En las postrimerías del ya insostenible Estado cuartel, asociado al Estado nacional, el elemento armado está realizando la versión comunal del socialismo de inocultables aspiraciones continentales y claros intereses antioccidentales. Incluso, se ha dado una tal ley constitucional, sancionada por un espurio artefacto constituyente, a espaldas de toda deliberación, apostando por un modelo también inconsulto y, en buena medida, incierto.

Abandona toda defensa de nuestra integridad territorial, a juzgar por lo ocurrido con el Esequibo y, puertas adentro, las bandas criminales comunes y las foráneas de talante político que ejercen un señorío sin complejos. Aparente y solo aparentemente, ha combatido a las FARC, en el estado Apure, aunque ya se tienen noticias de un bombardeo a los guerrilleros disidentes que parecen estropear el negocio de los terroristas provenientes del vecino país.

La propaganda oficialista suele abundar en torno al patriotismo de una entidad caracterizadamente represiva, integrada a los Estados Mayores ideados para tratar infructuosamente de la electricidad, el gas, los alimentos, o el petróleo, perfilando al soldado anómico. Todo venezolano es milicianizable, como fuerza de trabajo para la defensa de un régimen antes que del país, como lo establecen las leyes del llamado poder popular o la misma Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras.

El territorio, como elemento existencial del Estado, pierde importancia como ocurre con el exilio masivo y forzado de millones de coterráneos, frente a las camarillas del poder establecido, prestas a confederarse más allá de las fronteras, luego de comunalizar el soporte de sus intereses más inmediatos. Y tampoco admiten la defensa de la propiedad privada, nominalmente aceptada, por el ciudadano que no debe ejercer, ni ejerce la violencia que la supone bajo el monopolio lícito de la institución castrense para el cumplimiento de los fines constitucionales.

A las fuerzas armadas comunales, puede aseverarse, no les concierne la defensa y seguridad de la nación ya tan vapuleada, sino la proyección de un Estado multinacional por el que responderán localmente, palmo a palmo, milímetro a milímetro, abriendo la puerta maldita de la globalización con el narcotráfico, de armas, de personas, etc. Cada quien se convertirá en combatiente de causas desconocidas, con la soñada fragmentación continental de un socialismo que paradójicamente nos saturará de los más extremos nacionalismos para reinventar un gentilicio común favorable a las mafias.


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