El Open de Australia, el primero de los cuatro torneos oficiales que forman el Grand Slam de tenis, fue noticia antes de comenzar, ello en virtud del «Affaire Djokovic» relacionado con el coronavirus.

El premio para su ganador en la versión 2022, Rafael Nadal, según consultas en Internet, fue de un poco más de 3 millones de dólares (exactamente, 3.149.322 dólares).

El 20 de diciembre de 2021, en su cuenta de Twitter, el mismito Rafael Nadal publicó: «Hola a todos. Quería anunciaros que en mi regreso a casa tras disputar el torneo de Abu Dhabi, he dado positivo por covid en la prueba PCR que se me ha realizado al llegar a España».

Nadal se había vacunado previamente para asistir a los Juegos Olímpicos que, en el deporte del tenis, comenzaron el 24 de julio de 2021. Sin embargo, no pudo participar por la lesión en su pie. Refiriéndose a la “gripecita” y en algún momento posterior a su recuperación expresó: «Estuve 3 días destruido físicamente».

En la final del Open de Australia, el partido jugado por Nadal, de 35 años, contra Medvedev, de 25 años, tuvo una duración de más de 5 horas. ¿Creen ustedes, amigos lectores, que Nadal hubiera aguantado las 5 horas de intenso esfuerzo físico y mental contra un adversario diez años menor, con la gripecita encima e igual hubiera ganado el torneo?

Por estos días de ómicron, uno puede clasificar a los conocidos en una taxonomía de dos especies: los irresponsables e insolidarios, aquellos que andan por el mundo diciendo «es leve, es tan solo una gripecita» y que sabiéndose contagiados hacen su vida como si nada, mientras transmiten el virus a sus semejantes a trocha y mocha. El lema de esta especie es “¿Para qué quieres estar completamente sano si puedes estar levemente enfermo?”.

La otra especie es la de los prudentes, la especie de los que se cuidan: bien porque, vacunados o no, tienen condiciones de base previas y conocen el riesgo real que corren o bien porque sin tenerlas, disfrutan de buena salud, trabajan y producen y saben además que un día enfermo es un día sin bienestar, sin producir, es un día sin ser útil ni a sí mismo, ni a su familia ni a su comunidad ni a su país.

En casa, mis familiares se contagiaron y perdieron días productivos en virtud de la gripecita. Sabrán ellos cuántos bolívares  ―o dólares―  dejaron de percibir. Sin embargo, yo me aislé de ellos y fui odioso y rabiosamente antipático en el ejercicio de mi aislamiento. El resultado: no me contagié con la gripecita, no dejé de producir y continué disfrutando de mi salud y bienestar.

María Van Kerkhove, que tiene un PhD en epidemiología de enfermedades infecciosas de la London School of Hygiene and Tropical Medicine, un MSc en Epidemiología de la Universidad de Stanford y un BSc en Biología de la Universidad de Cornell y es líder técnica de COVID-19 en la Organización Mundial de la Salud, afirma que el contagio por ómicron no es leve (en inglés ella dice ómicron “is not mild”), lo cual pueden ustedes constatar en este corto video del 5 de enero de 2022:

El mensaje de Van Kerkhove (ómicron no es leve) tiene que ver con una métrica, la denominada tasa de letalidad (en inglés Case Fatality Rate o CFR), que es una medida de la gravedad de una enfermedad considerada desde el punto de vista poblacional, y se define como la proporción de casos de una enfermedad que resultan mortales con respecto al total de casos de esa enfermedad en un periodo especificado. La medida indica la importancia de la enfermedad en términos de su capacidad para producir la muerte.

Según la data de la Organización Panamericana de la Salud (https://www.paho.org/en/covid-19-global-and-regional-daily-update), al menos hasta el 12 de enero de 2022 y desde el 30 de julio de 2021, la CFR de Venezuela se mantuvo constante e igual a 1,20%, lo cual quiere decir que de cada 1.000 personas confirmadas con el coronavirus, 12 resultaron muertas. Ya para el 28 de enero de 2022 la tasa había disminuido ligeramente a 11 personas muertas por cada 1.000 contagios confirmados.

El tema es importante porque cuando los masoquistas amantes de sentirse miserables en una cama (en el mejor de los casos) a causa del coronavirus dicen «es leve, es tan solo una gripecita», no están tomando en cuenta una serie de factores que, por un lado, pueden conducirlos a la muerte (vista la CFR) y por el otro, a una indisposición que no los mata pero que impacta negativamente en su bienestar y en el de todo ser humano que contagian.

El mensaje es claro: el costo de la gripecita puede ser alto, puede incluso rondar, facilito, por los 3 millones de dólares o incurrirse con la vida misma del contagiado. Si hay algo que ha demostrado ómicron es que el derecho de los insoportablemente leves de responsabilidad y solidaridad termina con el inicio del derecho de los que queremos proseguir sanos y productivos.

 


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