Cada día que pasa se hace más ostensible que Nicolás Maduro no puede continuar ocupando el solio presidencial, por la conducta  inconstitucional que le fuere declarada por la Asamblea Nacional en razón de estar incurso en el delito de usurpación al haber pretendido continuar en el cargo mediante una elección adelantada. Una maniobra urdida por una ANC espuria que condujo un proceso electoral fuera del lapso constitucional, ejecutado  en forma  fraudulenta con todas las ventajas que le permitió al “déspota” el ejercicio arbitrario del poder.

La arbitrariedad violó sin causa que lo justificare el entender que el sistema democrático se legaliza mediante una consulta justa y respetada para el ejercicio de la soberanía, como se ha establecido en Venezuela a través de una  tradición cívica instaurada el 23 de enero de 1958. Cuando el dictador Pérez Jiménez abandonó el poder, también usurpado como consecuencia del desconocimiento de los resultados electorales que le dieron el triunfo a URD en las elecciones efectuadas el 30 de noviembre de 1952, capitaneada por Jóvito Villalba.

La reelección amañada de Maduro en forma adelantada sin justificación legal, acto bochornoso que lo sitúa en condición de facto, le hizo perder a este el respaldo mayoritario del pueblo elector, que lo tuvo como “mito” para regir los destinos del país. La falta evidente de su capacidad para gobernar. El no cuido de los ingresos públicos. El  enriquecimiento súbito e impugne denunciado contra altos funcionarios advenido al séquito bolivariano. El quiebre de nuestras industrias  básicas. El comportamiento no idóneo para la eficiencia de los servicios públicos. El ejercicio de funciones encomendado a hermanos, ascendiente y líderes de proceso. La destrucción de la estructura sanitaria. La carencia de insumos para pacientes necesitados. La exterminación de las refinerías para producir la gasolina. La baja en los precios del crudo han hecho de Venezuela una nación pobre, que causa migración de sus ciudadanos, que nos hace padecer de mengua; y a la vez nos sitúa en condiciones inminentes para la ayuda humanitaria, la cual es imposible de alcanzar con un gobierno tenido como usurpador, más el agregado repudio internacional que le reclama comportamiento  de cambio, para el logro de la paz, cese de la usurpación mediante la elección de un gobierno de transición.

La crisis gubernamental que vive el país se agrava. Es de pronóstico sin reserva por cuanto se ha asentado en el territorio el coronavirus, primigenio de China, supuestamente un régimen aliado a Maduro y al que se hace responsable por la muerte de más de 170.000 personas, dejadas de existir  como causa de la “infección murciélago”. Tal hecho ha abierto una espita, para que el régimen dictaminado no constitucional, valido de la declaratoria  de la cuarentena que hubo de decretar y oficia en forma charlatana, arrecie su irreversible intención de imponer un control social para contener la propagación del infesto virus, sin tomar en cuenta que el ciudadano que no puede trabajar no dispone de efectivo ni servicios médicos, por no existir; no cuenta con alimentación por no poderla adquirir, no mitiga la crisis económica y social al tener a la población sometida a un  confinamiento;  e ignora que el  desempleo es causa de muerte. Actitud autoritaria que nos  obliga a sostener con argumentos de probanza que no hay voluntad por parte del presidente entredicho para enmendar sus errores, que de por sí nos tienen sin control de aguante.

La población nuestra no migrada constituye 70% del mercado informal, que vive al día, son bolseros de mercancías, que venden o convierten en trueque sus bienes. Se encuentra en la incertidumbre de subsistir en una economía  destruida, en peores condiciones que la que tuvo antes. Por lo que no debemos olvidar lo que nos ocurrió, hoy recuento de hazaña por los que detentan el poder, suscitada cuando los venezolanos por temor infundido de una Venezuela sin porvenir salieron a las calles, las que quedaron sin cuerpos de seguridad, quemaron y destruyeron propiedades, todo por un mísero aumento de gasolina, la cual hoy es inexistente en el país. Fue una reacción  no ideológica, sin organización  ni dirección. Dista del Mayo  francés

La inestabilidad de Maduro sin duda adquiere intensidad, que lo obliga a aceptar las condiciones de cambio que ha venido requiriendo el pueblo opositor. El fiscal general de Estados Unidos le ha dictado cargos por  narcoterrorismo, narcotráfico y corrupción; además, como en las películas del Oeste le ha puesto precio a su “captura”, lo cual le impide viajar libremente por el mundo. Se presenta el caso, entre otros, que no podría asistir a las reuniones que  puedan celebrarse en la ONU por tratarse de un reo,  tenido como tal por el Estado sede. Estados Unidos no le reconoce inmunidad,  en razón  de  haber declarado tener como presidente  interino legítimo de Venezuela a Juan  Guaidó.

Esto nos lleva a preguntarnos si esta crisis tan difícil que vive el Estado venezolano y su población, hoy en situación de miseria, puede solucionarse para evitar que se prenda la mecha de la explosión social. Creo que sí.

La propuesta para ello la hace nada más ni nada menos que el posesionado presidente provisional diputado Juan Guaidó, la cual a su decir es parte de una estrategia que ha articulado con nuestros amigos internacionales, que representa una alternativa de millones de personas, reconocida como coherente por el país y el mundo, la cual fuere hecha  luego de la mediación del Reino de Noruega. Hoy respaldada por Estados Unidos, la que de realizarse exime de culpa a Nicolás Maduro; que damos reproducida por razones de espacio, encaminada a la conformación de un gobierno de transición sin la presencia de los involucrados en la propuesta, para luego convocar a una elección presidencial. Sin duda alguna, será la forma menos traumática, seria y pertinente para la solución del conflicto.

Maduro es un hombre que se dice defensor de los pobres. Se identifica católico. Lee versículos de la Biblia en la iglesia. Reza en público y en cadena. Se retrata con un busto de José Gregorio Hernández. Cubre todas las condiciones  para aprobar una propuesta que de darse salvaría al país; además, recobraría la paz. Nos llevaría a estar protegido por el Estado de Derecho. Algunos la tienen  como una “ganga”.

 


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