Veinticinco años pudiera ser una etapa temprana para un ser humano, pero muy especialmente para una empresa. En el caso de Google eso no es así, en este corto período de tiempo, una iniciativa desarrollada desde las habitaciones de una universidad y posteriormente desde el garaje de una residencia familiar, junto al empuje de la inversión inicial de 100.000 dólares americanos, ha pasado a convertirse en una de las cinco empresas mejor valoradas económicamente en el planeta.

La capitalización de mercado del buscador más utilizado del mundo y todo el conglomerado de empresas que se agrupa bajo el paraguas de Alphabet Inc, supera la friolera cantidad del medio billón de dólares americanos, un monto que no cabe en muchas computadoras, o que cuando se expresa en monedas criollas es un valor superior a las reservas de muchos de los países en la región latinoamericana.

El nombre de esta admirada u odiada empresa se le atribuye al gúgol, que es la expresión matemática que define un 1 seguido de 100 ceros; algunos enemigos de la empresa se lo adjudican a Nikolái Gógol, escritor ruso​ de origen ucraniano, y autor en 1842 de Almas muertas, una historia donde se adquiría la propiedad de esclavos fallecidos con el único propósito de inflar el patrimonio familiar del protagonista.

Desde entonces, y una vez que lograron desplazar a los buscadores de la época, Google ha incursionado en decenas de empresas y soluciones en el mundo digital enfocadas en temas diversos, tales como los conocidos mapas (Google map), lentes (Google lens), el correo electrónico Gmail o hasta el sitio web de vídeos YouTube. De manera más recientemente su aplicación de inteligencia artificial conocida como Google Bard, ha acaparado la atención en una lucha a muerte con el conocido Chat GPT de la empresa Open AI. Algunos otros temas menos conocidos también están en el radar de su corporación, tales como Google Ventures, que es otra de las empresas de Alphabet dedicadas al capital o hasta Calico, dedicada a la biotecnología, la investigación, el envejecimiento o la asistencia sanitaria.

¿Cuánto vale un dato?

Google ha entendido bien el valor de los datos en un mundo signado por la digitalización. Todos nuestros movimientos, gustos, conversaciones, interacciones, acciones y hasta transacciones se desplazaron sin retorno fuera de la presencialidad convirtiéndose en valor en la nueva economía digital. Desde el monopolío natural que han sabido crear, la competencia desaparece o cualquier nueva idea es absorbida cuando se trata de capitalizar audiencias en la red. Una lucha feroz que ha sido denunciada cuando se le acusa de manipular los resultados de las búsquedas, censurar páginas, saltarse leyes de privacidad y hasta de evadir impuestos. Esta nueva economía ha sido centro de importantes discusiones y hasta de análisis por importantes pensadores como el escritor coreano Byung-Chul Han, quien en su último libro Infocracia (Taurus 2022), desarrolla la tesis del dataísmo, grilletes que las audiencias se colocan al compartir información sin control en redes, plataformas y aplicaciones.

De esta manera el valor de nuestra información, pero muy especialmente la posibilidad de organizarla y de mostrarla selectivamente mediante algoritmos y ahora mediante la inteligencia artificial, es una licencia que hemos otorgado sin control a esta empresa de reciente aniversario; una nueva dominación impuesta desde los datos digitales mediante la transparencia e información.

Solo nos resta desearles éxito pero sobre todo insistirles en el valor del desarrollo de una ciudadanía digital que equilibre los derechos y las obligaciones en una sociedad que requiere un urgente regreso a la solidaridad y la unión de nuestros pueblos.

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!