elecciones adelantadas, y luego recula y aguarda silenciosamente atrapado en la inseguridad que le produce la convocatoria a elecciones por cuanto todos los sectores que lo integran se tienen desconfianza entre sí, condición que adicionalmente a toda la turbulencia se constituye en un obstáculo de dimensiones inconmensurables.

Sin embargo, el madurismo ha perdido demasiado política y económicamente. Las sanciones económicas son un muro difícil de sobrepasar y muy a pesar de la tesis mediática que han querido imponer sobre la normalización del país, con aquello de que “Venezuela se arregló o se está arreglando”, no posee sustento lógico. Las expresiones de burbujas financieras que se experimentan en la Gran Caracas, y algunas ciudades de la región central, no repercuten en lo más mínimo en la Venezuela profunda, donde la crisis multidimensional o emergencia humanitaria, como conceptualmente se describe, se sufre día a día, en la población como antesala apocalíptica porque las perspectivas económicas y políticas de no alcanzarse un acuerdo son a empeorar el deterioro económico pese a desacelerar, según algunos expertos, el impacto ha sido agresivo y vaya que se ha sentido en todos los estratos de la población, y retornarían con abrumadora creciente de no existir en los próximos meses un acuerdo político que simbolice el cambio que necesita el país.

Sin dudas, de no concretarse un acuerdo político que represente la oportunidad de cambio, el retorno a la democracia y el respeto a los derechos humanos, la población se verá severamente afectada y sus ánimos se podrán expresar de diferentes formas, siempre y cuando se logre la constitución de una dirección política con valentía para orientar y exigir cambios vertiginosos en las relaciones del poder político. Pero en cualquier escenario la peor parte se la llevarán los represores de la ciudadanía, que se niegan a tomar vías democráticas.

@jufraga12


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