Según la Real Academia Española, el vocablo “bizarro” tiene los siguientes significados: valiente, generoso, lúcido y espléndido. Curiosamente, en inglés (bizarre) e italiano (bizzarro) el mismo término tiene otro sentido. Para los ingleses significa extraño peculiar, salvaje y grotesco; mientras que para los italianos denota iracundia.

En mi niñez, y gracias a las entonces populares historietas de Superman (el Hombre de Acero), tuve conocimiento del vocablo y del personaje que encarnaba Bizarro, el clon o imagen espejo en negativo de Superman. Por tratarse de una palabra que no se empleaba en la cotidianidad en que me desenvolvía, fue más tarde cuando supe de su significado en español.

En esta ocasión, al referirme al gobierno bizarro que preside Nicolás Maduro, con el sostén que le presta Vladimir Padrino, lo hago en el especial sentido que dicho vocablo tiene en los países de habla inglesa (salvaje y grotesco). Por nuestra parte no se trata, en modo alguno, de un juego, consciente como estamos, al igual que la gran mayoría de los venezolanos, que esta ha sido la presidencia más destructiva y horrorosa de nuestra historia. Los acontecimientos más recientes y otros de anterior data ponen de manifiesto el código de actuación de la revolución rojita. Pasemos entonces a los hechos.

En declaraciones del pasado domingo 11 de agosto, el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, denunció ante el país y la comunidad internacional que Maduro busca disolver de manera arbitraria el único poder democráticamente electo, la actual Asamblea Nacional, y convocar elecciones. Guaidó fue enfático al señalar que esa postura del gobierno responde a que las sanciones impuestas por Estados Unidos y Europa afectan directamente a sus negocios (non sanctos, como son conocidos a nivel nacional e internacional).

Amarradito a lo anterior vino el anuncio bizarro de la dictadura, a través de dos sentencias del pasado lunes 12 de agosto, emanadas de la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia, las cuales, sin ton ni son, responsabilizan penalmente a los diputados José Guerra, Juan Pablo García, Rafael Guzmán y Tomás Guanipa por hechos y delitos fantasiosos, que solo anidan en mentes perversas, como es el caso de los que supuestamente derivan de los sucesos ocurridos en La Carlota el pasado 30 de abril de 2019.

Respecto a lo antes indicado hay que resaltar que otros 14 parlamentarios (Henry Ramos Allup, Luis Florido, Miguel Pizarro, Mariela Magallanes, Américo De Grazia, Simón Calzadilla y Richard Blanco, entre otros) siguen sin conocer el contenido de la sentencia en la que se ordena el allanamiento de sus respectivas inmunidades parlamentarias. Ni más ni menos, se trata de una forma ruin de poner sobre todos ellos y la propia Asamblea Nacional una bizarra espada de Damocles.

Ese proceder vil, abyecto, infame, perverso y que atenta contra la inmunidad parlamentaria, no es más que la cresta de la ola; por debajo abundan las dislocaciones como las pocas que se indican a continuación, las cuales se produjeron durante la presidencia bizarra de Hugo Chávez Frías.

Primero. El despido de más de 20.000 trabajadores de la industria petrolera, como consecuencia del paro de 2002. Esa fue una puñalada al corazón de Pdvsa que condujo del esplendor de ayer a la debacle de hoy.

Segundo. El establecimiento del control de cambios que entró en vigencia el 3 de febrero de 2003. Con el transcurrir del tiempo, el sistema en cuestión evolucionó de forma tan astringente que se convirtió en una verdadera tenaza para el sector privado y los ciudadanos en general, ahogando así sus libertades, como en ninguno de los controles anteriores. En realidad, superada la crisis que culminó con el paro petrolero, el control cambiario se mantuvo en un contexto macroeconómico en que el Estado vio incrementar sus ingresos de divisas por las exportaciones petroleras como nunca antes en toda su historia.

Tercero. El cierre de Radio Caracas Televisión, el 28 de mayo de 2007. Esa acción marcó el inicio del ahogamiento y supresión paulatina de los diferentes medios de comunicación no afectos al régimen.

Cuarto. El engorde del ogro filantrópico. Con el propósito de profundizar la revolución y hacer de Venezuela un país comunista, Chávez acudió al expediente de estatizar importantes empresas que se encontraban en manos del sector privado. De esa manera no hizo más que engordar al ogro filantrópico con una política que, en realidad, fue clara expresión del más puro capitalismo de Estado. Todas esas empresas están hoy quebradas o en terapia intensiva.

Quinto. Los altos niveles de desempleo, pobreza y hambre que han obligado a más de 4 millones de venezolanos a emigrar a diferentes partes del mundo.

Y sexto. La inflación más destructiva de todas que el prócer de Sabaneta sembró. De acuerdo con el informe que recientemente presentó la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, la inflación acumulada hasta el pasado mes de julio fue de 1.579,2%, una cifra inédita en la historia del país que es fruto de la política monetaria irresponsable de las autoridades del Banco Central de Venezuela.

Podrán engañar a los tontos de capirote que todavía apoyan a la revolución bizarra como ciegos y limitados en conocimientos económicos y políticos, pero no a la inmensa masa descontenta y opositora que clama con firmeza: “No más, hasta aquí. Maduro vete ya”.


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