Gabriel García Márquez junto a Fidel Castro

«El que la Face la paga»

 (Bárbara Piano contra mi novela Facia, 1984)

Cuando apareció la primera edición de El amor en los tiempos de cólera (1985) publiqué un texto mediante el cual expuse desfavorables observaciones sobre esa novela. Mi crítica fue publicada en los diarios El Tiempo [Bogotá] y El Universal [Caracas]. Perdí los ejemplares de esos periódicos, pero recuerdo haber increpado a García Márquez su deplorable interés por figurar con un tirano del Caribe y su descuidada prosa plagada de lugares comunes. Una mañana, el rector Pedro Rincón Gutiérrez me llamó a su despacho para mostrarme un ejemplar del libro. Su viejo amigo le envió uno, con dedicatoria, a la cual añadió un reclamo.

-«Al Gabo le molestó lo que has escrito sobre su nueva obra –infirió, preocupado, la más notable entre las autoridades académicas que conocí-. Lo dice en la dedicatoria, léela […] ¿Qué sucedió? ¿Cómo supo que trabajas en Prensa de la Universidad de los Andes. Me lo reprocha, mira […]»

-Lamento eso, rector: nunca imaginé que pudiera leerlo –le respondí-. No debió enfadarse. Es un Nobel de Literatura. Soy un lector que igual hacedor más o menos desconocido, entre tantos en América Latina. Me sorprende su enfado. Los narradores debemos aceptar que nuestras obras gusten o no. La crítica literaria tiene la trascendencia que cada cual decida.

-«¡Coño!, Alberto: ¿qué le respondo?»

-Que U. me ha destituido.

Años después, en su apartamento de Lomas de San Román (Caracas), le conté al poeta Juan Liscano esa anécdota. Me informó que recién había leído unas declaraciones de García Márquez en las cuales confesó, a su entrevistador, lo siguiente: -«Si pudiera, eliminaría doscientas páginas innecesarias y tediosas a Cien años de Soledad […]»

Desde mi juventud, he sido proclive al estudio solitario de la lengua española. Lo cual me genera conflictos personales en materia de fonética-sintaxis-fonología al momento de redactar mis trabajos literarios [cuentos, novelas, poemas, ensayos o pensamientos] y también al comunicarme verbalmente. El coloquialismo prosigue dominante en la comunicación escrita u oral. Espero que ello no sea inamovible, sempiterno. Con mi novela Facia (1984) intento demostrar que se puede prescindir de: conjunciones, pronombres, uniones en sintagmas gramaticales, et. Le obsequié Facia a Esther Paglialunga, profesora de Teoría Literaria en la Universidad de los Andes, y le dijo a sus alumnos que era una narración «tarzánica». En una revista caraqueña, Barbara Piano demolió mi obra con una reseña sarcástica que tituló así: El que la Face la paga. Sin embargo, la docente española María del Amparo Pastor y Cos no deploró mi atrevimiento sintáctico. En la Comarca Global («Redes de Disociados») todos somos más o menos irrelevantes: famosos, ridículos, fanfarrones, cautos, ceremoniales, discretos opudorosos (Era Posmoderna).

Debemos estar preparados para no atribularnos por ningún asunto que no sea subsistir con cierta dignidad. El enfado por recibir críticas desfavorables no repara ni vindica. Los halagos desagravian y fortalecen fugazmente nuestros espíritus, pero embriagan: pero, todos sabemos que las resacas nos reinstalan en la realidad.

Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y otros intelectuales latinoamericanos lograron notoriedad internacional por haberse comprometido políticamente con la Revolución Castro-comunista. En tiempos cuando ejercía una aborrecible influencia mundial, el tirano apadrinó al novelista de Arataca-Magdalena ante la Academia Sueca para que le concedieran el Premio Nobel de Literatura.

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@jurescritor


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