El 10 de enero de este año que agoniza, 2022, publiqué en FanFan una columna titulada “Gracias por los días que vendrán”, columna que, además, forma parte de mi primer libro, Errores y faltas.

En este artículo pretendía desglosar, y así lo hice, todo lo que de bueno y de malo me había deparado el año. Es verdad que, haciendo un ejercicio de esfuerzo mental, procuré centrarme en lo bueno, dado que la época navideña suele despertarme sentimientos encontrados, pero más tendentes a la nostalgia y la melancolía que a la felicidad que parece despertar en la mayoría de las personas.

No me extenderé en su contenido, ya que el propio título del artículo orienta perfectamente su espíritu; además, gracias a la hemeroteca, está a su disposición en esta sección la columna. Pueden encontrarlo valiéndose del buscador, es lo que tiene la tecnología. Y el buen hacer de los redactores.

Y una vez más, se acaba un año. Y una vez más, hay que hacer balance. Creo que es un ejercicio sano y necesario si queremos avanzar y que el año que entra sea mejor que el anterior, en lo que está a nuestro alcance decidir y ejecutar, que no es tanto como pudiéramos pensar. Por lo general, gran parte del devenir de los días escapa a nuestro control, por lo tanto, hay que hacer examen de conciencia para tratar de no cometer los errores y los fallos, al menos, atribuibles a nuestra actitud y acciones.

Creo, sinceramente, que la clave está más en la actitud que en ningún otro avatar. Y, muy sinceramente, yo creo que he llegado a final de año mejor que el año pasado, sin aspavientos, no vayan a pensar, merced a que mi actitud ha variado sensiblemente con respecto a 2021. Y el cambio, si lo analizo, se debe principalmente a una sola cosa, a una sola palabra, a una sola actitud, que he tratado de interiorizar, si bien fracasando en muchas ocasiones, en uno de esos fracasos dolorosos que consisten en fallarse a uno mismo, en otras muchas ocasiones logrando ser consciente de un sentimiento que nos es ajeno, o al menos a mí, en muchas ocasiones. Este sentimiento no es otro que la gratitud.

Creo que, a estas alturas del año, cuando quedan cuatro días para que 2022 pase a los libros de historia, a pesar de las muchas circunstancias desfavorables que han podido rodearlo, dado que la vida es una lucha constante, soy consciente de que estoy inmensamente agradecido por los días que han venido, por las experiencias que he disfrutado, por el enriquecimiento personal, en el plano afectivo y sobre todo intelectual. El económico, vamos a dejarlo aparte, que hablar de dinero es de mala educación.

En este año, en el que es cierto que hemos sufrido una situación social extraña ya que, como dice Miguel Ríos, “corren tiempos perros”, he encontrado refugio en este mundo maravilloso del periodismo, conociendo gente muy válida, profesionales  que me han enseñado cosas invalorables. Acreditadas leyendas de esta profesión magnífica, no en vano la denominan “el cuarto poder”, que mueve y remueve los pensamientos y las conciencias y que es herramienta imprescindible para la formación de la opinión y el criterio que hacen girar los engranajes que mueven la democracia, con todo lo que ello implica.

Ha sido este un año en el que he tenido el privilegio de publicar mis dos primeros libros, Errores y faltas y Bailando en el bombardeo.  Me permitirán que haga autoproselitismo en este foro, que por otro lado es y será mi casa madre, periodísticamente hablando, mientras mi corazón siga latiendo.  Y es verdad que ambos han sido herramienta, más medio que fin, para construir mi 2022.

No son casuales sus títulos. El primero, Errores y faltas, obedece a mi consciencia, entonces y ahora, de mi imperfección total. No obstante, a pesar de mis errores y mis faltas, no me arrepiento de nada. Siempre he sido un convencido de que se aprende más de los errores que de los aciertos, por lo tanto, lo hecho, hecho está. Lo asumo en el valor didáctico que han tenido mis errores, que han sido muchos. Las faltas, como dice mi amigo David, pues depende. Las que me producen menos rechazo, son las que se cometen fuera del área.

Sin embargo, es el título de mi segundo libro, Bailando en el bombardeo, el que mejor define cómo ha sido para mí el año 2022; no en vano, se publicó hace pocas semanas. Como le dije a Javier Algarra, otro grande de nuestro periodismo cuya amistad me ha regalado 2022, cuando me entrevistó con motivo de su publicación, así es como me siento yo;  Esquivando los problemas, para tratar de evitar que me estallen encima; por otro lado, feliz, en los periodos de paz, muy escasos y en los periodos de reflexión, más habituales por suerte, que me regala la vida; ignorando la gravedad, como la orquesta del Titanic tocando mientras el barco se hunde.

Ha sido este un año duro, con situaciones graves de salud de los míos, cuajado, además, de muertes; las que podríamos tachar de naturales y las que en absoluto lo son, que también ha habido algunas. Viendo cómo estallan las bombas a mi alrededor y sintiéndome, en cierto modo, un privilegiado por seguir ileso. Vivo, bajo la lluvia fina de los tanatorios o al suave sol de las muchas experiencias sorprendentes que, por fortuna, me han salido al paso.

Bailando en el bombardeo. Feliz, cansado, consciente de que esto es temporal. Agradecido por cada día que ha venido y que vendrá.

Esquiven las bombas;  Bailen, bailen, bailen…

@elvillano1970


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