Las cosas de la política son indómitas, además de imponderables. Ello no impide que hagamos un ejercicio de anticipación sobre lo que puede ocurrir en Colombia en las elecciones presidenciales de mayo próximo.

Me arriesgaré, pues, a vaticinar que Gustavo Petro no contará con los números necesarios para hacerse con la Presidencia de Colombia en la primera vuelta. Para la segunda, los escenarios están aún turbios.

Es bien cierto que de la votación más reciente, la parlamentaria, se extraen algunos datos que reflejarían una fortaleza innegable de este “favorito”: la alianza que forma el Pacto Histórico se alzó con 21 de los 108 escaños del Senado. Petro consiguió más de 4 millones de papeletas mientras que quienes lo siguen, Federico Gutiérrez de Equipo por Colombia y Sergio Fajardo de la Coalición Centro Esperanza alcanzaron algo más de 2 millones el primero y menos de 800.000 votos el segundo.  Hasta ahora lo que esto indica es que quien actúe en el futuro como presidente no podrá gobernar sin consensos.

Dos cosas son muy dicientes: la primera es que solo acudió a votar 46% del electorado lo que denota una indiferencia inmensa de parte de la sociedad colombiana frente a un evento que afectará la vida de cada uno de los ciudadanos. Ello no es distinto de la inclinación a votar que ha prevalecido históricamente en la nación vecina, pero claro que puede resultar decisivo. Esta incógnita está presente en esta ocasión también y es lógico pensar que los dos lados de la ecuación harán malabarismos para que sus simpatizantes se animen a acudir a las urnas. Pero tan importante como ello es el hecho que un tercio del electorado, a 9 semanas de la votación, aun no tiene preferencias lo que también es un estímulo para que Petro o quien sea su oponente echen el resto en esta recta final. 21% de los encuestados a esta hora, es decir 1 de cada 5 colombianos o no van a votar o no saben por quién.

Si todo ocurriera como en la pasada elección presidencial, el exalcalde Petro debería conseguir el doble de votos a su favor de los que pudo beneficiar en las parlamentarias para hacerse de la presidencia de su país. La cuesta es igual de empinada por el lado de sus contendores

El que estos estén aún muy atomizados entre diferentes opciones no juega a favor de Petro. La dinámica electoral se está caldeando y el antipetrismo pondrá a más de un elector a pensar en las consecuencias para sí mismo y para el país de la abstención o de la indecisión de cada votante.

Las encuestas a esta hora dicen que dentro del ambiente electoral viene creciendo sensiblemente la intención de voto y la pregunta entonces es cuánto engordará una menor abstención a los dos candidatos salidores, Fico Gutiérrez y Sergio Fajardo, ya que quienes se ubican ahora en el tercer y cuarto lugar tienen poco que salir a buscar en este baile. Entonces el juego de este momento, ya sabiendo que habrá segunda vuelta, es quién será mejor contrincante para oponerse a la petrista izquierda radical.

El caso es que nadie puede dormirse en sus laureles ante 37 puntos de intención de voto que ostenta aún la izquierda radical en la cabeza de Petro. Este candidato, desde enero hasta después de las parlamentarias saltó 10 puntos hacia adelante, pero eso es lo más que puede ya dar. Este candidato sí tiene techo. Ningún evento puede intervenir que logre que muchos más indecisos se decanten a su favor.

El escenario más probable es que a la primera vuelta vayan tres o cuatro aspirantes a presidente.  Y a segunda vuelta pasarán dos: Petro por un lado y o bien Gutiérrez o bien Fajardo, por el otro.

Aquí es donde resulta imposible saber lo que puede pasar porque es seguro que si pasa a segunda vuelta Fico, hombre de derechas, nadie conoce la forma en que se dividirán aquellos seguidores de Sergio Fajardo cuyo ideario esté más comprometido con la izquierda. Les temblará la mano para otorgarle su voto. Frente a esta disyuntiva, convendría más a Colombia que fuera Fajardo el adversario de Petro en la segunda votación, toda vez que que el “antipetrismo” sí se manifestaría monolíticamente.

Así las cosas, vuelvo a mi consideración inicial. La política es la ciencia de lo imponderable.


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