La violencia política es una estrategia, es una acción de atropello, carece de una lógica, sensatez, racional, con esta práctica el oficialismo siempre ha tratado desmovilizar a la oposición, la violencia política como estrategia tiene la misión de activar el miedo que es un arma sumamente poderosa para desconcertar a millones de personas que adversan la gestión de Maduro. El 23 de enero, una fecha alegórica dentro de la política venezolana en la que se conmemora la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que gobernó en la década de los años cincuenta, la Furia Bolivariana se dejó ver como violencia política,  se hicieron pintadas con amenazas y marcaje de fachadas en al menos 20 sedes de partidos políticos, universidades, emisoras de radio, organizaciones sindicales y gremios en todo el país incluso se marcaron las viviendas de algunos activistas de partidos políticos.

En el contexto electoral presidencial 2024, la violencia conecta con el miedo en la gente y esta a su vez con la variable abstención, según los expertos en el tema de la violencia, esta variable es como una emoción descrita por un intenso sentimiento desagradable, provocado por la percepción de peligro real o supuesto, presente, futuro o pasado, la máxima del miedo es el terror. Si tomamos como coordenadas el contexto político venezolano, todo apunta al escenario presidencial 2024, evidentemente, emerge una intencionalidad que es la de difundir el miedo en la oposición, pudiera ser la misión de mayor significación para el régimen que buscaría por todos los medios estratégicos y tácticos mantener la joya de la corona: Miraflores. Es evidente, Revolución de Siglo XXI entró en un período de suma debilidad, que lo obliga a echar adelante un proceso de mucha violencia y eso es la Furia Bolivariana

La complejidad política que vive nuestro país, merece un tratamiento psicológico, indiscutiblemente, está afectando la estructura mental y causa ansiedad en todos los venezolanos. Según datos de la más reciente historia política y social venezolana, este país venia consolidando una cultura de paz, vinculada a la naturaleza humana de los venezolanos que es de pasividad, por supuesto, con sus claras excepciones.

Desde que la revolución Bolivariana salió victoriosa en las elecciones presidenciales de 1999, Venezuela ha transitado por frecuentes situaciones de conflictos que han derivado en la confrontación casi a diario entre pueblo contra pueblo, pero una lucha en el fondo injusta, destructiva, donde lo protagónico lamentablemente es  la sinrazón,  es decir, que lleva intrínseco sembrar el miedo como arma psicológica para desmovilizar principalmente los estratos A  /B y C mayoría tienen un  tienen un criterio del voto, en clara mayoría  80,0% muestra su rechazo radical a la gestión de Nicolás Maduro.

La violencia política se había mantenido como una amenaza que pasó de las probabilidades a la práctica en los diversos eventos electorales o políticos, ese equilibrio frágil que existía entre la paz y la violencia se fracturo por intereses de poder más económicos que ideológicos, obviamente, la violencia está delineada para mantener un proyecto político – ideológico que muestra una tendencia hacia la decadencia vista en sus resultados en los últimos eventos electorales. Es decir, es toda una estrategia oficialista, encauzar la formula miedo – abstención, además, en un escenario que solo busca la sobrevivencia del proyecto revolucionario. No obstante, la furia apenas ha comenzado, enciende las alarmas en Venezuela, sin que hayan podido ocultarlo, el chavismo-madurismo se ha quedado sin bases populares, estratos D y E de la población. Esta realidad bolivariana, es la amenaza de una derrota inminente en la contienda presidencial 2024.

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