¿Qué serían los reinos sino banda de ladrones?

¿Y que serían los ladrones sino pequeños reinos?

(San Agustín)

No es un decir que la corrupción es tan antigua como la prostitución. El Sanedrín sobornó a Judas Iscariote. Nuestro Bolívar emitió un decreto en 1824 desde Lima, mandando a quien se le compruebe «Haber malversado los fondos públicos de diez pesos por arriba, queda sujeto a la pena capital»; de su ejecución no hay registros.

Rómulo Betancourt dictaría otro en 1945, confiscándole bienes a más de un centenar de corruptos que posteriormente urdieron el golpe militar contra el constitucional gobierno de Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948. Cuarenta y cuatro años después, se promovería un nuevo zarpazo militar invocando la corrupción en la llamada “cuarta República” ofreciendo fusilamientos con el descaro, que una vez en el poder, solo en el entonces Consejo de la Judicatura se incineraron centenares de expedientes de jueces corruptos.

Hablar de corrupción en la imperfecta y corrompida democracia venezolana a partir de 1958, es la más grande bofetada moral a la República de sus héroes y descarados triunfos de sus antihéroes que nos remite a la popular expresión “El ladrón, el ladrón allá va el ladrón”, nos imaginamos tomada del cuento de los hermanos Grimm. “ -¡Ay, padre! -respondió el hijo-, no atasteis el arbolillo a un poste recto, y creció torcido; ahora es ya demasiado tarde para enderezarse. ¿Cómo he adquirido todo esto? Pues robando. Soy un ladrón. Pero no os asustéis. Me he convertido en maestro del arte. Para mí no hay ni candados ni cerraduras que valgan; todo lo que deseo es mío. No vayáis a creer que robo como un ladrón vulgar; quito a los ricos lo que les sobra, y nada han de temer los pobres; antes les doy lo que quitó a los ricos. Además, no toco nada que pueda alcanzar sin fatiga, astucia y habilidad”.

Casa León y su tiempo, escrita por el historiador Mario Briceño Iragorry en 1946 y con prólogo de Mariano Picón Salas, es al decir de este una tipología de nuestros políticos y para su autor: “Casa León es de dimensiones que obligan a mirarlo con singular interés. Es el gran señor a quien mueven fuerzas de una descomunal ambición. Frío, calculador, soberbio, simulador, provisto de inmenso talento, de fina estampa y de señoriales maneras, camina el camino que más fácil le parezca. Las buenas y malas artes son para él iguales si le llevan a ganar la empresa”.

Al parecer, hoy la gota que ha rebasado el vaso ha sido un bochornoso escándalo de corrupción en la empresa Pdvsa, con una sui generis denuncia, al mejor estilo del complot de “Las tres dagas” en la Roma Imperial de Tiberio, de hermandades consanguíneas caracterizados por intrigas, conspiraciones y corrupciones, la Revolución francesa, las sangrientas ejecuciones de Stalin y la noche de los cuchillos largos en la Alemania nazi.

En efecto, las más grandes corrupciones de todos los tiempos de la república venezolana se han llevado a cabo durante estas dos primeras décadas del siglo XXI. Y ello en cantidad, calidad e impunidad ¡claro! No se trata solo  de  prominentes figuras del régimen, sino con la complicidad de tirios y troyanos que admite prueba en contrario, frente a los inmorales discursos de los Savonarola del gobierno; pero más patético es la oposición, desde cualquier ángulo que se le mire, porque no es justo culpar a unos, y dejar por fuera al pariente, cuñado, hijos, suegro, amantes y testaferros en general beneficiarios del silencio de otros, que, a su vez, alimentan a sus clientelas, terminándose por involucrar a miles de personas, en el asqueroso mundo de los negocios de los políticos.

Todo esto permite pensar que desde el primer gobierno de Rafael Caldera hasta la fecha, el sostenimiento de la democracia se le carga a la corrupción, según la escala de beneficios dirigenciales.

Y aquí cabe la pregunta de las 64.000 lochas: ¿es posible la democracia sin corrupción?

Lo innegable es que por ahora se trata de una purga y un chantaje con el reto de cómo salir de ello sin empatucarse.

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