I

Los problemas sociales y económicos globales están siendo interpretados de forma muy diferente y a conveniencia por parte de los gobiernos y partidos políticos. La izquierda los aprovecha para construir un discurso fundamentado en que esos mismos problemas han sido causados por el capitalismo, hasta allí llegan. La derecha enfrenta los efectos negativos del capitalismo intentando una corrección permanente de sus políticas que permitan un equilibrio entre desarrollo económico y la igualdad, al mismo tiempo que la brecha entre pobres y ricos aumenta. Luego está la derecha radical que utiliza un falso nacionalismo y todo lo que ello significa como forma de contrarrestar los efectos de la mala política económica, social y ambiental.

De todo esto, algo pareciera quedar claro, y es que las causas que justifican la reacción –sobre todo discursiva– por parte de estas tres corrientes ideológicas y políticas continúan presentándose de forma subliminal ante la realidad; ya no tanto de la globalización en sí misma, sino, más bien, del desarrollo exponencial de la tecnología. Y es que son los cambios tecnológicos los que están determinando la direccionalidad de la nueva convivencia social, las relaciones económicas, la dinámica del mercado y la actitud de los gobernantes y políticos.

Desde la visión de la tecnología es posible identificar claramente los problemas políticos, sociales y económicos y con ellos las contradicciones que se observan en el plano de las políticas de gobierno, sean estas de la derecha o de la izquierda. Por ejemplo, no es cierto que los países menos desarrollados se beneficien del comercio mundial al mismo tiempo que los gobiernos no promueven una cultura del conocimiento sostenida por el trabajo eficiente y la productividad. Tampoco es posible fomentar la competencia económica y tecnológica internacional, al mismo tiempo que existe una altísima austeridad presupuestaria, baja tasa de crecimiento de innovación por parte de las empresas y como si eso fuera poco un relacionamiento entre la oferta y demanda de conocimiento que no alcanza en muchos países ni 20%.

También, uno observa que la forma de abordar tanto el problema ambiental como el crecimiento del desempleo luce simplista y poco digna de una sociedad global, que sin duda es hoy más educada y más inteligente. No es verdad que los daños ambientales provocados se deban solo al capitalismo ni tampoco es cierto que el aumento del desempleo global sea ahora producto de la permanente automatización del trabajo.  Como tampoco es cierto que la migración sea el centro de los problemas económicos y sociales que internamente existen en los países, desconociendo el valor histórico que ella ha tenido en el desarrollo científico-tecnológico y económico, beneficiando a muchos países y muy en particular a Estados Unidos.

II

No puede uno negar que los ricos se han beneficiado cada vez más con el capitalismo; que proliferan tanto ejecutivos de corporaciones que subcontratan a empleadores, quienes al mismo tiempo ofrecen salarios muy bajos. Como tampoco se puede negar que los economistas se hayan equivocado de forma recurrente en cuestiones relacionadas con el bienestar social y económico; insistiendo más en la necesidad de controlar la inflación y reducir el desempleo e insistir en la equidad como una esencia de la política de gobierno al mismo tiempo que restan valor económico a la innovación. No por casualidad ha surgido la pregunta en debates internacionales: hasta qué punto la igualdad en los términos en que hoy la conocemos estimula u obstaculiza el desempeño económico. Con ella se suman otras interrogantes relacionadas con la convivencia del futuro marcada por la digitalización y sobre los efectos de la automatización.

En este contexto en el que las interrogantes resaltan, también es necesario decir que la sociedad global ha evolucionado y que el capitalismo –aun en medio de sus contradicciones– ha permitido tal evolución. Nadie puede negar que hoy existan más trabajadores altamente educados que antes, que la pobreza se haya reducido en comparación con décadas anteriores y que la inclusión social en términos globales haya aumentado. Y esto también ha sido producto del desarrollo tecnológico.

La tecnología ha fomentado mecanismos diferentes de producción económica que pueden contribuir a la reducción del tiempo de trabajo, manteniendo la eficiencia constante. La tecnología ha abierto diversos caminos para que el mundo se interconecte en red y para que el conocimiento orientado a la innovación sea más que una oportunidad, un imperativo de inclusión para el desarrollo económico y social.

III

Desafortunadamente el debate real sobre los problemas económicos globales no se lleva a cabo desde el plano del funcionamiento mismo de los sistemas económicos, sea del socialismo o el capitalismo. Y es que, si esto fuese así, inicialmente nadie estaría pensando más en el socialismo. Pero, por otra parte, están los actores del capitalismo, a quienes les resulta más fácil acudir a las narrativas de los fracasos de la URSS, China, Corea del Norte, Cuba y Venezuela en lugar de utilizar los aciertos del capitalismo y promover más la búsqueda de soluciones con base en la construcción y acumulación de capacidades productivas, científicas y tecnológicas.

Al parecer, los desafíos de los gobiernos estarán concentrados en resolver los problemas globales aprovechando la evolución alcanzada en el capitalismo, que, entre otras cosas, hoy se manifiesta de forma clara en el desarrollo tecnológico alcanzado en las energías renovables, la digitalización y la automatización. Cómo aprovechar mejor y más rápidamente las capacidades acumuladas por cada uno de los países, será justamente lo que diferenciará el éxito de un país sobre el otro, y que será medido por el nivel de bienestar social y económico alcanzado por su población.

No cabe duda, por lo tanto, que la innovación debe convertirse en el propósito de los gobiernos y en el objetivo de la sociedad.


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